jueves, 23 de marzo de 2017

Un largo adiós al gordo Nieto (3 de 3)



Recuerdos:
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la primera vez que oí el nombre y música de bola de nieve fue por el gordo nieto. estaba en unos cassettes que había mandado de méxico, creo que los tenia el conde..
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siempre me extrañó que el gordo no conociera "el king" (la cantina más bacana en el cristo del consuelo). cuando estuvo en guayaquil por última vez, en esos días de pez que fuma, lo invité y nos fuimos, creo con el conde... el gordo bramaba por una de esa negras hermosísimas y gigantes que trabajaban ahí... los presenté y se pusieron a conversar... luego bailaron, y otra vez verbo... luego ella se paró y me dijo: parece que su amigo no quiere nada. le dije al gordo: aplícate. el hombre se le acercó y se encerraron en un cuartito que estaba en la cantina... BELLEZA... me contó el gordo que la había invitado a ir al cine el domingo...
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en eeuu, durante años he recitado los poemas del gordo frente a mis estudiantes. jamás logré terminarlos. siempre me quedé a medio camino del dolor, del llanto, de la mueca... dije cosas como: "eres la mujer que conocí en el parque/ la que me dijo vamos al cine pero me respetas/ la que me contó de sus hijos de sus horas de abando/ la que no quiso acostarse de primavera conmigo/ después te malenseñas, solo me buscarías para eso y yo llegaría a odiarte/ eres la niña que jugaba en la vereda/ vino tu tio y te dio tres caramelos si te dejabas coger... el resto nunca sale en las telenovelas pero lo sabemos..." el poema pertenece a su "de buenas a primeras" el librito que se llevaba mi hermano kukuku buscando amor rumbo a esmeraldas, allá por el 76...
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todo cambia tan rápido. recuerdo que hace como 15 años, ya con mi residencia segura y mi trabajo permanente en eeuu, dije voy a guayaquil y luego a méxico (tabasco) a visitar al gordo... pero luego me casé y ya no se pudo.... recuerdo que seis veces, por lo menos, me pidió mi dirección de casa para mandarme su libro. la primera vez fue en el 84, la última hace pocos meses. le recordé que siempre decía lo mismo y nunca llegaba nada...pero igual se la di. y, como antes, ningún libro llegó.
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... contaba que entramos al pez que fuma (local cerrado, eran solo las 3 de la tarde) y nos instalamos. luego, golpe de 5, llego kukuku (el gordo era su ídolo, pues kukuku se llevaba "de buenas a primeras" como libro de lectura rumbo a esmeraldas, dije arriba). lo vio y se saludaron como hermanos y me dijo kukuku: que no pague nada. y nos instalamos con balseca y el gordo. no había dj, así que puse música de la fania...
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una noche, en casa de guarderas, que acababa de regresar de brasil, con el gordo, los villavicencio y el negro ulloa, nos pusimos a escuchar el lp de chico buarque, mientras guarderas nos traducia... ¿estaba aún nieto en Guayaquil o ya se habia ido?
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colegiales aún, ya en sicoseo, una noche, los viejos del taller se fueron al drill domino y nos metieron de agache: vimos a la dama desnuda con una rosa en esa parte, bailando en un escenario con forma de concha... 16 o 17 años tenía...gracias gordo lindo.
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en los años de sicoseo, el llorado carlos calderón chico nos llevó a yaguachi a dar un recital de poesía (sí, a yaguachi). yo leí mis cositas y todo el mundo lo suyo. al final, el gordo nieto leyó sus poemas de salsa, putas y el guayaquil de la calle.. el negro ulloa, que estaba al fondo del salón, contaba después que uno de esos campiranos, oyendo los poemas del gordo, se puso salsoso y medio bailaba y movía el brazo de un lado a otro, como hacían los bacanos en esos años....
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de su corta estadía en cuba supimos dos anécdotas: estando los escritores frente a fidel castro, cuando llegó la hora de saludar, éste le preguntó al gordo: ¿de ecuador? y él le contestó: no, de guayaquil.... la otra es que un escritor cuyo nombre no recuerdo, había dicho que el caribe llegaba hasta guayaquil. gracias al gordo, al poco tiempo se regó la frase "guayaquil, último puerto del caribe"
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De mi novela: Si es que te queda cariño (y otras aventuras del Cholo Cepeda)
www.todosvuelven.com
El almanaque contemplo con tristeza
Guayaquil 1979. El gordo Nieto un día tomó el avión y se fue a México. Con el Conde de Montecristi y el negro Ulloa fuimos a despedirlo al aeropuerto. Nos dijimos adiós con un abrazo y subimos a la terraza a ver cómo el avión despegaba y se hacía chiquito en el azul del cielo. Imaginábamos que el gordo ya habría abierto la primera cerveza o sentiría la grave tristeza de dejar el terreno que uno quiere, el lugar en donde nacemos y crecemos. ¿Teniendo trabajo y amigos viajar al extranjero, para qué? Todo lo que quise yo/ tuve que dejarlo lejos. Nieto estaría como el personaje de Velasco Mackenzie, la chica que viaja al norte protegida sólo con una chaquetita y sus sueños de emigrante. En los sueños de esa chica iban también los sueños de todas las muchachas de Ecuador, y en el viaje del gordo nos íbamos también nosotros.
Cuando el avión desapareció en el cielo empezamos a sentir un extraño vacío. Con ese mismo vacío, interior y desconocido, tomamos un bus de regreso al centro de la ciudad, pero nos bajamos a medio camino, en el Coliseo Cerrado, que estaba atestado de colegialas. Con el Conde y el negro tratamos de perdernos en la multitud, pero en nuestra incómoda desazón sentíamos el peso del hermano mayor que se había muerto. ¿Cuándo volvería? ¿Qué mierda haríamos ahora sin él? ¿En qué quedaría el grupo Sicoseo? ¿Quién nos prestaría sus libros, nos llevaría al Drill Dominó y nos haría escuchar los últimos discos de la Fania? El gordo se había ido, la suerte estaba echada. Luego pasarían algunas cosas, más de las que hubiéramos deseado.
Al principio era el pez
Ok, vamos a refrescar cómo fue todo. Esto empieza más o menos así. Guayaquil, Barrio de Astillero, verano de 1980. Estábamos Kukuku, Pancho Ronquillo, Cafecito Arteaga y yo. Kukuku dijo voy a poner una barra de salsa, va a tener luz roja, un espejo inmenso detrás del mostrador para que los butinos se engrupan y empluten hasta las cachas, le voy a decir al negro Pescao que ponga música. El piso debe estar brillante, la melodía certera para el bacaneo y el aire acondicionado a full. ¿Y qué nombre le ponemos? Yo abro el pico y le digo ponle El pez que fuma, en homenaje a la película venezolana.
A las pocas semanas funcionaba El pez que fuma en las calles de Chimborazo y Colombia (esquina). La inauguración fue una chupiza a vaca mú. Kukuku había invitado a unos vecinos que pensaban que la barra sería un prostíbulo “a pocas cuadras de un colegio de señoritas”, según la volante que repartieron. Era sábado y hacía un sol de hijue. Por esa época yo andaba con Lucía, el Conde de Montecristi ya era mi pana, así como Cucharón de Oro y el poeta greco-chipriota Urías Fuenzalida, exiliado de Pinochet (con esa delantera Ecuador sí podría clasificar al mundial).
Al negro Ulloa, al ronco Artieda y al manaba los veíamos sólo de repente, ergo, se perdieron la inauguración del local. Estaba la gente del barrio y la plana mayor del MRIC, el grupillo politiquero al cual el Conde llamaba La nave de los locos, dada la inefabilidad de sus líderes, sobre todo del célebre Comandante Gargajito.
Yo caía por el pez a veces enjebado a veces solitario, con un yunta o la gente del barrio, cualquier noche de tragos era dedicada a los clásicos de la salsa, la Sonora Matancera y sus boleristas, un poco de Beny Moré y Celia Cruz cuando decía usteeeed abusooooó/ sacó provecho de mí/ abusooooó/ de mi cariño usted se burló/ se rió/ me dejó.
Una noche estábamos Rockolita y yo. Papaíto decía para ti/ yo canto madre querida/ para ti y Roberto Roena tocaba el himno de un amor imposible potente cual marejada fue su amor/ la playa de mi cariño la arrasó/ marejada felíz/ vuelve y pasa por mí/ aún yo digo que sí/ que todavía pienso en ti, mientras en un flash-back Ismael Miranda recordaba que para componer un son/ se necesita un motivo/ y un tema constructivo/ y también inspiración. Pero las mujeres llegaban al bar repentinamente y luego se iban a buscar otros mares de locura. Y muerte y resurrección ocurrían a un mismo tiempo. Desde la atalaya, que era la cabina de música, veíamos desfilar en la pista de baile a banqueros, escritores, albañiles, futbolistas. Desde la cabina de música, Rockolita y yo, celebrábamos nuestras derrotas amorosas, el desembarco de la nave de los locos, la pérdida del poco equilibrio que nos quedaba y la búsqueda de una razón para vivir. Desde nuestra atalaya todo se iba poco a poco iluminando a punta de cubalibres y cigarrillos. Y la magia del trópico dejaba de ser la cruel realidad para convertirse en una película que vemos casi distraídamente en un cine de segunda.
El sueño de la razón produce más sueños
1981. Pesar de los pesares, el MRIC, la nave de los locos se fue a pique, la economía nacional a la mierda, Lucía desapareció y llegó el Fenómeno del Niño, el invierno tropical adueñándose de la Costa. Años de diaria lluvia torrencial, inundaciones y destrucción de la esperanza. El pez que fuma también se fue a la mierda: los policías, los comisarios de turno o cualquier cojudo de la Muy Ilustre Municipalidad de Guayaquil aparecían pidiendo dinero “para la campaña del partido”. El amor, la militacia, la rumba, todo se fue volviendo como una canción de Felipe Pirela y la orquesta que se retira de a poquito, dejando sonar de uno en uno los instrumentos hasta que pum se acabó.
Con el Conde, en esos permanentes arrastres de la tristeza o el odio, religiosamente, cada sábado por la mañana, íbamos a casa de Velasco Mackenzie. Ahí estaba él esperándonos con sus libros, caminando lento con nosotros por la Avenida Quito hasta llegar a la esquina de Maracaibo, sentarnos, chismear y conversar de literatura y pedir las primeras cervezas, carne de cerdo y condimentos. El gordo Nieto se había ido y Velasco Mackenzie nos aguantaba la caña con paciencia de madre, hasta nos tomaba en serio. Nos hacía entrar a su casa y nos contaba lo que estaba escribiendo. ¿Cómo sería posible escribir algo mejor que De vuelta al paraíso? me preguntaba a mí mismo. De su casa íbamos directo a la tienda de doña Julita, a rematar con canciones de Julio Jaramillo, o llegábamos entusiasmados a la cima de la montaña y desde allí, sentados y en silencio, veíamos Guayaquil hacia el sur, mientras el sol caía sobre nuestras espaldas y sonaban canciones de John Denver, James Taylor, Jim Croce, América o Seals and Croft. ¿Para qué nos sirvieron esos años en la nave de los locos? ¿Por qué acudimos una y otra vez a esos bares y canciones?
Ahora que estoy escribiendo esto me doy cuenta que El pez que fuma ha quedado de alguna manera en todos los que allí escuchamos la canción que dice nació en el mismo solar que yo nací/ y canta como yo/ le canto la melodía de los suburbios que Santiago Cerón nos enseñaba mientras el Cuervo Zavala repite que fue una nota turra vender el pez, sobre todo los discos, y, abriendo los brazos al cielo sentencia: toda una historia, toda una vida bróder y pide tres más y le dice a Rockolita que ponga un bolero Bobby Capó y que sigamos chupando.
Un ensayo (incluido en mi El libro del barrio):
Fernando Nieto Cadena (III): poética del tiempo
Todo esto vivirá en el recuerdo de mis momentos cruciales
podré decir que fueron instancias culminantes de mi escombro mental
podré romper las telarañas de tanta huella
decorar con fras es sinceras insistir en los destierros a las lentas suaves
disconformes patrias del chisme
Después de todo nunca confesé que soy felíz
a lo mucho que soy felíz cuando lamo tu pubis tus muslos tus senos
el estero de miel de tu sexo
Lo juro jamás volveré a decir que fui felíz
tan sólo sueño recuperarme en la encrucijada de tus piernas
(Exilios)
Entre 1995 y 1996 Fernando Nieto Cadena escribió Exilios, libro que nos muestra su profunda meditación sobre la herida existencial que todos llevamos dentro, lo que a veces llamamos casi al desgano “el sentido de la vida”. Su voz poética tiene mucha fuerza expresiva y refleja una gran tristeza. Por ello, es difícil leerlo sin abrumarse o desconsolarse. Antes y después de esos años encontramos una producción poética abundante, ideal para quien se quiera adentrar en una estructura emocional construída a lo largo de varias décadas, y de un arte combinatoria poco común en América Latina.
A Carl Jung, en más de una oportunidad, se le ha endilgado que en momentos de crisis personales el replicaba: "Excelente! Ahora abramos una botella de champagne y celebremos porque ya nada peor puede suceder; esta es la mejor oportunidad para aprender y hacer algo nuevo". Este optimismo tiene su origen en el sentido práctico y realista de la sociedad en que vivió: resolver los problemas, en vez de prolongarlos. Concordemos o no con Jung, su manera de asumir los desafios es un producto histórico de fuerte impacto en el mundo occidental, más que una muestra de alegre superficialidad.
Sin embargo, en América Latina, la vida no es concebida como un continuum irrepetible que va de menor a mayor o de peor a mejor. Por determinantes culturales, nosotros los latinoamericanos perseveramos en el dolor, no tenemos a dónde ir pero si mucho tiempo para esperar el regreso de la felicidad. No tenemos en la mente los conceptos de progreso individual, seguir adelante o salir victorioso después de una derrota. Nosotros vivimos siempre en el mismo lugar y con la misma gente -como diría Juan Gabriel- o hacemos de la nueva geografia de emigrantes el espacio en el que van a emerger, una vez más, nuestras viejas historias, a la usanza de los conquistadores que veían el Nuevo Mundo como una repetición de Europa, sus fantasías y sus mitos. La obra de Fernando Nieto Cadena es testimonio de ese latinoamericanismo que se opone a otras formas de asumir la vida.
En América Latina suponemos que lo que somos es eterno, y negarlo es negar nuestra propia identidad; pensar lo contrario es ceder al enemigo y estar testarudamente dispuestos a que, más tarde, la vida ajuste cuentas con nuestros mismos viejos errores. Así, vivimos (¿leemos?) en una disyuntiva: o el pasado es una totalidad cerrada y un archivo del que sacamos fichas para verificarlas en el presente, o lo asumimos como un proceso formativo (Williams 129-135). En palabras más crudas: O dejamos abierta la herida hasta morir o la cicatrizamos por vivir. La voz poética de Exilios, opta por la primera posibilidad. Aunque tiene la solidaridad de mujeres que lo entienden y se conduelen de su historia de hombre solo, vive siempre poseído de dolor. Así, Exilios deviene en un cuadro vivo, inconcluso y específico, de la vida de un sujeto masculino existencialmente herido. Esa herida fue hecha años atrás, pero la expresión de sus efectos se la ha venido puliendo a través del tiempo. Veamos el contexto general de dichos sucesos para luego tratar de situarlo en su exilio.
Fernando Nieto Cadena empezó a escribir a principios de la decada del setenta, época de la última dictadura militar en Ecuador. Le gusta mencionar entre sus preferencias a Ernesto Cardenal, César Vallejo, Ezra Pound, Fernando Pessoa y James Joyce. Profesor de literatura, es asiduo lector de los clásicos griegos y latinos, la generación beat y la literatura latinoamericana. Participó activamente en la vida política y académica de Ecuador y fue miembro fundador del grupo Sicoseo, interesado en experimentar con el lenguaje coloquial de su ciudad, la música y la cultura popular. Ha publicado varios libros de poesía y uno de cuentos, y consta en diversas antologías. Vive en México desde 1980 y trabaja dirigiendo organismos culturales y talleres literarios, dicta conferencias y escribe para revistas y periódicos. Tiene varios libros inéditos, de los cuales Bulevard Manigua, De última hora, y El cuento de la Isla, están en vías de publicación.
La poesía de Fernando Nieto Cadena no ha recibido la atención de la crítica por falta de divulgación editorial y porque su discurso no pertenece a los "grandes relatos" ni al vanguardismo literario, tampoco a la llamada literatura comprometida, tan de moda durante los años en que el empezó a escribir. Su poesía tampoco se empecina en ser marginal, rasgo predominante en muchos escritores e intelectuales de su generación. En cambio, siempre nos muestra lo que conoce mejor: al hombre de clase media popular con el cual se identifíca plenamente. Su perspectiva es la de un flaneur que quiere entender los sucesos y personajes de su medio, y establecer los dilemas de su vida. En este sentido, su extenso trabajo puede ser leído también como un permanente esfuerzo de autocrítica. La voz y perspectiva de Nieto tienen varias caracteristicas: Lo caribe, el humor, el. existencialismo y la nostalgia por el pasado. Lo caribe se muestra a partir de la influencia cultural que esta región ejerce sobre Guayaquil (la ciudad real de Nieto), así como sus amadas Isla del Carmen, Villlahermosa, o el DF, con su manera de hablar y música alegre que llega vías boleristas y cantantes de música salsa, así como por la fuerte presencia negra. Lo caribe, en Nieto, es el realce de la herencia africana, junto a la india y europea, que son la base de la cultura latinoamericana. Su poética se emparenta con el concepto de trietnicidad del colombiano Zapata Olivella (Jackson 1998) y el de etnopoética de Richard Jackson (1979).
La segunda característica de la poesía de Nieto es el humor. Este aparece en medio de alta tensión provocada por el cuestionamiento a las razones para vivir, la injusticia social o la política. El uso del humor sigue el viejo consejo de no tomarnos tan en serio en la vida y llega a ser ironía o sarcasmo, sobre todo cuando la razón se agota y la vida es algo absurdo. Esta circunstancia se emparenta con la tercera característica de su poesía: El existencialismo. Por un lado, la poesía de Nieto interroga y sospecha de la rutina, por otro, no ofrece ninguna solución a la domesticación del tiempo cuanto una llamada a estar alerta frente a lo que representa. Este existencialismo, personal y militante, sólo encuentra balance en el humor.
La cuarta característica de su poesía es más sutil y delicada: la nostalgia por la infancia y la adolescencia, en medio de la evidente pero jamás nombrada ausencia del padre. La poesía de Nieto extraña el mundo materno: la calidez de una casa donde hay una madre que nos alimenta y nos enseña y abre a la dimensión del amor, el tiempo en el que salimos a las calles y conocimos a los que serán nuestros amigos y enemigos. En Nieto, las referencias al pasado, el alimento familiar y el amor materno, emergen en sus textos y se traducen en encuentros con amigas, parientes o prostitutas, a través de canciones infantiles o anécdotas de personajes de la calle. Estas cuatro características distinguen la particularidad de su poesía y especifican la manera en que el hombre latinoamericano de la clase media popular construye su identidad.
La obra de Nieto Cadena, a ratos barroca y complicada por el exacerbado uso de localismos o referencias eruditas, puede ser leída como arte verbal y también como documento personal y cultural. En tanto arte verbal, sus poemas son una especie de Carmina Burana o lejanos herederos de la tradición medieval que los estudiosos (Auberbach, Spitzer, Curtius y Huizinga) denominan mezcla de alta y baja cultura, aunque expresadas en las condiciones históricas de América Latina. En tanto documento personal y cultural, hemos dicho que es la memoria de un hombre de clase media pobre, que vive en un espacio concreto y es marcado por las contradicciones de su tiempo, geografía, culturas y conflictos diarios.
Su estilo, que ya catalogamos de "caribe, existencial, humorístico y nostálgico" aborda también temas como el costo de la vida, los encuentros con las prostitutas, los amores que terminaron, la topografia de calles y cantinas, las vidas de inmigrantes del interior, de los sub-empleados y personajes de la calle. Notamos en su estilo una combinatoria que une largos versos con frases sencillas, localismos y letras de canciones populares (boleros, rancheras, pasillos, valses y baladas), frases en latín y francés con disquisiciones intelectuales sobre autores como Freud, Lacan, Marx, Huidobro y Góngora, o personajes como Fidel Castro o el Che Guevara. En su poesía también encontramos una clara tendencia de libre fluir de la conciencia que genera lo que Kenneth Burke llama "perspectiva por incongruencia", aquello que, a pesar de su barroquismo, “no pertenece al culto del virtuosisrno sino que nos lleva a la verdad sencilla" (309). Es decir, se trata un ejercicio de escritura en el cual los medios retóricos son enfatizados y usados de manera diferente a la usual: por ejemplo, una canción infantil no servirá para dormir a un niño sino para enfrentar el presente conflictivo con el pasado idealizado, a la manera de Walter Benjamin cuando habla del amor de las empleadas que cuidaban de él (3). Esta "perspectiva por incongruencia" utiliza un tono burlón o la perspectiva de un niño o bufón, y aparece muchas veces en espacios públicos, como parques, plazas, cines o calles, tal como ocurre en Somos asunto de muchisimas personas:
Entretanto
Mesié Lacan me sicosea el mate
Me pela los cables
Y no salgo de mi confusión
...
Regreso entonces
Galopante edipismo
Ni modo
A las tardes cuando mamá me chantajeaba para hacerme dormir
Con esa canción de cuna que repentinamente se desboca al papel
- señora santa ana
- ¿por qué llora el niño?
- por una manzana (niñito)
- que se le ha perdido bataclán
No tienes componte dijo mi madre
Al verme regresar a altazores de la noche (84-85)
Otras veces, la "perspectiva por incongruencia" se construye a través de juegos de palabras crípticas y oscuros conceptismos, ambos dentro del argot de la calle:
Ese decir de esos decires
- al rato
- ahorita mismo
- yatuvés
- híjole manito
- alza loquillo
- te lleva a la constelación de los circunloquios
- de los circos e loco
- caes en la cuenta
- pero ya es tarde
volver volver a tus brazos otra vez. (77-78)
Encontramos en su obra también la burla al nacionalismo patriotero, así como la imposibilidad de resolver una herencia cultural conflictiva. Una vez que la voz poética explora estas circunstancias, generalmente se deja llevar por el ritmo de los acontecimientos o, casi vencida, cierra el poema con una sentencia de aprendizaje:
confundir en las nieblas de tu memoria
los comunes lugares oh de mi patria tricolor harapo
amarilloazulyrojoesperanzacomepiojo
de no saber hacia donde pedalear tu amazónico conjunto de
inservibles recuerdos. (83)
En otros versos que ilustran la combinatoria de burla infantil con pobreza social y conflictos familiares, dice:
la dirección de la zorrita que me pidió la visitara en el DF
ella trabaja cuento de meca para mantener a sus tres niños
nunca lo ha hecho en la capital porque no quiere que sus niños
lleguen a enterarse releo
ese oficio no me gusta mantantirun tirulán. (85-86)
Si los poemas anteriores ilustran en parte lo que Fernando Nieto Cadena ha venido desarrollando, los que fueron escritos entre 1995-1996 susbtraen de ese corpus los más afinados elementos para organizar una poética del destierro. Los parráfos siguientes tratan de mostrar la fenomenología de esa experiencia de descenso al infierno, y centran la lectura de Exilios en los temas amor, sexo, muerte y orfandad.
En su ensayo Hacia una crítica dialéctica, Frederick Jameson sostiene que:
La fenomenología es precisamente el intento de decir no lo que es un pensamiento, tanto como la manera en que se siente. No busca hacer afirmaciones sobre el contenido (aquello que es de manera momentánea puesto entre paréntesis) sino describir las operaciones mentales que corresponden a ese contenido en toda su especificidad temporal. Su modo de prueba, para el lector, no consiste en la argumentación lógica sino en el shock o la falla del reconocimiento. (306)
Para Jameson, hay que leer un texto con la predisposición de detectar la perspectiva de quien escribe y establecer "las operaciones mentales que corresponden a ese contenido" emitido por la voz poética. Esa lectura, en el caso de los poemas de Nieto, parte del reconocimiento de que la voz poética vive el amor de manera conflictiva, no como algo estable (monogamia, sólido compromiso de pareja o familia), sino como sexo fugaz que se afana en eternizarse. Esta pérdida y afanosa recuperación del amor y tiempo personal estructuran la encrucijada de su vida.
En otros libros, Nieto habla desde un sujeto masculino que mantiene la frescura del humor adolescente y la picardía del amante ilícito, que está dispuesto al debate y rehúsa hacer de su vida un cómodo trampolín para afiliarse a una mentalidad burguesa que se olvida del dolor o abandera un gratuito egoísmo. En otros libros indica también que sólo el amor nos redime de la orfandad y el abandono, pues quizá de esta manera podamos entender el shock y la falla fenomenológica de sus poemas y de la que nos habla Jameson. Este desgarre personal y cultural es una de las característica mas notables de una masculinidad latinoamericana conflictiva y agobiada en su proceso de transformación y madurez, que ha pagado un precio muy alto por hacer de la duda permanente su principio de vida.
Exilios no se refiere al exilio político al que millones se vieron abocados a causa de la intolerancia de los régimenes dictatoriales, sino al otro: al exilio de la familia y de sí mismo, es un canto a la orfandad y a la imposibilidad de realizar los sueños y deseos. En Exilios, la subjetividad de la voz masculina se expresa como un incesante ajetreo de emociones y muestrario de cicatrices que el tiempo ha dejado, a través de las máscaras que usamos para ocultar nuestras responsabilidades, temores y debilidades. La ausencia del padre y el recuerdo de la madre se convierten en la fuerza totalizadora que hegemoniza el pasado y determina el presente. Exilios es un recuento grave, por instantáneas, que nos remite a los grandes exiliados de la historia: las víctimas, Cristo, los personajes de Kafka y Dostoviesky; los criminales y el hombre común de la calle asomado al oscuro abismo que es Dios y que no entiende; o al destino o al tiempo o a la cultura. En Exilios vivimos el momento de mayor oscuridad y desasosiego que Nieto haya mostrado hasta ahora. Es el cuadro de una severa crisis. Aquí demuestra que la felicidad no depende de las voluntades individuales y que no se puede vivir el presente mientras se niega que el pasado es, en realidad, un proceso. Sin embargo, prepararse para aceptar el pasado como una fuerza transformadora requiere de braveza y lucidez, pues hay que pasar por un momenta de transición que incluye grandes riesgos:
Un paquete de basura navega por el estero.
Trato de responder a esa pregunta de hace mil años
trato de responder cuál ha sido mi día más triste y caigo en el replagio de
repetir lo ya dicho
mi día mas triste no ha llegado todavía
sé que pronto llegará
sé que pronto estas palabras ya no tendrán ningún sentido
Una mujer lloró leyendo estos versos
me dijo cómo puede alguien vivir con esta soledad tan grande
no pude contestarle no le pude decir que desde hace mucho esto no es vida ni muerte ni nada
no le pude decir que esta soledad tan grande es todo lo único que he tenido
Esta noche al decirte adiós sé que empecé a despedirme de la isla.
Busco alguna salida un camino que me permita descaminar todo  
lo desandado ya no quiero jugar con palabras de otros desalientos
ya no las palabras este ardid espectral de sombras y misterios
Pero a una resolución le sucede una negación. En el umbral de los grandes cambios hay un instante en que volvemos a negarlo todo y vemos las cosas de manera invertida: el dinamismo del pasado se niega en nombre de una estabilidad presente que se supone (y suponemos) eterna, el amor se convierte en rabia y el optimismo pasa a ser la nueva forza totalizadora:
debo pensarlo bien debo contestar si va en serio lo de mi regreso
debo preparar mis cosas qué dejaré qué llevaré dejo un fracaso infinito
una frustración monumental
¿de qué ha servido todo?
¿para qué este desperdicio de tanta vida inutil gastada entre libros y poemas?
Ahora entiendo mejor aquello de la vana existencia
Camus fue un capo
el único problema filosófico serio es responder si la vida merece la pena
Regreso
Empiezo a escribir que despues de todo morir enredado en tu pelo
sería etc. etc.
Si el pasado no es asumido como proceso sino como un mero archivo al que creemos poder utilizar según nuestras conveniencias, volveremos, tarde o temprano, al mismo punto de partida: el que nos hace suponer o presumir de que somos muy objetivos:
debo decir que estoy recuperando después de muchos años
un pasado que pretendí olvidar para enfrentar el presente
sin lastimaduras patrioteras
puedo hacerlo ahora que supongo haber asimilado el dolor de la patria
tras un ejercicio de presunta objetividad sepultadora de la subjetividad
que el terruño desparrama
esto del dolor se siente en los riñones hígados testículos estómagos
no importa que sea de la patria grande o chica el despelote es el mismo pienso haber asimilado ya ese dolor pienso
Pero volver al inicio es volver al recuerdo. Y el recuerdo, cuando no nos ayuda a revalorar la vida, puede ser también el final del ciclo y la última página del libro. Nieto lo sabe y deja que la prudencia aparezca en medio del temor, como una ayuda del antiguo guerrero al niño o adolescente que todos llevamos dentro:
me instalo en la lectura de estos años vividos al margen de ese amargo dolor de patria
de esa histeria en trance de naufragio alguien dice que nunca me fui
que permanecí entre ellos tal vez sea cierto
encontré una isla donde pude sobrevivir con la precaria memoria puesta en el presente
hice planes para mañana porque nunca tuve más futuro para asombrarme de estar vivo
una mujer me acompaña en medio de sobresaltos y desencuentros
le digo que escribo para ella y no me cree encuentra indicios que no le corresponden no se percata del disfraz del extremo cuidado
que debo poner para el despiste a ratos
uno -yo- pienso que los poetas románticos no se complicaban tanto la escritura
a ratos mejor vuelvo a mi negativa de regresar por unos meses
a esa ciudad que sólo existe en mis recuerdos
ni siquiera la edición de unos libros me entusiasma
aun no estoy preparado aun no es hora aun debo resolver ciertos ajustes conmigo mismo entre tanto
En Exilios, el proceso de revisión del sujeto masculino marginal es arduo, brutal y conmovedor. Cuando se acomete dicha empresa hay que tener objetivos claros, vislumbrar de antemano los posibles errores, evaluar el terreno y las fuerzas del enemigo, pues es el combate del instinto contra el cansancio, de la sospecha contra la fragilidad, de la razón contra lo imaginario burocratizado (Burke 225-29), de la oportunidad de regresar y recuperar el ritmo que dejamos atrás versus la ingenua totalización de un tiempo hegemónico que se autodenomina "ideal" "perfecto" o "bendito". Caso contrario, haremos de nuestro presente un exilio, esta vez permante y fatal:
Voy a empezar a contar mi cuenta regresiva.
Al fin y al cabo nadie me echara de menos cuando falte
a la hora de los recuerdos
nadie que no sea el eco de trabalenguas aun no descifrados en los parques.
Hablé de mi ciudad como si no supiera que nunca tuve una ciudad
para mi duelo
nunca tuve a mano cuando más necesite el abrazo de una mujer enamorada jamás supe de un beso cuando la depresión aprisionó
mis falsos optimismos ante la muerte.
No me quejo.
Entiende por favor que no me quejo tan sólo me despido
En este comentario he tratado de establecer la encrucijada existencial que Fernando Nieto Cadena plantea en Exilios, algunos de sus temas centrales y la manera en que la obra poética es representativa de un momento de la escritura de su autor y de una actitud que corresponde a una gran parte de la población masculina latinoamericana. De allí su doble e inmenso valor. Exilios requiere de una lectura realizada a varios tiempos, pues el peso de su mensaje puede servir para reafirmar algunas sospechas y presupuestos de la propia rutina y el tiempo domesticado que quiere combatir, o para labrar dialécticamente una actitud más positiva, saludable y madura. Cuando logremos hacer esto último, podremos invitar a Jung, Jameson y a todos aquellos que llevamos dentro, y agradecerle a Fernando Nieto Cadena lo mucho que nos ha ayudado a pensar mejor la vida que llevamos.
obras citadas
Benjamin, Walter. Reflections. New York: Schocken Books, 1986.
Burke, Kenneth. Attitudes Toward History. Berkeley: U of California P, 1984.
Jackson, Richard L. Black Writers and Latin America. Cross-Cultural Affinities.  Washington, DC: Howard UP, 1998.
---. Black Writers in Latin America. Albuquerque: U of New Mexico P, 1979.
Jameson, Frederick. "Hacia una crítica dialéctica" en Marxism and Form. Twentieth
---. Century Dialectical Theories of Literature. Princeton: Princenton UP, 1974.
Nieto Cadena, Fernando. Exilios.
---. Somos asuntos de muchísimas personas. Mexico: Boldó & Climens, 1984.
Williams, Raymond. Marxism and Literature. Oxford: Oxford UP, 1977.

jueves, 16 de marzo de 2017

Fernando Nieto Cadena: Roberto Roena y cartas desde México (2 de 3)

Murió "el gordo Nieto" y algo se ha movido en el mundo literario de Guayaquil, Tabasco y Campeche (isla del Carmen) y quizá el DF. Y comienzan las especulaciones e iniciativas por rendirle justicia post-mortem. Entiendo el afán de quienes lo conocieron pero lo que no se da (o consigue) en la vida, no tiene sentido darlo (o conseguirlo) en la muerte. Vivir para la eternidad es parte de un discurso adoptado, pocas veces pensado y mucho menos sentido. Esta postura tampoco es nueva: existe y es documentable a lo largo de la historia: Ubi Sunt vs Carpe Diem o, de manera más amplia, en las "Meditaciones" de Marcos Aurelius.
¿Qué harán las autoridades del Consulado de Ecuador en México con las cenizas de Nieto? ¿Acaso publicarán sus tantas obras inéditas? ¿En qué manipulaciones entrarán sus "amigos de última hora" y los burócratas de la cultura de Ecuador (esos que tanto detestaba el gordo) para aparentar cercanía con alguien de quien supieron solo de lo lejos? No lo sé. Personalmente pienso tiene sentido que sus cenizas queden en la tierra que le dio cariño y lo recibió mejor que su lugar natal. Creo también que su obra debe ser puesta en la red, de manera gratuita, de libre acceso y sin restricciones de ningún tipo, pues Nieto tenía varias obras, inclusive diagramadas, listas para ser impresas. (Me contó una vez que eran más de nueve y yo mismo tuve copias de tres poemarios de versos largos, casi prosa, muy en la línea coloquial y personal que lo caracterizaban). Digo esto porque posiblemente no se publiquen de otra manera y, más vale, aparecerán algunos que creerán que hay dinero detrás y reclamarán derechos de copia o autoría, como ocurre frecuentemente en nuestras ingratas repúblicas. Que esto quede de lección para todos nosotros, para cuando nos llegue la hora del viaje: hay que dejar la casa en orden, las cosas definidas y no cargárselas a los demás. Irresponsables en la vida nunca son perdonados en la muerte. "Lo que me vayan a dar / que me lo den en vida" dice Roberta Roena:

Incluyo abajo dos publicaciones, del 89 y el 90, en las aparece claramente lo que mi querido gordo Nieto pensaba de su identidad, Guayaquil, la política y la amistad. Hasta donde sé y recuerdo, se mantuvo fiel a su pensamiento, refrescado acaso (¿profundizado?) por su residencia en México.




jueves, 9 de marzo de 2017

Fernando Nieto Cadena ha muerto (1 de 3)


Lo supe hoy. Me dicen que encontraron su cuerpo ya abandonado a las horas (o días). No quiero pensar más en esos detalles. Diré como Machado en su poema: "No puedo cantar ni quiero/ a ese Jesus del madero/ sino al que anduvo en la mar". Que los dioses te acompañen gordo querido, mucho nos diste en la vida, no espero más en la muerte.
Pongo estos sus poemas y una vieja entrevista que salió en mi "El eco de un tambor":


NUEVOS SILENCIOS
(Fragmentos)
Alguien se conmueve por el buen uso de los paréntesis de un poeta
lo chévere es que lo dice en serio sin aguafiestas ánimo irónico
A veces soy yo quien se pregunta cómo se puede llamar a eso crítica
cómo se puede publicar impunemente un adefesio así
Alguien se felicita por ser fan de un poeta que utiliza admirablemente las comillas
otro se conturba con el sabio manejo de los desaprensivos guiones
Me sigo cuestionando si eso es crítica yo podría escandir el recurso de los
pronominales líricos como si se tratara de pantaletas en desuso tras la pausa menstrual de una ferviente dispensadora de membresías parnasianas
Alguien lee por sobre mi hombro izquierdo lo que desescribo con la mano derecha
otro festeja los tachones sin escribir de la página en blanco
…..
                                                * * *         
Ya sé me contento con poco
Ahora me preocupa echar un pie con el cuero más sabroso de esa mulatez confesa
y en ejercicio de sabrosura que me acompaña hoy
vino a visitarme porque le dijeron que estaba solo ejerciendo mi oficio de solitario
ella es mi paisana mi ñera esmeraldeña mi socia de catres y otros danzoneste voy a prepará chupé de pescao con bolón de verdey lo cumple literalmente literal sumando arroz con coco para que no te queje mi sangre para que ya no diga que no se le quiere
Y plan rataplán marimba niche de caña gadúa
con todos los fierros mi pana paiserita del alma mi negra santa
cómo no voy a quererte si me seduces si me alegras si me arrebujas entre tus
muslos si me llevas a los edenes de la muerte pequeñita y me regresas por los acantilados de los engarces al desgaire mientras las congas el bajo los bongós los timbales las campanas festejan nuestro bembé horizontal si el oru nos despierta nos levanta nos lleva y trae baja Ochún se apropia se hace uno en nuestros cuerpos madruga y anochece con nosotros y nos vemos plácidos felices gozosos en espera de más y más pero no todo se ha de gastar en un día

Debemos irnos cada quien a sus territorialidades doméstico-académicas
cada quien con su plante cada quien a sus respectivas muertes intransferibles
* * *
Se dice en mi ciudad si es que se sigue diciendo habla serio loco
y los políticos como siempre enriqueciéndose desaforadamente
y los curas como siempre llevándose a la cama cuanta beata rica cae por la sacristía
y el papa como siempre jodiendo las mujeres no deben abortar porque es pecado
-Habla serio loco
-Serio te estoy hablando
Supongo sólo supongo
no ha cambiado mucho mi ciudad
tal vez unos cuantos arreglos urbanos en su patrimonio arquitectónico
unas cuantas modernizaciones para que no se diga que sólo la capital es visitable

Veo fotos una revista
esa ciudad ya no es mi ciudad
la que nostalgizo a la que me aferro como tabla de salvación no existe
sólo quedan residuos restos de naufragio
después de veinte y pico de años ¿qué me esperaba?
¿qué se iba a conservar tal como la dejé?
-Habla serio loco
-Serio te estoy hablando
Ayer por un choque el autobús permaneció una hora cuarenta y cinco minutos
 parado en espera que se despeje la carretera
los pasajeros inician su ronda de elucubraciones

* * *
Te pones como quien dice en trance de inventario
notarizas los tiempos muertos los tiempos idos el óbito de los recuerdos
te instalas en las equinas equinoccidades esquineras
te das tiempo haces pausa
plantas el callado cayado en la mitad del patio
Recobras un poco de aire aunque sabes que no hay sueste que sople a esta hora
en la pizarra apuntas que los silogismos del sueño patentizan dos bifurcaciones
retrocedes a la página donde subrayaste algo sobre los manierismos posmodernistas
los humores los turbios humores los bajos humores se te suben a media frase
Tu nueva amiga te dice voy a poner filósofo para saber que este teléfono es tuyo
y la verdad que sí es nueva porque evidentemente tú no giras de pensador
uno es lo que los demás determinan que es
atentti cuenta las veces ya escritas de ques no se debe abusar no te amaches poeta
estadística I estadística II finanzas psicología laboral taller de mercadotecnia
Tu próximo trabajo será marcar las ideas básica para la mejor comprensión y
 asimilación de un texto
miro la triste mirada del tristísimo mirar los miramientos entristecidos de la tristeza
las palabras aunque no lo creas descreído de mierda son instrumento de poder
de poder a poder de qué poder se habla así no se va a poder usar el poder del poder

Calma y nos amanecemos con este íngrimo pomo whiskero
por la salud de las ausentes diosas de los congales a vosotras invoco mis guardianas
 angelicales mis venerables heroínas las únicas de verdad heroicas
por qué se mueven los pies por qué se acompasan en los ladrillitos del alma
por qué los tambores las congas las flautas las claves
rumba pa ti mi negra rumba pa el que quiera bailarla con un poco de inspiración
si todo el mundo lo está bailando porque no bailas mi rico yambú pa gozá
Tinieblas telarañas en mi sesera
tanto Edipo suelto en la isla me distrae me abruma me desconcierta
todos babeantes por su santa madrecita
todos engallados porque madre sólo hay una
todos en fila incestuosos incontinentes quién lo creyera tan seriecitos que parecen

Camino por el malecón voy al mercado los autos no pueden circular
puto embotellamiento se desgañitan los taxistas y camioneros
las bocinas a todo volumen lleve el regalo que nunca olvidará su dadora de vida
bravo eso es de eso se trata hay que vender ahora es agosto en pleno mayo
cruzo por el parque una mujer se planta frente a un hombre y le exige le reclama
van para tres meses que no se haga el menso el que le pellizcan las vírgenes porque debe dar la pensión que no manche
en el día de las madres he venido a felicitarte
tararí tarará yambeque otra vez hasta cuándo
un poco más y se arma la zafacoca de las mil putas sin agraviar a las presentes
un poco más allá otra mujer se engarza con su perrísimo hombre en un clinch sin
límite de hartazgo en un beso mordelón ahí namá a la vista de todo cuanto dios cruza frente a la iglesia ¡cristo bendito!
despierta mami despierta mira que ya amaneció
hace rato que amaneció conchetumadre bocinero
Martes 10 en otros lugares se festeja a las madres el segundo domingo de mayo
por puro gadejo o sea por lo mismo busco las novelas de Fernando Vallejo
sobre todo La virgen de los sicarios y El desbarrancadero para transitar por los
extremos edípicos mal resueltos diría el locuaz aprendiz psicoanalista de pacotilla que anida en todo literato 

ENTREVISTA A FERNANDO NIETO CADENA

Tu poesía empieza a ser conocida durante los años 70, alrededor del trabajo del grupo Sicoseo. Pero eso, en cierta medida, es el resultado de un proceso que se venía dando desde los años 60. En tu caso, cuáles son las fuentes personales, artísticas, ideológicas e intelectuales que estructuran ese proceso que desemboca en Sicoseo.

De golpe, sin anestesia, caer otra vez en los recovecos de una nostalgia prehistórica, me convierte en el animal memorioso y sentimental de siempre, porque contestar la pregunta casi me obliga a realizar un inesperado ajuste de cuentas (y cuentos) con algún olor a testamento pre-rigoris mortis o como se diga en la jerga de los anticuarios con el latinajo a flor de labios. Sea.

 Se supone que debo ponerle orden a la saudade.

a) Sobre las fuentes personales. Una mujer, Doris, bailarina por entonces (el entonces se refiere a los años 60 o 61, en mis años de adolescente con ojos boquiabiertos) estrella del Candy Boite Club (simple y llano cabaret de puerto con una que otra influencia escenográfica de película mexicana a lo Juan Orol) me dijo que yo tenía cara de poeta. Ofendido en mi más insidiosa pubertad le contesté con el machismo ya atesorado a mi destierna edad que a mi nadie me decía marica (todo esto al amparo de los amigos de la neivi nativa que para evitar me haga cura –decían- por estudiar en el colegio San José, La Salle, me llevaban a esos centros culturales nocturnos para que las féminas me iniciaran en los embelesos de la cumbia horizontal. Después, romance más o menos febril, ella me prestó libros de poesía porque curiosamente leía poemas que por supuesto iban del medroso Bécquer al edípico Acuña por aquello de ‘en medio de nosotros mi madre como un dios’. Entre esos libros me prestó uno que me perdió para siempre, Los heraldos negros. Doris me explicó, teoría y práctica, la vida de los poetas y que las costumbres hormonales nada tienen que ver con este oficio que sí me gusta, matantirun tirulán.

b) De las fuentes artísticas que por lo mismo son ideológicas e intelectuales. Por la edad risueña antes mencionada ya era un lector más o menos voraz de todo cuanto pudiera ser susceptible de leerse, desde los clásicos ilustrados de Novaro Editores, Barrabases, Life, Okey, Ecrán, El llanero solitario, Tarzán, Superman y todos las historietas posibles que llegaban a un puesto de revistas a cinco metros del hogar dulce hogar. Para entonces ya me había leído todo el acerbo –que por lo visto no era mucho- de una librería infantil que el municipio puso por la esquina noroeste del parque Centenario. También por esa época había leído y me había atormentado sin saber por qué con las Poesías escogidas de Medardo Ángel Silva en la edición francesa con prólogo de Gonzalo Zaldumbide (lo de Medardo, marcó más que mi poesía mi visión de la vida por ese pesimismo que dicen quienes saben que se parapeta en mis textos. También leí Motke, el ladrón de cuyo autor nunca he logrado saber ni recordar su nombre. Mi tío paterno me regaló El muro de Jean Paul Sartre que contribuyó a incrementar mi confusión general y mi incipiente pero ya creciente desdén por el mundo establecido que para entonces se resumía en la autoridad civil, militar y religiosa. Después cayó en mis manos un libro de un francés de quien tampoco recuerdo su nombre pero si el título de su libro, Corrientes filosóficas contemporáneas, un estudio sobre el marxismo, el existencialismo y el personalismo cristiano. Al rato leí Sobre la educación de Nina Kroskaia –o algo así, luego supe que fue la esposa de Lenin. Paralelamente un amigo militante de urje (unión revolucionaria de la juventud ecuatoriana) me invitaba a su casa por las noches para escuchar los discursos maratónicos de Fidel Castro que Radio Habana transmitía tras el triunfo guerrillero. Todo esto mientras devoraba los cuadernillos de poesía de Simón Latino que me puso en contacto con los principales poetas latinoamericanos, donde el inefable Neruda incluido junto a Porfirio Barba-Jacob o José Asunción Silva me entusiasmaban mientras iba descubriendo a Euler Granda, Jorge Carrera Andrade, Alfredo Gangotena y en un suplemento, creo de El Universo, Un hombre muerto a puntapiés de Pablo Palacio, y en Vistazo sale un reportaje sobre los Tzántzicos a pretexto del Café 77. Justo terminó mis estudios secundarios y me trepó a Quito para estudiar literatura en la Universidad Católica, donde me encuentro con Raúl Pérez Reyes, Gustavo Cabrera y Julio Pazos. Los dos primeros tuvieron prisa en fugarse de la vida, sobre todo Gustavo que se fue a comienzos de los setenta. En la universidad conocí a Francisco Tobar García, con quien tuve alguna desavenencia política y a quien nunca pude agradecerle por todo lo que aprendí más que en sus clases en su poesía. A él le debo mi acercamiento a Rilke, Novalis, Hölderlin, Stefan George, Takl, Michaux (Gangotena de por medio),Ezra Pound, Eliot, Oscar de Lubicz Milozs, Ungareti, Seferis y el Ulises de Joyce y Contrapunto de Aldous Huxley y la Feria de vanidades de Thackeray y, dicho en términos mexicanos, un rechingo de obras como Cien años de Soledad y Paradiso, a pocos meses de haber salido de las editoriales y a escritores como Borges, Cabrera Infante, Juan Lizcano, Leopoldo Marechal, Vargas Llosa, Rulfo y valga el lugar común, muchos más. Rayuela la leí en el 66 por culpa de un amigo de Gustavo Cabrera que fue a México donde vivía un pintor ambateño amigo suyo y regresó entre otras cosas con ese libro y la revista El corno emplumado. Por culpa de esta revista supe de la generación beat, leí fragmentos de Aullido, disfruté ya por mi cuenta de En el camino de Kerouac, de los nadaístas colombianos (de ellos supe por una maestra de Estilística que provocó mi primera lectura pública como poeta ante mis compañeros). Y así, en abril de 1970, regresé a Guayaquil, para iniciar el primer cierre de mi turno al bate que dio lugar a Sicoseo de breve pero enjundiosa memoria, sobre todo por lo que no hicimos (o no fuimos capaces de hacer) aunque eso sí nos sicoseamos y sicoseamos sabroso el mate entre cerveza y cerveza para descomponer el mundo que ni siquiera se dio por aludido. Fin de la primera llamada.

Dentro de ese proceso, qué importancia tuvo y tendrá (luego ya, en Sicoseo, en el FADI –Frente Amplio de Izquierda-, el Frente Cultural) la política, el marxismo, las dictaduras militares y el rol de lo que Gramsci llamaba el intelectual orgánico? ¿Y de qué manera tus poemas se ven afectados por esas coyunturas?

Bueno, creo que nuestro comportamiento era más de intelectuales orgásmicos que orgánicos, con un venturoso ingenuo romanticismo presuntamente de intelectual comprometido, a la manera de un siempre mal asimilado Sartre, en espera de tropezarnos con la revolución a la vuelta de la esquina estando muchos de nosotros (ah, los de entonces que ya no bebemos ni escribimos la mismo) de regreso de donde nunca estuvimos. El candor juvenil dirían los abuelos.

De pronto me vuelvo a encontrar sicoseándome el mate para descubrir a balón pasado cómo la cuestión política se empiernó con mi trabajo literario.

Desde hace mucho, desde que asumí mi elemental  y primitiva condición de pobrecito poeta (a la manera del fraterno Roque Dalton), algo así como un desescritor de cotidianidades, mi consigna existencial ha sido que todo tiempo pasado siempre fue peor. Trato de recordar y me encuentro que en realidad quiero saber si existió algo que de manera tan solemne, grave y almidonada respondió al membrete de fadi, como casi todo, imitación servil de lo que se hacía en otros territorios, Uruguay concretamente. Lo del Frente Cultural fue una vaina de la gente abrigada por La bufanda del sol, a la que Sicoseo correspondió por aquello de que también los guayacos nos vestimos con las modas de la culta izquierda que oraculizaban el advenimiento triunfal de esos tiempos que el delirante/hilarante (hoy lo sabemos) Bob Dylan proclamó que estaban cambiando. Y ya hemos visto cómo cambiaron. Eran los tiempos gozosos cuando el Che todavía no era una camiseta de consumo de post adolescente clasemierdero y hasta nos creímos que la palabra, la poesía era un arma de combate sin percatarnos de la admonición anticipativa de lo dicho por Alberti a través de Serrat, se equivocó la paloma. No porque haya sido un error abrazar el marxismo y abrasarnos con sus enseñanzas que no pudimos, no quisimos o no supimos vivirlas más allá de la pose a lo pensador de Rodin que tanto disfrutó mostrar como el mejor perfil de nuestra infantil (Lenin al bate) militancia de intelectuales con pretensiones de bocineros de los desheredados, ay, de la fortuna, uf.
Eduardo Galeano alguna vez dijo que los asumidos como intelectuales de izquierda por nuestra propia cuenta y vanidad nos convencimos que el pueblo (esa entelequia que nunca comprendimos bien qué denotaba el vocablo) no sólo era mudo (por aquello de prestarle la voz) sino también sordo ya que nunca escuchó nuestras iluminadas palabras y siguió votando por sus explotadores de ayer, hoy y siempre. Sólo que ese indescifrable pueblo ni era mudo ni era sordo. Sucedió que no servimos para ser la conciencia crítica de nadie porque ni siquiera supimos ser conciencia crítica de nosotros mismos.
 Esto resume, supongo, y explica por que escribí lo que escribí y cómo lo escribí y por qué ahora escribo lo que escribo y por qué escribo cómo escribo. Tal vez esto me salvó de caer en el panfleto y me evitó la vergüenza de escribir loas y advenimientos de insurrecciones triunfantes a punta de versos bien intencionados para conmover a los comisarios de turno.
 Cada vez que puedo repito lo que el enfebrecido Hölderlin mascullaba en sus repentinos saltos a la cordura, para qué poetas en tiempos de miseria. Todo mi trabajo literario pretende ser más que una respuesta a esa pregunta, una constante indagación para descubrir para qué la poesía en un país como el nuestro, dolarizadamente corrupto, derrotado por la mediocridad cobarde de los cobardes mediocres. Lo de dolarizado no significa que sólo a partir de la dolarización la clase gobernante-dominante (para usar un viejo memorable estribillo de aquellos edénicos tiempos cuando aspirábamos a ser algo así como los animales puros entre los políticos animales del aforismo aristotélico) sea corrupta. Siempre lo fue, desde mucho antes de inventarse a nuestro paisito de bolsillo.
 Aunque siga siendo cierto eso de que nosotros los de entonces ya no somos los mismos (reprise nerudiano), lo que alguna vez dijo Willington Paredes sobre mi poesía es justo recordarlo, es como hacer un hueco en la cotidianidad para mirar hacia dentro de la cotidianidad (más o menos sic). Si mi trabajo siempre ha rondado las esquinas de la cotidianidad es inevitable que eso que de algún modo reconocemos como realidad exterior ha dictado, determinado, impuesto, sugerido mi escritura. En los años setenta cuando padecimos las ridículas dictaduras de pacotilla, mi poesía respondió a ese avatar (para usar la palabrita que tanto onanizan los felizmente filosófica-política-poéticamente correctos).
 Si de algo presumo y conservo de aquellos fundacionales (je je) tiempos sicoseantes es mi capacidad para seguirme indignando ante los desmierdes del mundo, conservo casi intacta mi capacidad para pelearme y buscarme enemigos por el simple hecho de contradecir la estupidez humana cuando osa tropezar conmigo. Como quien dice, desde mi más temprana edad eso que llaman inteligencia emocional la mandé al carajo. Y en esto algo o mucho tuvieron que ver los no muy sacros textos marxistas que me convirtieron en la oveja roja de mi familia.

Esto nos lleva a plantearnos cómo los filtros del mundo exterior se tradujeron en los filtros poéticos de tu trabajo, cómo el mundo circundante fue también el mundo poético. ¿Hasta dónde el cartelismo, hasta dónde la proclama en tu poesía? ¿Cómo la diferencias de poemas declarativos y simples reproductores de lo externo?

Uno de los textos que determinaron mi percepción de la vida para el intento de elaborar mi personal cosmogonía poética, oh la la, fue La feria de Juan José Arreola. Se sumó a lo que percutía en mi sicoseado cerebro a partir de los textos de Joyce, del Trilce vallejiano y los cantares de Ezra Pound. Todo este revoltijo junto a Rilke, Seferis, Aimé Cesaire, algo de Neruda en sus residencias terrestres y la desmesura de los beats, se confabularon para que mi poesía asumiera un cierto exteriorismo, a la manera de primer Ernesto Cardenal, y se ocupara en recuperar viejas adolescentes obsesiones donde el tañer de timbales, congas y bongós -sin haberlo sabido- percutían lo que devendría mi pertenencia y presencia en estos costados del planeta. Por abrazar y abrasarme en las indagaciones afrocaribes, uno de los cuestionamientos que me hicieron fue que siendo un blanquiñoso de mierda cómo podía apropiarme de la tradición musical afrocaribe. En un extremo racista a la inversa, que eso era vaina de negros no de blanquiñosos. Puerilidades aparte, no creo haberme revolcado –literariamente- en el cartelismo, para sufrimiento y desespero de algunos comisarios del manualismo marxiano que vieron y deploraron en Sicoseo, por aquello de la divina salsa, una expresión de colonialismo cultural, vaina que sólo sus anteojeras partidistas de revolucionarios a la vuelta de la esquina les hizo ver. Lo que hubo, supongo, o mejor dicho hay en mi poesía, la de entonces y la de ahora, es una testificación del tiempo vivido con algo, para no desdeñar viejos membretes, de conciencia social atestiguadora del desmadre colectivo que es nuestro narcisista subdesarrollo político, económico, cultural (en su noción vulgar como sinónimo de producción artística) y mental. Los de entonces eran poemas exterioristas (si algo denota esta palabreja, un poco a la manera de Cardenal y Nicanor Parra). Ahora, pienso, son intimistas pero curiosamente su forma es un tanto épica en el sentido de pretender construir una epicidad que rumie las entrañas más íntimas de una intimidatoria cotidianidad no siempre lo suficientemente existencializada. Tal vez por eso se piense que soy reiterativo, porque reincido una y otra vez en hurgar aquello que menos conozco, los múltiples yos que se ensimisman y empecinan en resucitar el cadáver que alguna vez llegaré a ser. No creo necesario insistir en que si es cierta la afirmación ortegagasetiana del ser y su circunstancia, han sido precisamente las circunstancias de una asordinada vida azarosa la que dicta todo mi discurso poético, si no resulta excesivo y agobiante presumir de un discurso personal no intransferible.

Ya en Sicoseo ¿Cómo se redefinió tu trabajo poético, qué cambió en tu persona privada y artística? ¿Qué valor le das al breve lapso que duró el grupo y, no obstante, dejó algunas cosas expuestas en el tapete?

Más que una redefinición de mi trabajo poético, Sicoseo fue un punto de partida para esclarecer el cómo y por qué de un discurso que trastabillaba sin encontrar una tradición que no sea la complacencia perdonavidas de la mediocridad asfixiante. La fugacidad de Sicoseo sirvió para desolemnizarme y mirar con desconfianza la vocinglería retórica, municipal y espesa de esos tiempos que supongo fueron iniciáticos en más de un sentido para quienes intentábamos encontrar una personalidad más allá del provinciano aplauso que se regodeaba con el recuerdo de los tótems nutricios de una ecuatorianidad nunca demostrada su existencia pero autosatisfecha en su lamentación acomplejada. En realidad me ayudó a faltarle el respeto a los nombres y mitos consagrados y definitorios dentro de eso que ahora la moda llama canon y que no ha sido más que una triste procesión de nichos mortuorios bobaliconamente venerados. De pronto descubrí que no tenía un pasado al cual asirme por lo que debí fabular una tradición fuera de la patriótica histeria historiográfica y encontrar apoyos en literaturas que después de todo nunca fueron foráneas si es cierto eso de que la patria de los escritores es el lenguaje. Contradictoriamente tal vez fui excesivamente cartesiano en eso de la duda metódica aunque en realidad para mí la consigna precisa nunca fue el cogito ergo sum sino el coito ego sum. Sospecho que lo más relevante de Sicoseo fue que mantuvimos durante algún tiempo, unos más otros menos, una actitud algo homogénea ante la literatura que por entonces fue también una actitud ante la vida. No duro mucho porque la vida es intransigente y se dedicó a cooptarnos, también a unos más y a otros menos, dentro de ese carnaval de vanidades bien administradas que presuntamente es lo que de alguna manera llamamos carrera literaria, como si fuera una carrera de galgos tras la liebre sinuosa de la elusiva abusiva posteridad, es decir, la fama y sus oropeles grandilocuentes. Por otra parte Sicoseo me ayudó a autoconvencerme que la única manera de escapar al enmohecimiento literario era escapar del solar nativo para desde lejos asistir a la parodia de país donde nacimos, sumido en un país (aquí donde he decidido quedarme) que como bien se sabe tampoco canta mal las rancheras de la mixtificación social.

Has mencionado "timbales, congas y bongós", luego hecho mención a un "ensimismamientos de yos". ¿Por qué esos referentes culturales? ¿Por qué la salsa y lo afro (o africano) si, viniendo como vienes, del trópico ecuatoriano, y de Guayaquil más concretamente, en esta ciudad los contribuyentes son también indígenas andinos, montuvios (o montubios), es decir, del campesinado costero, que no es precisamente negro? ¿Qué es lo que te permite asumir lo afro en relación a la indagación interna de esos "yos" que mencionas?

Te decía que de pronto me encontré con que no tenía, literariamente, un pasado al cual asirme por lo que debí inventarme una tradición fuera de la histeria patriotoide. Uno de mis descubrimientos, vía la revisión de ese cuento de la patria, fue el hallazgo de unos recuerdos infantiles donde la música afrocaribe era el armazón de unas noches marcadas por las películas mexicanas de los años cincuenta, cuando Ninón Sevilla y María Antonieta Pons, entre otras rumberas, eran las diosas tormentosas de mi futura búsqueda de una identidad cultural fragmentada. Aquí lo chévere de todo es que fueron películas no vistas sino oídas. En la primera mitad de los cincuenta mi familia vivía en Lorenzo de Garaicoa entre Aguirre y Clemente Ballén (si nos le han cambiado el nombre a esas calles). La pared trasera de la casa colindaba con la parte trasera, justo por ahí debió estar la pantalla, del cine Apolo, sito en la calle 6 de Marzo hasta el incendio punitivo con que el público soberano redujo a cenizas (al cine Apolo, no a mi casa; dicho sea de paso, no sé si todavía a los cines se les sigue diciendo teatro) porque el capitán del ritmo, don Daniel Santos, no pudo cantar gracias a una excesiva dosis de alcohol y marihuana –dixit la voz de dios o sea la voz del pueblo que nunca miente. Bueno, sucede que mi dormitorio quedaba en la parte de atrás de la casa por lo que estuve condenado a escuchar todas las películas que pasaban en ese cine y de paso a los artistas que se presentaban en los intermedios de las dos películas que usualmente se pasaban entonces en las funciones de matiné y noche. Después supe que esa música era música de negros, una música que me cosquilla los pies cuando los tambores reclaman el imperio de una sensualidad aún no descubierta. Por otra parte, dentro de la blanquiñosidad familiar mi mamá era la negra por su piel acanelada que de alguna manera me hizo pensar, conocidas las leyes mendelianas de la herencia, que algún niche berraco en alguna lejana generación de los Cadena Gudiño se empiernó con alguna antepasada mía, o acaso fue un antepasado que pasó por sobre el ardoroso cuerpo de una morena del valle del Chota (la sección materna de quien soy proviene del Imbabura, de Atuntaqui). En fin, nunca me interesó la arqueología familiar ni me preocupé de establecer ningún árbol genealógico. Sospecho que por algún costado de la sección materna de mis apellidos la negritud se coló. Esto lo asumí como explicación de por qué al escuchar esa música me tamborilea el corazón y me arrastran esos tañidos hacia una necesidad de soñar en una edad feliz –que no es la martiana- donde agazapados tótems nutricios tratan de resucitarme una herencia desteñida por el tiempo. A partir de esto la posibilidad de instalarme en la comodidad de un yo único, irreversible e intransferible se perdió para siempre. Así empecé a desarrollar mi propio exilio, existencial y literario, para arroparme con los yos necesario para ir articulando un discurso presuntuosamente personal, como si tal despropósito fuera posible en tiempos como los nuestros, bárbaramente poéticos –dixit Cardenal. En lo que se refiere a Guayaquil. Alguna vez el lexicólogo cubano Juan José Arrom (desde antes del triunfó de la revolución vivió en Nueva York, donde murió hace ya algunos años que cada vez son muchos más) durante una charla en La Habana me confirmó que la zona de influencia cultural del Caribe llegaba por el Pacífico, en América del Sur, hasta Guayaquil. Sigo pensando que llega hasta Moquegua, al sur del Perú, pero si él lo decía quién soy yo para contradecirle. Todo esta vida fuera de Guayaquil me ha ratificado que Guayaquil, a pesar de estar en el Pacífico es un puerto caribe. Como sabes nadie ni nada, en vainas de cultura y razas es químicamente cien por cierto puro. Cierto, hay una presencia andina en lo que podríamos llamar como, doblemente entrecursivado, cultura guayaquileña. Sucede pues que si bien lo de la identidad es inevitable y quiérase o no uno debe asumir su pertenencia a una identidad, yo, en pleno derecho de mis muy personales-egoístas-contradictorios-irracionales derechos que me imagino algo tienen que ver con mi libre albedrío, decidí alguna vez que el rasgo de mi identidad cultural como guayaquileño –ojo. guayaquileño digo, no ecuatoriano- que privilegio como factotum de mi ser y estar sobre este planeta es la parte tangencial o diametral que tiene que ver con la afrocaribeñidad. Si esto no convence, molesta o resulta incomprensible para algunos alguienes embadurnados por el cordón umbilical de la patria equinoccial y su tricolor bandera de oro azul y grana, peor para ellos.

Tienes referentes culturales y literarios nacionales e internacionales, locales y clásicos, de la "alta y baja" cultura. ¿Cómo describirías tu trabajo en el contexto de esas influencias? ¿Qué es lo nuevo que tú crees ofrecer a Ecuador, a México, a tus lectores y a ti mismo?

Supongo necesario para ir entrando en calor recapitular un poco y enfatizar algo más sobre uno de los nombres que mencioné antes, el de James Joyce, de quien suelo decir para remarcar lo mucho que le debo literaria y vivencialmente que me copia mucho. Así resumo y presumo una de las más fuertes influencias que he recibido, asumido y espero que asimilado.
La otra es la de César Vallejo. Hay una que ha pasado desapercibida en Ecuador, fuera es lógico que no pudieran detectarla. La de Medardo Ángel Silva, que para muchos podrá resultar contradictoria pero es la que marca esa visión realista que los normales y políticamente correctos llaman pesimismo en mis textos y que no es otra cosa que intentar la vieja enseñanza de Pablo Palacio, el descrédito de la realidad presente o, regresando al reviejo joven Joyce, evidenciar la futilidad y anarquía –yo diría irracionalidad deshumanizada- de la historia contemporánea como dictaminó Eliot al reseñar el Ulises por todos –casi todos- venerado. Supongo que lo novedoso de mi propuesta fue el hecho de pedir prestado ciertas voces y ambientes de los llamados marginales para instaurar un discurso lejano a las complacencias de los hedonistas y estetas por resentimiento y confusión sociales. Por un lado fue la comprensión de exilio –autoexilio sería más preciso- que se me vino de golpe sin carnaval ni comparsa tras el saqueo a mansalva que hice de los textos joyceanos que desde más o menos 1967 cayeron por mis manos, siempre en fragmentos. En el descubrimiento de Joyce, nuevamente la culpa fue de Paco Tobar, quien me prestó la versión argentina de la editorial Rueda del Ulises. Para completar esta zona de agradecimientos debo apuntar que también a Paco Tobar debo la lectura de Bajo el volcán de Malcolm Lowry, por 1968. Después conseguí Dublinenses y el Retrato de un artista adolescente, el texto previo de Stephen Hero, otra versión previa más del Retrato y otra más versión previa del Ulises, todo por vía de la Editorial Rueda. Después leí Exiliados en Seix Barral, Música de Cámara en Visor y las Cartas a Nora, Premiá Editores. De Finegans Wake sólo tenía datos, referencias y la presunta constatación de la imposibilidad de verlo traducido, por lo que en México pude comprarlo en la versión de Penguin Book sin que haya podido avanzar mucho en su lectura pero como soy creyente de los letrados críticos de las bellas letras comulgo con la afirmación de que es la obra catedralicia de don Joyce, a quien pese a sus poemas sigo considerando el escritor más importante de todos los tiempos, todas las épocas y todas las lenguas. Si es una exageración, sí ¿y qué? a lo mucho lo que demostrará es que mi ignorancia sigue siendo la mayor virtud que puedo exhibir. Y eso que no soy socrático. En fin, lo que pude ofrecer de nuevo es cosa que lo digan los críticos. De vez en cuando jóvenes escritores guayaquileños me escriben y me confían que en mis textos encontraron asideros para dedicarse a la literatura. Sigo pensando que el mejor comentario, la mayor crítica que se le puede hacer a un escritor es que otro escritor le diga que se hizo escritor por la lectura de sus textos. o como la crítica que me hizo un anciano en el reclusorio de la ciudad de Celaya, Guanajuato, quien me dijo que si seguía escribiendo como escribía –esto fue por 1984- terminaría por llegar a escribir como Agustín Lara. Esto nos sitúa en la otra vertiente de mis influencias o referentes culturales: la mal llamada cultura popular. Desde hace muchos años por aquello de que veinte años no es nada, dejé de ponerle apellido a la cultura. De todas maneras a mí me influyó mucho eso que el cervecero Carlitos Marx categorizó como lumpem proletariat, que en él fue una categoría descriptiva pero que sus epígonos y adversarios convirtieron en racismo, en discriminación clasista. Todo esto porque tras vivir en la contra espalda del teatro(cine) Apolo nos pasamos a vivir muy cerca, demasiado cerca del parque Victoria, en Pedro Moncayo y 10 de Agosto. El mercado central estaba cerca, frente a la casa se ponía una feria (en México les llaman tianguis) de pescadores que para variar entre aguardiente Traguito, añejado como güisqui, y marihuana vendían lo capturado en la madrugada. Entre ellos el hermano de un entonces ya olvidado delincuente porteño, Noterrías. Susanboy fue otro personajes de los llamados héroes populares. Y por supuesto aquí tiene que ver el mano a mano entre Olimpo Cárdenas y Julio Jaramillo en el teatro (cine pues) Central, debieron sacar altoparlantes a la calle para que el respetable público que no pudo entrar pudiera escucharlos. Todo esto aderezado con el fulbito callejero nuestro de los sábados y oh, prodigio y maravilla clase mediera, unos amagos de béisbol en el abandonado y destartalado Reed Park. Por supuesto que no faltó la sazón de los salones cerveceros donde la rokola era el altar mayor para acercarse a la guarachita sandunguera o al bolero diván psicoanalista para confesar fracasos de amor. Mi trabajo lírico se inserta no en un rescate de lo popular sino en su aprendizaje, por eso se me hace difícil esbozar qué pude ofrecer al Ecuador ya que fue mucho más lo que recibí de eso que presuntuosamente seguimos llamando pueblo. Acá en México creo que si algohe aportado ha sido por mi trabajo como coordinador de talleres literarios (dentro de una perspectiva y metodología implementada por Miguel Donoso Pareja cuando estuvo por estos costillares planetarios)) que podría resumir como ofrecer una percepción distinta del hecho literario, donde la literatura sea una actitud ante la vida, un modo de ser, vivir y actuar, y no un canibalesco torneo de cruzados en pos de un nuevo peldaño más en el escalafón camino a la inmortalidad. Después de todo para mí escribir es un sólo un oficio más para testimoniar la vida cotidiana a partir de una experimentación lúdica del lenguaje sin descuidar los contenidos semántico-ideológico-estéticos de ese lenguaje.

Completo la pregunta anterior: ¿Cuáles son las diferencias entonces entre tu trabajo en Ecuador y en México? ¿Cómo ha cambiado tu punto de vista y tu poesía? ¿Cuál ha sido o es el resultado de ese viaje a tu interior que ocupa tu poesía?

 Pienso que la diferencia es más de orden formal más que cualitativo. Mientras estuve en Guayaquil fue una visión exterior ya que estaba inserto en la vorágine de esa esquizofrenia social de la presunta patria, nación, país o lo que fuere. No es, espero, contradictorio que estando en el ojo del huracán histérico-histórico mi expresión haya sido exterior a partir del humor, la ironía sobre todo y un cierto desenfado ante las inclemencias del cruel destino que nos recetó una patria así (los peruanos, creo recordar, dicen que ser peruano no es un sentimiento sino un castigo, y eso vale también para nosotros). En todo caso fueron recursos más bien para la supervivencia emocional e intelectual frente a tanto desmadre de corrupción, hipocresía y oportunismo en todos los órdenes de la vida social, política, económica y cultural. Y conste que nadie estaba libre de culpas para soltar el primer madrazo, dicho en términos mexicanos. Esto quiere decir que el cambio se dio hacia una introyección, un intimismo que no sólo ha servido para intimar y/o intimidad a mis íntimas, sino para hacer una revisión de todo lo vivido, y todo lo vivido va en función de la vida concreta y lo soñado y lo deseado, lo alcanzado y lo fracasado. Es curioso, cuando era exteriorista, con algún tinte cardenaliano –no cardenalicio, mi poesía no era de versos largos pero poco a poco se fue extendiendo, hasta ser lo que ahora es, algo así como una épica intimista sustentada en versículos cada vez más dilatados, anchos antes que extensos. El resultado es lo que ahora perpetro. Para algunos será una repetición de lo ya dicho por esta compulsiva y convulsiva obsesión de regodearme en esta casi necropsia taxidermista de mi vida cotidiana. Ahora que lo digo me convenzo en lo cierto de esa frase con brochazo de sabiduría popular, el pez por su boca muere. Alguna vez dije que la insoportable levedad de la poesía de Mario Benedetti era que se autoplagiaba, se copiaba a sí mismo. Mutatis mutandis lo mismo digo de mi trabajo, sólo que en descargo rezongo que no busco más que testimoniar los múltiples azarosos yos que me acompañan desde mi más intrauterina adolescencia de escritor nacido en un país imaginario con nombre de línea imaginaria.

Tu trabajo aborda la crítica literaria y cultural ¿Qué temas, puntos de vista y autores se vuelven fundamentales para ti? ¿Cuál es el límite de la crítica literaria, sobre todo en relación a la seducción intelectual que representa y que ha hecho que muchos poetas o narradores, finalmente, se concentren más en la crítica y dejen a un lado lo creativo literario?

Comencemos por las obviedades. El tema que predomina en mis escarceos intelectuales es la negritud con casi todas sus consecuencias, desde el afroamericanismo pasando por la afrocaribeñidad y uno que otro tímido (por la carencia documental ya que sé que se está trabajando no sé si poco o mucho pero desconozco todo, bueno, casi todo –este casi no creo pase de un dos por ciento de todo lo que se está haciendo) de lo afroecuatoriano. Los autores fundamentales que continuamente releo son Joyce, César Vallejo, Ezra Pound, Allen Ginsberg, Derek Walcott, Aimé Cesaire, Arthur Rimbaud, Rainer María Rilke, Julio Cortázar -particularmente Rayuela, Pablo Palacio, Jorge Enrique Adoum. He re regresado a mi vieja obsesión por la narrativa policíaca con la obra de James Ellroy. Por ahora me interesa esclarecer hasta qué punto Fernando Vallejo y Roberto Bolaño son los escritores rementados que son hoy por su calidad y no por el exotismo escandaloso de su presunta niñez terrible. Como ves son creadores los que me interesan no los teóricos ni los académicos de quienes cada vez olvido más sus iluminados nombres. Me preocupa el presente que es mucho más que esta vergüenza efímera que nos arrastra la insustanciabilidad del tiempo y por ende del espacio. No me angustia el futuro ni sus grandes cataclismos venideros por el derrumbe ecológico porque no estaré presente. Las futuras generaciones ya sabrán qué hacer. No me siento partícipe ni asumo la culpa colectiva por el deterioro del planeta. Hay otros mierdas que sí son responsables y nada les dicen por su humanicidio, sólo que son presidentes, reyes, primeros ministros o pontífices. Del pasado que siempre fue peor trato de sacar alguna enseñanza para seguir tropezándome en la misma piedra. Los límites de la crítica literaria sospecho son los mismo de cualquier otra actividad humana, social pues. Nada contra el ser humano, todo si es a su favor. mi candor me hace parodiar aquello de todo dentro de la revolución nada contra la revolución. Y vale. Los límites de la crítica deben ser el de no rebasar el pudor de la interpretación para degenerar en una bizantina sobre-interpretación, en los términos que el siempre lúcido Umberto Eco planteó durante unas conferencias en Inglaterra hace quién sabe cuántos años. El hecho de que muchos escritores dejen de producir creativamente para devenir críticos literarios es sólo una coartada para disimular, disfrazar o no reconocer su esterilidad de manera franca, abierta y digna. Espero no me pase algo parecido.

Ahora tu experiencia en México: ¿Cómo llegaste? ¿Cómo fuiste recibido? ¿Qué pasó en el DF y qué cambios en Villahermosa e Isla del Carmen? ¿Cómo te ha servido ese cambio del "centro" cultural a lo que podría ser "la periferia"? ¿Vale la dicotomía?

Llegué a México, cesarvallejaniamente hablando, un día del cual tengo ya el recuerdo. Fue el 26 de abril de 1978, abreviemos la anécdota, justo cuando México enfrentaba en Madrid a España en un juego amistoso rumbo al mundial de fútbol en Argentina. Pienso que he sido y sigo siendo bien recibido, que nunca me he sentido extranjero en este país, ni siquiera cuando debo pagar impuestos por el derecho de continuar residiendo aquí. Como siempre, mis fugas dicen una que otra amiga cariñosa, generalmente han tenido que ver con rupturas sentimentales en las que lo que siempre he perdido son libros y discos para volver a comenzar casi de cero esa acumulación primitivo-obsesiva de capital libresco. Mi salida del DF fue, además, porque repentinamente la nostalgia del mar me castigó más de lo soportable. Fue así como salí para Villahermosa que está a una hora del mar, y luego a la isla, ciudad y puerto del Carmen que ya tu ves, isla al fin tiene al mar por todos sus costados, como sentenciaría el docto doctor Perogrullo. El hecho de estar por estas playas de alguna manera es un exilio dentro de un exilio mayor. Frente al exilio de la presunta madrastra patria (lo de madrastra no es queja ni reproche sino simple descripción constativa) busqué un exilio interior en una isla que lo es geográfica pero también lo es existencialmente en dos sentidos: en uno, la isla es metáfora de la mujer-isla que busco, encuentro y finalmente me desampara para que no se cumpla el ritual edípico mariano del no me desampares de noche ni de día; el otro exilio existencial es personal y por lo tanto intransferible, es mi soledad-isla, con toda la tristeza a cuestas –nuevamente el cholo Vallejo- porque en definitiva nunca he estado solo asó como nunca he estado triste. Sucede que soy triste y soy un hombre solo. Lo que de ninguna manera justifica ni garantiza ni avala que se diga que estoy triste o estoy solo. El cambio de aires me ha servido para dedicarme a escribir a diestra y siniestra. Reviso lo escrito y el cidi me dice que entre 1988 y el 2005 he escrito 27 poemas que en realidad cada uno es un libro, entre 60-80 páginas tamaño carta a renglón seguido en 14 puntos Times New Roman y 2.5 cms. de margen por lado, y con el consabido versículo que hoy utilizo. A eso deben sumarse tres novelas (tríada sobre la isla-ciudad), un libro de ensayos y una estrepitosa cantidad de artículos, reseñas, ponencias, conferencias y una que otra carta de recomendación para amigas y algún amigo. Debe añadirse uno que otro zafarrancho seudo intelectual con las glorias municipales y bien espesas locales que no cejan en ejercer su poco discreto encanto de mediocres cobardes esclerotizados en la contemplación de sus neardenthalistas ombligos. En otras palabras, el aldeano provincianismo es el mismo en México que en Ecuador, por lo tanto será el mismo en el resto de América Latina y, como no me chupo el dedo, es lo mismo en Estados Unidos y Europa, sin olvidar África, Asia y Oceanía, para completar el atlas. La dicotomía pues funciona y es válida, con el agravante de que al estar por acá si me invitan a un encuentro o foro en Monterrey, Guadalajara o Cancún, como no tienen mi dirección mandan el oficio a los centros culturales burocráticos de esta isla donde esconden el sobre o se olvidan que existo. De todas maneras mantengo contactos con el mundo exterior y de rato en rato participo en festivales, desencuentros o congresos para el lucimiento intelectual y social de los intelectuales de pro. La dicotomía existe porque el centralismo aunque esta sea una federación si no se vive en México o sus anexos alrededores, uno no está en México. Casi es vivir en el DF o morir.

¿Qué te ofrece como poeta y como hombre el vivir en Isla del Carmen? ¿Cómo te afecta o no la falta de movimiento cultural que se encuentra en las grandes ciudades? ¿Acaso tu futuro literario puede prescindir ahora de ese contexto más dinámico?

Con todas sus limitaciones, propias de una ciudad petrolizada que no se resigna a asumirse como ciudad chica aunque le avergüence seguir siendo pueblo grande, me permite la libertad de hacer lo que quiero hacer con plena dedicación, al servicio de y para vivir en olor de literaturalidad. Lo que no significa refugiarme en presuntos librescos castillos babélicos sino el de participar con todo lo que soy en este riesgo y audacia de pretender ser escritor en sociedades como las nuestras donde uno debe justificarse todos los días por el desacato, la transgresión de escribir ¡en tiempos como estos, padre Nabor! dicen los mexicanos y lo asumo. Vivir por estos playones me permite cultivar la nostalgia de lo que voluntariamente dejé, la ciudad de de México que con todo lo que se pueda decir en contra me parece una ciudad fuera de serie con un solo defecto, estar –en autobús- a seis horas del mar, y eso sí es imperdonable para una ciudad que merezca ser habitable. El escaso, ninguno, movimiento cultural no me afecta porque de todas maneras busco actualizarme y mantenerme con los ojos abiertos para percibir las pulsiones del ‘mundo exterior’. Por lo demás la vida intelectual en esencia es la misma en todos los sitios, pequeñas o mega ciudades, se vive en medio de la vorágine de prejuicios, envidias, hipocresías, malversaciones mentales y muchos etcéteras más que sirven para darle más sabor al mondongo reducido a una lastimosa feria de vanidades. Esto no quiere decir que he logrado arribar a la cumbre del cinismo estoico o estoicismo cínico que mira olímpicamente con desdén dionisiaco las miserias de la antropofagia intelectual. No estoy más allá del bien y del mal, no estoy de regreso de donde nunca estuve ni fui. No puedo, no debo ni quiero prescindir del contexto mucho más dinámico y creativo de las grandes ciudades. Es obvio que me afecta porque no puedo tener al alcance de mis manos los libros que agobiantemente salen a diario pero, consuelo de tontos talvez, me consuela que aunque estuviera en el DF tampoco podría satisfacer mi voracidad de lector pantagruélico (como hace algunos años me describiste cuando salió Los des(en)tierros del caminante), tampoco podría ir a los ‘actos culturales’ que cada vez son más eventos sociales para exhibir los últimos modelos copiados de algún figurín de tercera mano. por supuesto lo que sí lamento es no poder estar en un clásico Chivas-América o en el clásico beisbolero Diablos rojos –Tigres. A cambio, puedo salir en una lancha –cayuco, en términos tabasqueños- a dar una vuelta alrededor de la isla y bajar en el islote de los pájaros ver a los delfines saltar a menos de diez metros. Esto que no tiene nada de bucolismo marino es sólo el ejercicio de mi realismo pesimista para contrarrestar las carencias de la posmodernidad intelectual; sobre todo si tengo a mano el siempre refrescante disfrute de la amiga cariñosa que por hoy es la mujer de mi vida.

¿A dónde crees que vas en tu vida poética? A más de escribir nuevos poemas, o participar en charlas o talleres y otras actividades ¿Crees necesario un cambio de perspectiva o sientes que "has llegado" o "estás cerca de ser lo que siempre quisiste ser"?

 Desde hace unos años mis amistades de por acá me soportan con una cantaleta que en realidad es un ensalmo. Antes de cumplir los cincuenta años decía que de esa edad no pasaba; luego dije que de los cincuenticinco no pasaba, después que de los sesenta, y ahora digo que de los sesenticinco. Esto suena a plan quinquenal y lo es. Me da margen para desarrollar proyectos de escritura que van acompañados de amores más o menos intensos pero siempre perecederos porque definitivamente no sirvo para soportarme a mí mismo y menos para obligar a una mujer a soportarme. En todo caso mientras viva la necesidad de escribir y amar, mi ensalmo-cantaleta se irá prorrogando quinquenalmente. Esto significa que no he cerrado ninguna posibilidad de conocer y experimentar nuevos conocimientos y medios expresivos, siempre y cuando no me separen de esta isla donde hoy estoy aunque no sea de donde soy –cosa que por otra parte me tiene sin cuidado el ser y no ser donde quiera que esté. No me preocupa saber si llegué o no a alguna parte, literariamente hablando. Hace poco escribí que no me interesa tanto que comprendan lo que escribo sino que sientan el mismo placer que siento cuando escribo. Si lograra esto podría pensar que estoy empezando mi cuesta arriba en la rodada para pretender estar al menos en los inicios de ese oficio de pesadumbres, nuevamente Huidobro, en los primeros pasos para esa larga odisea del espacio que es aspirar a ser escritor, algo que siempre he soñado y he deseado ser. Sospecho que alguna vez moriré en el intento porque, el chiste es reviejo y qué, nadie saldrá vivo de este mundo.

¿Cuál es la pregunta que quisiste responder y no te hice o han hecho?

En alguna oportunidad tuvimos un malentendido por un una expresión tuya en un texto sobre mi poesía que después lo aclaramos. Lo traigo a cuento porque acabo de ver en El pez que fuma una observación más general sobre la ausencia en la poesía ecuatoriana del ámbito familiar y doméstico. En mi caso es evidente y no se requiere ninguna perspicacia comprobarlo. Muy pocas veces menciono a mi familia si no es sólo por alusión en ráfaga, sin profundizar. Hago muy pocas menciones de mis hermanas, de mi hermano o de mis papás. Creo que he hecho más alusiones de mi mamá que de mi papá. Esto posiblemente hizo pensar a más de uno una supuesta ausencia paterna. Al contrario. Uno de los modelos de hombre, por integridad, honestidad y entereza que he tenido es precisamente mi papá. Lo mismo digo de mi mamá respecto a la imagen de la mujer. Los dos, por si fuera poco, fueron un ejemplo de abnegación y compromiso paternos para la formación de sus cuatro hijos. Ya sé que esto ronda la huachafería entusiasta de no hay papás como los míos pero ni modos, dicen los mexicanos. Es la verdad. Tal vez por esto, porque mi vida personal respecto a lo doméstico es todo lo contrario de lo que experimenté familiarmente, hay un poco o mucho de pudor que pienso más bien es respeto para no mencionarlos como se lo merecían. Si no puse en práctica lo que ellos me enseñaron no era muy lógico que escribiera textos con el peligro de terminar en un libro de recortes familiar o en el álbum del nicho del recuerdo. Por eso siempre mis alusiones siempre fueron en abstracto de la familia, ese animal feroz que es la familia (para repetir un verso de una cubana, Georgina Herrera creo). Además el mito o leyenda de mi proclive malafesidad irónica, volviendo a lo del pudor y respeto, me impedía que mencionara ‘seriamente’ a mis padres o a mis hermanos. De todas maneras me parece un tema, el de la ausencia de lo doméstico-familiar en la poesía ecuatoriana contemporánea, muy pero muy importante, tanto que los investigadores literarios podrán entretenerse sabrosamente para documentar todas sus inquinas y proyecciones edípicas. Tema que por otra parte seguirá siendo marginal en mi quehacer poético.