domingo, 27 de enero de 2013

Ricardo Maruri ha muerto

Ocurrió hace una semana, justo cuando estaba por regresar al norte.

Ricardo Maruri fue un amigo muy cercano y querido. También fue un excelente poeta, intelectual no-orgánico y músico a tiempo completo (como cantante conocedor de varios géneros musicales) a quien le fascinaba aprender nuevas lenguas (fue profesor de inglés, idioma en el cual era diestro; sin olvidar su dominio del portugués y familiaridad con el alemán). De hecho, su formación artística y filosófica lo acerca a lo que generalmente llamamos "un hombre del Renacimiento".

Mientras compartí con él experiencias de la vida, amores olvidados, lecturas incesantes, nuestro breve paso por los círculos "de izquierda", llegué a conocer al amigo: sus valores, debilidades y fortalezas, y su permanente tranquilidad, así como la escandalosa aceptación de la vida como le llegaba. Eso fue, sobre todo, en la década del 80. En esos años también caí en cuenta de que Ricardo tenía una inteligencia excepcional, un IQ muy elevado. Algo que no se ve con frecuencia en los artistas ecuatorianos, salvo el caso de Miguel Chávez, el (todavía) joven narrador guayaquileño.

Con los años nos fuimos distanciando por cosas del destino, del tiempo (o el destiempo), por mis viajes y la pereza de mantener una amistad frecuentada, aunque así es la vida y los laberintos humanos nos llevan a otras situaciones y contextos. De hecho, en algún momento nuestros gustos ya no fueron los mismos y tuvimos una discrepancia en cuanto al tipo de poesía que estaba escribiendo. Pero eso no importó porque el pasado ya estaba cimentado y nos mandábamos cualquier mensaje por facebook, aludiendo siempre a algo compartido.

Ahora que Ricardo ha muerto lo recuerdo nuevamente en esos años de nuestra gran amistad y complicidad. Lo veo visitando mi casa en la Ciudadela 9 de Octubre, trotando en la mañana por las calles del sur de Guayaquil, terminando con afán todas las cervezas que se pusieran por delante de nosotros en esos "días y noches de amor y de guerra", compartiendo la música que traje de Paris y la que él trajo de Rio de Janeiro, las bromas, las locuras que hicimos (ir a buscar a una joven dama de Guayaquil que se parecía a Doña Bella, una noche que no dieron la telenovela), los interminables bailes y nuestros infaltables "vicios masculinos".

Ha muerto Ricardo Maruri y recuerdo al amigo pero valoro también al intelectual que llevaba dentro y que no pudo desarrollarse en ese medio mezquino y subdesarrollado, en donde la preocupación por figurar hace que los artistas se vendan al mejor postor, como artistas y como seres humanos (o Correa o la derecha). Ricardo ha muerto y la pérdida es grave y a varios niveles. Ojalá ahora no salgan "los poderes" a apropiarse de su recuerdo, tal como lo tratan de hacer con los libros de Carlos Calderón Chico (quieren sus libros pero no a su dueño), otro intelectual que se acaba de ir en este cruel Enero.

En todo caso va, para Ricardo, la mejor celebración con jazz, salsa y mucha música brasileña. Ya nos encontraremos.


viernes, 4 de enero de 2013

Ultimos días en Guayaquil

Un viacrucis por demás largo y exasperante en el aeropuerto de Quito la segunda semana de diciembre quizá auguraba este viaje a mi Guayaquil querido.

Los primeros días fueron de poner al día nuestra casa, por demás sucia y abandonada; y luego, de afianzar un trabajo. Lo primero ocurrió de a poco, lo segundo fue imposible. Dicen que era por el ajetreo de fin de año y porque nadie hace nada a esas alturas. Así que me la he pasado entre el desgano, la forzada vagancia o desempleo y el testimoniar cómo Ecuador sigue siendo un país por demás burocratizado y sumamente corrupto, en todas las instancias y a todos los niveles. Un país en el cual hay que pedirle favores a la dizque izquierda o la no menos despreciativa derecha y su empresa privada. Caso contrario, hay que vivir en la marginalidad. Lastimosamente, peco de ingenuo en los dos frentes y no me queda otra que escuchar testimonios de cómo los de ahora siguen haciendo lo que ya hicieron los de antes: llevarse el país en peso mientras el sector de la construcción se expande y la clase media se achica, y el mashi Correa vive en las nubes.

Todo eso acaso se ha visto tibiamente neutralizado en mis visitas matutinas a mi querido amigo y hermano el conde Martillo, o en las salidas con mi otro hermano el cholo Cepeda. En ambos casos, nunca ha faltado el humor, el bueno, el del barrio,la cerveza helada, condimentado de saludables chismes y, en varias ocasiones, buena música y breves visitas al salón de Rigoberto y al Cabo Rojeño, en medio del espantoso sol y calor de Guayaquil.

Por ahora, en este reporte que se hace en un descuido de mi mujer, desde un cyber en la parte baja de la Ciudadela Bellavista, advierto mi enojo porque, me parece evidente, de a poco se me van cerrando puertas y el cabildeo por el trabajo se hace más duro. El que no llora no mama, es cierto. Obviamente, todo es según el color del cristal con que se mira, pues los que están en la teta engordan que da gusto, y en esos casos noto complicidad entre los corruptos del gobierno y los corruptos de la empresa privada.

¿Y los escándalos públicos de Delgado,con su falso título de economista, y Glass (el futuro vicepresidente de Ecuador) con un claro plagio académico? No son los primeros ni los últimos. En realidad, medio Ecuador ha vivido y vive de las mismas mentiras. Conozco muchos casos, y anoto sólo uno más: en la empresa privada, en una institución educativa clase A, una de sus mayores autoridades se hace llamar Dr. y no tiene título de doctor y se ha pasado con esa mentira desde hace muchos años... ¿Nombre? Les toca averiguarlo.

En todo caso, no soy optimista ni de esta visita ni de Ecuador, país en el cual el presidente Correa ha pasado prontamente a ser llamado el nuevo Velasco Ibarra, por aquello de que todos los que lo rodean roban lo que pueden y sólo él no se da por enterado... Así vamos con Rafael José María, muy posiblemente  a cargo de este país por un período más...

Frente a esto, es inevitable mi ambivalencia por querer regresar pronto a Estados Unidos, y por extrañar a Ecuador desde allá, lejos, a la distancia, con el tiempo de por medio... porque el recuerdo todo lo cambia, todo lo adorna...