miércoles, 17 de agosto de 2016

Sonido y música en la literatura ecuatoriana

David Toop es un autor que estudia el sonido y la música en la cultura popular desde el arte pictórico, literario y cinematográfico. Su "Ocean of Sound. Aether Talk, Ambient Sound and Imaginary World" y "Sinister Resonance. The Medium of the Listener" contienen exploraciones, análisis y sugerencias del diálogo entre la historia del sonido, su física y estructura en la vida diaria del presente o del pasado. No trabaja con tesis directas sino con un conjunto de ideas que se redefinen en cada objeto que analiza.



A puertas de mi curso de "Cultura latinoamericana a través de su música" (conozco el material, lo he enseñado antes tanto en EEUU como en Ecuador) y de una siempre necesaria actualización informativa o renovación de contenido, pienso que el trabajo de Toop servirá para generar una buena discusión. Paralelamente, como siempre me ocurre, cotejo la validez práctica de lo que leo con la literatura ecuatoriana y, acaso, con la de otros países.

En este recordatorio debo partir de la herencia pre-hispánica, de la cual tenemos sólo vestigios materiales (que serían altamente estimados por el Michel Foucault de "Arqueología del saber" e incluso el Léevi Strauss de "Tristes Trópicos"), acaso una lengua hegemónica llegada de Bolivia y Perú, y las decenas que aún se hablan en la Amazonía junto a la de los Sáchilas (Tsáfiqui).

Sobre esta última: hace muchos años usé una antología de relatos orales que editó el Banco Central de Ecuador, en la cual el mundo del sonido era perfectamente descrito como "paisaje" o "ambiente", aunque tirando a protagonismo porque en la selva y el campo todo es sonido. Sonidos que van del rumor del viento al mecer las ramas, de algún animal que salta o llega a su destino, de alguna fruta que cae a las breves olas del río o el torrente del mar (Costa Huancavilca aquí). De hecho, el sonido sibilante de la selva crea expectativas en los personales de los relatos, temores, tensiones narrativas. Así lo podemos confirmar en las crónicas de Conquista y Colonia que, si acaso ocurren en la urbe, van a añadir las voces de la naciente pre-Modernidad: los gritos en la plaza del pueblo, el galope de los caballos en rodeos y corridas de toros, el regateo en los mercados y ferias semanales, el agua que es echada en los recipientes para ser bebida, bañarse o limpiar enseres.

En la urbe latinoamericana y ecuatoriana, tan apegada al campo y su historia, los sonidos se funden y devienen en música, en las abundantes descripciones de sonidos y música de la "Generación del 30" que continuan las menciones del siglo XIX de los cronistas urbanos, poetas y periodistas (ya he escrito sobre algunos de ellos en este mismo blog) con sus fandangos, fiestas de pueblo y reuniones de salones.

Luego de la "Generación del 30" (que tanto le dio a Ecuador y al mundo), luego de logros como (años 70s) la "Sinfonía de los antepasados" (Hugo Salazar), en "El funeral de los pájaros" (León Hi Fong) o "Cuadernos de Bantú" del gran Agustín Vulgarín, en Guayaquil la música será asumida como fuerza identitaria urbana y porteña tropical, gracias al Grupo "Sicoseo": Fernando Nieto Cadena a la cabeza, seguido por el llorado Fernando Artieda y el negro riobambeño más guayaquileño que hay: Edwin Ulloa. Junto a ellos, otros que nos han dejado sus obras con música gravitando las acciones o como componente esencial (para configurar el "cronotopo" de Bajtin) son: Hipólito Alvarado en sus poemas (recuerdo la descripción sonora del chorro de orine de un niño en un poema que tradujismo y publicamos en EEUU), Carlos Béjar Portilla o Carlos Eduardo Jaramillo (que tanto ha poetizado el jazz), entre otros.

Este uso del sonido natural o artificial en la literatura ecuatoriana -que incluye obras con serenatas, bandas de pueblo, amorfinos, valses, pasacalles y pasillos- luego será usado frontalmente por algunos escritores que titulan sus obras con nombres de canciones famosas, o parafrasean sus letras, usualmente románticas, para describir el sentimentalismo de sus personajes. Para ese momento, entrados en los 80s, los escritores del centralismo quiteño ya habrán dejado su conocido provincianismo  intelectual y aprendido la lección de que toda cultura popular es musical, y que todo pueblo origina a sus grandes autores: Tolstoi, Dostoievsky, Kafta, Joyce, The Lost Generation, Borges, Cortázar, Lezama Lima, etc, (recuerdo a Jaime Guevara cantando en una plaza del Quito colonial y a un viejo bailando que daba gusto, y vagamente un cuento largo con titulo copiado, escrito por Raúl Pérez). ¿Y los que vinieron después?



Los nuevos escritores que deben su estilo y poética al nuevo siglo, dejarán de lado esa herencia o la abordarán directamente desde su condición de clase (burgueses que leen o entienden el inglés) y, como es lógico, crearán o se moverán en una nueva epistomología, propia del post-colonialismo, el post-modernismo. Y esa es una historia que, a mi edad, la puedo comparar con mucho escepticismo con el espíritu de rebeldía propio de los 60's y 70's y la cultura mundial de esos años (hippies, Vietnam, anti-imperialismo, Guerra Fría, anti-colonialismo). Sin embargo, sus bases mismas me son ajenas: poco sé del reguetón o la salsa-choque. Veo más un juego de máscaras para proyectarse como expertos en algo que no conocen, en el auto-bombo y la improvisación. No veo música de ellos, asumida, definitoria, cuanto apropiación de un pasado que quieren afanosamente remozar.

En mi afán de reflexionar como simple lector (o simple profesor) desde los libros de David Toop, y buscando una mayor sofisticación temática e imaginativa, propongo incluir en cualquier discusión o investigación sobre literatura ecuatoriana, temas como:

1- La poética del silencio (cuando los personajes callan pero dicen mucho)
2- La poética de los sonidos naturales en la "Generación del 30"
3- Momentos de espionaje versus escuchar algo "por accidente"
4- Oralidad como musicalidad y sus efectos (cuando se dicen amorfinos y se cantan pasillos: ¿Qué ocurre?)
5- Sonido social en la literatura ecuatoriana (gritos de protestas, quejas, insultos, discursos, chistes y burlas)



Mis primeras clases partirán también de algunos cuadros que David Troop menciona o analiza en sus libros, y otros que creo necesarios, pues, obviamente, así como en la literatura, el sonido y la música existen en la pintura. A abrir archivos se ha dicho:

https://silverandexact.files.wordpress.com/2013/04/hoogstraten-peepshow.jpg
https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/9/9e/Samuel_van_Hoogstraten_002.jpg
http://file1.npage.de/002740/52/bilder/55.91_mann_und_kind_am_fenster_hohe_aufloesung.jpg
https://s-media-cache-ak0.pinimg.com/736x/3c/d9/5c/3cd95c961a526ac5a432fa9c85e2d7f7.jpg
https://s-media-cache-ak0.pinimg.com/236x/8c/9a/84/8c9a849279e14fcdcce8a9bb09c008b5.jpg
http://media.paperblog.fr/i/627/6273732/dimanche-musee-n147-samuel-van-hoogstraten-L-z3pS7h.jpeg
https://s-media-cache-ak0.pinimg.com/564x/c2/91/93/c291931ef15e82a8f87a798d6e8e3c13.jpg
http://pds.exblog.jp/pds/1/200602/13/76/d0029076_2134784.jpg
http://www.abcgallery.com/G/goya/goya104.JPG
https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjaANaiPU6_C2xy1RzDPArJoUwF40SYJU_thp_DqeD22njef8sDyZIiozuGzwlDElrishawGdQ_qsH5sbx9TGXs7N10vJ1Ekm2sCexrOPGgUO9UbHoMC71sq-KUB_oBrmiNQlciSdL7S3nC/s400/sirena+con+charango+lado+izquierdo,+detalle.jpg
http://pacoweb.net/Musicologia/FotosMusicolo/FiestaConti.gif
http://cfsworldmusic.wikispaces.com/file/view/MayanMusic.gif/40103266/MayanMusic.gif
http://www.pd4pic.com/images/piano-keyboard-instrument-damage-damaged-broken.jpg
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http://ayay.co.uk/backgrounds/paintings/marcel_duchamp/sonata.jpg









viernes, 5 de agosto de 2016

La desconocida literatura colonial ecuatoriana: de Gaspar de Villarroel a Asunción Lavrin

Como muchas cosas, a mi edad el recuerdo es el mejor, acaso único archivo para la recuperación del pasado. En este punteado, abrevio lo relacionado con la literatura colonial ecuatoriana, esa que va del siglo XVII (luego del período de "Conquista y Pacificación", asi dicen los estudiosos) hasta principios del XIX.


Se ha escrito realmente muy poco de los autores coloniales, acaso una mención colegial, vías clases de literatura, de las "Décimas a Guayaquil y Quito" de Juan Bautista Aguirre, a lo mejor unas líneas sobre el padre Juan de Velasco y su "Historia", los datos clichés sobre Eugenio Espejo y raras menciones de Pedro Vicente Maldonado. Todo esto circunscrito a datos biográficos y quizá rasgos de estilo, pero nunca, jamás adentrados en sus textos propiamente, en lo que escribieron. Más historiografía y biografismo que estudio serio de los originales.
La educación universitaria, en este aspecto, no fue superior a la colegial: de hecho, no recuerdo haberme familiarizado con la prosa de esos autores. Solo luego de dejar la universidad pude conocerlos, y descubrir curiosidades y falencias del período. Recuerdo que hacia 1980 tuve en mis manos el voluminoso tomo de Gaspar de Villarroel, parte de la Biblioteca Ecuatoriana Mínima, publicada en Puebla (México) y prácticamente inexistente en Ecuador. El mismo libro volvería a revisarlo años más tarde, en la Universidad de Oregon, mientras devoraba crónicas de Conquista, de la fabulosa Biblioteca de Autores Españoles (BAE) y me adentraba con fervor en el período colonial. Pocos años antes, como buen latinoamericano europeísta, pensaba que lo mío era o había sido la literatura de la Edad Media, hasta que llegué a Paris y me di cuenta de que mi Edad Media era, en realidad, el período colonial de mi geografía.
Desde los años de Oregon (90-93 y 95-98) hasta la fecha, he leído lo necesario para tener una buena comprensión de este fascinante bloque de historia y cultura. Sin embargo, en el caso de Ecuador queda como lamentable la falta de conocimiento, actualización y dedicación al tema. Veamos.
Hay poquísima producción erudita y confiable sobre esos autores: no se conocen sus convenciones, no se entiende "el idioma español" de esos siglos ni sus variaciones, no se estudia en relación a la tradición medieval (de la cual depende), y se repiten ideas manidas, superficiales, superadas en otros países (como aquella de que Espejo era periodista y mestizo, como si ahí acabara el asunto; o que Juan Bautista Aguirre reprodujo el odio por el centralismo (yoquitocentrismo) de sus años. Acaso un par de "historias" de la literatura ecuatoriana merezcan ser consultadas con esceptiscismo, dada el sectarismo de sus autores, pues padecen de "andinismo" y de una limitadísima consulta a fuentes originales o comparación con otras investigaciones. Pero esos fueron y son los estudiosos del vigente "canon" ecuatoriano, y no queda otra que consultarlos.
Paralelo a esta frustrante circunstancia intelectual e investigativa, no se diga profesional e idológica, no existe un interés por conocer la literatura colonial ecuatoriana, y se sigue pecando de los mismos errores: eso de creer que Quito es el centro del país y hasta de la región se lo han tomado en serio, yse  ha cerrado todo espacio de diversificación de autores y perspectivas diferentes. Por ejemplo, la lamentable Historia de Ayala ni siquiera incluye a las mujeres religiosas-escritoras coloniales (he insistido bastante en este punto): Gertrudis de San Ildefonso, Catalina de Jesus Herrera y Madre Antonia Lucia Maldonado, esta dos últimas de Guayaquil.


Pero tampoco hay, en la investigación literaria, nombres de nuevos autores, análisis diferentes de los consagrados, ni inclusión de nuevos materiales, como los que se encuentran en actas y archivos de parroquias, sedes religiosas o cabildos, no se diga en los Archivos de Indias. De hecho, ese mundo ha quedado relegado solo a algunos historiadores, gracias a sus relaciones personales -siempre más pragmáticos que los literatos- y que han realizado excelentes publicaciones sobre relaciones humanas en la vida diaria.
A este grave error se añade la ausencia de teoría social contemporánea y post-estructuralista o la falta de manejo diestro y sentido común (para mejorar la comprensión, no entorpecerla), acompañadas del uso de fuentes secundarias o conceptos mal traducidos: es comun ver que citan a un autor de EEUU o Europa desde un ensayo escrito en países como Chile, Argentina o México, algo vergonzoso desde el punto de vista del prestigio intelectual que quiere enarbolar excelencia académica. Y también se debe añadir lo opuesto: la suplantación del análisis por una verborrea tremenda y vacía basada en en juego de palabras o conceptismos que nadie entiende. El mejor ejemplo es un suplemento lamentable -publicado con la venia del gobierno de Rafael Correa, llamado Cartón piedra del diario El Telégrafo- que es verdadero campo de batalla de autores de poca formación que compiten entre ellos por demostrar quién dice las cosas de manera más confusa (concurso en el que todos ganan).
Finalmente, como otra característica de este irreparable olvido de la literatura colonial, añado la ausencia de temas actualizados, de importancia social y política para el Ecuador (y región del Pacífico) de hoy. Olvido entendible, contradictoriamente, porque ¿cómo se puede escribir de manera actualizada sobre algo que no se ha leído?


Hace cuarenta años aparecieron los tomitos de Clásicos Ariel en Ecuador. Uno de ellos, el 97, es una selección del Gobierno Eclasiástico-Pacífico de Gaspar de Villarroel. Lo he leído con afecto y entusiasmo y recordado la hermosa Silva Varia del judío español Pero Mexía, un autor que augura la Modernidad en las letras del Siglo de Oro. Anoto abajo algunos temas que quizá interesen al desocupado:

1- Estilo picaresco y mensaje conservador,
2- Costumbres de la vida diaria y modernidad
3- Historia de la moda (como el Sartus Resartus de Carlyle, tan elogiado por Borges)
4- Historia del corte de pelo (abundante información sobre por qué los hombres usan el pelo largo)
5- Misoginia y el rol de las criadas
6- ¿A favor o en contra de los toros?
7- La dieta y el consumo de grasa
8- Tema recurrente en la Colonia: El peligro de las Comedias
9- La escritura autobiográfica versus las confesiones personales
10- Las relaciones del confesor y la confesada.

Sobre este último tema, quien más y mejor ha trabajado es mi maestra, amiga y madre intelectual, la historiadora Asunción Lavrin (Sor Asunción), en su último mensaje, al comentarle sobre la edad de los obispos para confesar -tema que elabora Villarroel- ella anota lo siguiente:

"En cuanto a lo referido arriba sobre el obispo y las mujeres que se querían confesar con él -es histórico, aunque los obispos RARAMENTE confesaban. Tenían otras cosas que hacer. Los que confesaban a diario eran los del clero y los frailes que tenían derecho a hacerlo. En cuanto a las mujeres y los confesores, hay dos tipos: 
1. Las que se horrorizaban (escandalizaban es la palabra inquisitorial)
2. Las que iban a conversar con el confesor pretendiendo estar confesándonse. Entre esas estaban aquéllas que eran unos flirts y otras que de veras se erotizaban con el hombre...Y no era un caso de la mujer estar embelesada -era que él tenía sus artes para embelesarlas. Lo que ha recogido el cuestionario histórico de la Inquisición en los casos de solicitacion ad turpia es increíble--detallado y sin sacar nada. No te lo puedo contar todo, pero algo quedará en el capítulo, que es solo un sumario de la realidad. Me he pasado meses leyendo estos testimonios y cada uno de ellos es un cuadro diferente de la realidad. Los veo como scripts de novelas de TV o aún películas. La historia es fascinante por su realidad, pero de esa realidad se salta muy libremente a la imaginación. No hay ficción. La ficción es una evolución de la realidad.
Respecto a eso de los 40 años, es parcialmetne verdadero. No creo que hubo un número fijo -pero había que prepararse y ser maduro para poder manejar los "pecados" de toda la humanidad con discreción y juicio. Así que se preferían hombres que se suponía habían ya pasado del verdor jugoso de la juventud -fisica e intelectualmente.
Sin embargo, eso era un ideal. NADIE es perfecto y lamentablemente hubo muchos confesores que distaron mucho de ser juiciosos, equitativos, benignos jueces del resto de la humanidad.  Las solicitaciones muestran que algunos siguieron siendo tentados por la carne y no solo tentados sino arrastrados.
El problema radica en la imposición del celibato a los religiosos. Es ir contra la corriente y, francamente, se condenaban a esos hombres a vivir sin el calor del amor -y hablo de amor en general, no solamente de una mujer. Vivían entre hombres, se les enseñaba a odiar a las mujeres, a huir de ellas, y verter todo su "amor" en una virgen pura e inalcanzable. Y, mientras vivían en este mundo, caminaban por un camino erizado de contradicciones sin ninguna conexión humana que pudiera humanizarlos sentimentalmente. Y, ¿qué es la vida sin sentimientos? Un yermo." (fin de la hermosa cita de Asunción).



Es lamentable que un período tan rico como el colonial no sea atendido con seriedad y conocimiento por los críticos literarios, lástima que no se lo enseñe en escuelas y colegios, que no se lo conozca ni se sepa cómo leerlo. Siglos de cultura olvidados por la docta ignorancia.