viernes, 14 de marzo de 2014

Para una teoría sin pelos en la lengua de la novela ecuatoriana

"LITERATOS Y ESCRITORES: mi teoría sobre la novela ecuatoriana es que tiene dos ramales: 

1- la MONOvela, 
2- la noveLONGA. 

La primera se desarrollo hasta los 50; la segunda desde esa época hasta hoy, habiendo ganado adeptos, sobre todo en la juventud, que escriben cualquier pendejada de/sobre y por Quito..... y reciben premios, becas, viajes y publicaciones del Longisterio de Cultura"

Escribí esto en mi página de fb hace unos días. Una persona me pidió desarrollarla. Aquí empieza mi semana de vacaciones y me tomaré algunos minutos en tipear otras ideas.

La intención y la visión son reales: Ecuador es un país en donde se premia lo local porque no existe lo nacional. En ese localismo de todos, algunos escritores de Quito (o que viven en Quito o se benefician de sus palancas culturales) se aventuran con ideas que sólo reflejan la inseguridad en esa identidad que promueven: siempre quieren ser otros, lo que no son y no podrán ser: uno tiene algo llamado "El puerto de Quito" (Quito no tiene puerto), otro: que Quito se destruye por el calor (en Quito no hace calor), otro: que Quito es centro vanguardista (nadie fuera de Quito reconoce a ese grupo)... Sólo por nombrars algunas novelongas que vienen a mi mente vaga. Dejo afuera otras, por aburridas (hagan ustedes la lista).

¿Y por el lado de Guayaquil? NADA. A duras penas unas cuántas páginas de monovelas de Jorge Velasco más algunos jueguitos temporales con lenguaje de computadoras y ipads y fb y hasta tweeter (o como se escriba). ¿Y en las otras provincias? Silencio sepulcral. Damas y caballeros: hasta ahí llega esta historia. ¿Excepciones? Ni las conozco. Esto en cuanto a la creación/escritura propiamente. En el caso de Quito: todo lo que es sobre Quito se publica, dentro del aparato del gobierno y/o Estado, o en imprentas nacionales o colombianas privadas que tienen el aparato del Estado detrás, a veces para ensalzarlo, a veces para criticarlo. Es de payasos creer en unos enemigos del gobierno que se afanan en proponerse como tales, hasta con su ímpetu de eterno insatisfecho, para disfrutar de sus limosnas. Los hechos señalan que escribir,  contra el gobierno o hablar mal, VENDE, incluyendo Quito, ciudad en la cual les da lo mismo tener un gobierno de derecha o izquiera porque, al final de cuentas, tienen sus mecanismos centralistas perfectamente engranados para que funcionen siempre, aunque es cierto que el centralismo se ha robustecido con el gobierno de Correa, es un hecho. Ah, dirá alguien ¿y las escuelas del milenio en la Amazonía? Contesto: El desembolso es mínimo frente a lo que se llevan a Quito y Quito sigue siendo, falsamente, depositario de las rentas del petróleo, como si fueran ellos los que lo producen.... Pero este es el cuento del gallo pelón desde la dictadura militar de los 70s, y Correa se debe a ese proyecto centralista, a esa visión de Ecuador desde Quito, aunque le hayan pagado mal en las últimas elecciones (por la sencilla razón de lo que digo antes: Quito se puede dar el lujo de seguir floreciendo, gracias al centralismo afianzado, a pesar del tinte de los gobiernos).

¿Todo esto ya parece llanto de vieja? Posiblemente lo sea, si reivindicamos como esa vieja llorona al resto del Ecuador que no ha visto mejorar su condición urbana (las carreteras están fuera de las ciudades y los pueblos; y los parques son sólo una pequeña parte de una deuda que lleva pendiente más de 200 años). Pero hay otros servicios, avances, dirán. Claro, pero las migajas son migajas, y la corrupción es peor que antes, y sale desde el mismo grupo de ministros del gobierno, cosa que todo Ecuador sabe menos el presidente, quien insiste en que le den pruebas. O sea, quiere que Ecuador se convierta en el policía que debe hacer su tarea, mientras todos sabemos que estos grupos son maffias que pueden terminar con la vida de cualquiera.... Pero me he apartado del tema, volvamos.

Lo que vive la novela ecuatoriana no es una parálisis creativa sino una enfermedad reflejo de lo que se llama Estado centralista. Es una novela ahora despedazada entre la promoción ex-abrupta de imágenes incongruentes de Quito (esto se lo ve también en varios de los LONGOMETRAJES del centarlismo financiados por el Ministerio de Cultura, que llamo Longosterio de Cultura) y referencias a todo lo que se relaciones, salga de "las redes sociales", como llaman ahora a los interminables medios de comunicación.

¿Quién gana de todo eso? (Alguien siempre gana, alguien siempre pierde): Los que tienen dinero, mucho dinero. A ellos no les afecta el ritmo de la historia, los sucesos diarios, la vida cotidiana. Nacen y mueren, nada más. En ese espasmo que es la vida se farrean lo que puedan y ya. Ah, y los escritores que se bebefician del centralismo y sus publicaciones, públicas o privadas, aunque es un premio a la pequeñez humana y a la ya olvidada calidad artística, al esfuerzo literario... Esas cosas de viejas lloronas. (La cantidad de cosas que uno puede escribir en 40 minutos, con razón...).