miércoles, 28 de enero de 2015

Un hermoso soneto de Nicolás Guillén con música de Amaury Pérez



Cerca de ti, ¿por qué tan lejos verte?
¿Por qué noche decir, si es mediodía?
Si arde mi piel, ¿por qué la tuya es fría?
si digo vida yo, ¿por qué tú muerte?

Ay, ¿por qué este tenerte sin tenerte?
Este llanto ¿por qué, no la alegría?
¿Por qué de mi camino te desvía
quien me vence tal vez sin ser más fuerte?

Silencio. Nadie a mi dolor responde.
Tus labios callan y tu voz se esconde.
¿A quién decir lo que mi pecho siente?

A ti, François Villón, poeta triste,
lejana sombra que también supiste
lo que es morir de sed junto a la fuente.


viernes, 16 de enero de 2015

Mi experiencia con el Proyecto Prometeo (o Joseph K frente al castillo)

El Proyecto Prometeo del gobierno de Ecuador busca captar profesionales con Ph.D. o Maestrías que trabajen en el extranjero para que ayuden a mejorar la calidad de la educación. Es un muy buen esfuerzo... en teoría. Pero, en lo personal: ¿Por qué dejaría mi cátedra titular en EEUU para ir a Ecuador a ganar menos trabajando cuatro veces más? ¿Por qué cambiaría la excelente educación pública de mis hijas en EEUU por la de escuelas caras y/o de dudosa calidad en Guayaquil? Dos fuertes razones determinaron que tratara de participar en este Proyecto hace ocho meses: 1-Me gusta aceptar un desafío si puedo ayudar a mejorar la educación. 2- Mi esposa no se siente cómoda en Plattsburgh, New York: no le gusta el frío, extraña e idealiza Ecuador y su actual gobierno, quiere estar entre sus amigas, en su linda casa del sur. Lo que escribo a continuación es la crónica de un fracaso frente a la burocracia con la que tuve que lidiar. Mis objetivos son ayudar a que los interesados no repitan mis errores y esquiven las taras administrativas del sistema implantado.

En Mayo del 2014 llené el formulario en línea para inscribirme en el Proyecto Prometeo. Luego de tres meses fui contactado para "aclarar" detalles que, en realidad, ya estaban en el formulario pero no fueron leídos por los encargados. Fines de Julio, tres meses solo para eso.


En Septiembre del 2014 me escribieron desde Yachay. Hablé con un coodinador y el rector, ambos muy educados, cálidos y directos en su propuesta para que trabajara desde Octubre. Esto me sorprendió gratamente. Sin embargo, tuve que dejar pasar la oportunidad. Habría sido irresponsable abandonar mi trabajo repentinamente. Les agradecí y manifesté que estaría encantado de hacerlo el año siguiente, de ser comunicado con la debida anticipación. (En EEUU, generalmente, se hace una propuesta de trabajo en firme muchos meses antes de empezar las clases).  Me gusta la gente profesional que hace bien su trabajo. Lamentablemente, semanas después se inició otro proceso que fue sufrir el infierno de trámites interminables: a fines de Septiembre del 2014, los encargados del Proyecto Prometeo, por su cuenta, decidieron ubicarme en la Universidad Estatal de Guayaquil (UG).

En esta crónica usaré letras, en vez de nombres, para no auspiciar una cacería administrativa (esa es tarea de la policía o el mismo gobierno, si es que les interesa mejorar el personal de servicio) o servir a los que se oponen irracionalmente a la actual administración.

La persona de Prometeo que me escribió fue Y, diciéndome que debía ponerme en contacto con X, quien me guiaría en este proceso. X  era "la parte técnica" encargada de que los documentos estuvieran tal como lo querían los que tomaban decisiones en Quito (una "parte técnica" que, como se verá, jamás hizo bien su trabajo). De entrada, X me envió un formulario con errores que luego tuvo que corregir; y semanas después otro. Me puso en contacto con XX, un docente de una carrera diferente a la mía para que trabajaramos juntos la Propuesta que se debía enviar al Proyecto (a través de Y). Luego de varios días de mensajes que tanto X como yo le enviamos a XX, nos dimos cuenta de que nunca nos contestaría. En Octubre, X me puso en contacto con XXX, otro docente que tampoco era de mi área. Este, al igual que XX, tampoco contestó nuestros mensajes. Los días pasaban. Al final, nombraron a Z para producir la Propuesta de trabajo. Por suerte, yo conocía a Z y sabía que la información fluiría entre ambos.




Z me contó que estaba fuera de lo administrativo pero que me ayudaría. Z tuvo que bregar para encontrar a X disponible. X debía explicarle a Z lo que debía hacer, pues Z era "el contacto académico". Z asistió a charlas y cursillos en donde iluminaban a los asistentes en la oculta ciencia de la formulogía. Cuando Z tuvo la información cumplió su labor con eficacia y paciencia. Listo todo, lo enviamos a X quien, a su vez, lo enviaba a Y. A pesar de que lo hacíamos con Z, y luego X lo "revisaba", los de"arriba" devolvían lo enviado porque tal cosa estaba mal. A veces, el mismo X nos decía poner algo y luego que no, que había estado bien. Incluyo las varias veces en que los formularios enviados no fueron aceptados por las computadoras de mi universidad, protegidas por el sistema de potenciales virus; y las varias veces en que no pudieron ser "guardados" e hicieron que se cayera el sistema. Así se fueron Octubre y parte de Noviembre.

Completar los dos documentos, incluyendo consultas, borradores, revisiones y resultado final, no toma más de diez horas.... si es que dan instrucciones claras y detalladas de antemano y una sola persona tiene el conocimiento y poder para definir las cosas. Pero en este caso ocurrió justamente lo contrario. Anoto abajo una breve descripción de los dos formularios.

El Cronograma es un documento de una página en Excel que debe contener números de clases, semestre, años y porcentajes de actividades, todo lo cual debe obviamente completar un 100% de tiempo trabajado.  La Propuesta es un documento de cinco páginas en PDF de contenidos de clases, actividades administrativas y académicas. ¿Cuál es el problema entonces? Los intermediarios, "filtros" y "Comités" de Prometeo nunca dicen qué quieren encontrar con precisión. (Este es otro mal del mundo académico ecuatoriano: la falta de previsión y especificidad). Algunas categorías y ventanillas del PDF son de contenido obvio (por ejemplo: datos personales), otras ambiguas por la ausencia de instrucciones; o sea, se puede poner lo que uno crea conveniente pero nunca acertar.

La Propuesta fue el problema mayor del proceso y, a su vez, el símbolo del burocratismo prometeico porque hay que llenarlo jugando a la adivinanza. Z y yo nunca supimos, hasta hoy, exactamente lo que "los fitros" esperaban encontrar. Hacer perder el tiempo a los ciudadanos es la razón de ser, la justificación principal de los burócratas. Lo supieron Kafka y Kundera. (Cualquiera que haya leído "El Proceso" o "El Castillo", la misma "En la Colonia Penitenciaria" o "La insoportable levedad del ser" sabe a qué me refiero). ¿Mala fe de los funcionarios? No creo. ¿Sentirse importantes por el poder de decidir sobre otros? A lo mejor, es parte de su estilo de vida.  ¿Centralismo? Es la regla en Ecuador. Pero, como diría el mismo Correa hablando de los pelucones: "Es normal para ellos. Así son, así crecieron. No son personas malas. Posiblemente ni siquiera se dan cuenta del daño que hacen". A pesar de que Z y yo hicimos todo el trabajo siempre, la Propuesta aparecía firmada por X.

En uno de nuestros tantos cruces de documentos, de repente, apareció un nuevo "filtro". Recibimos a través de Y reparos a la Propuesta de la mano de Y2. Ya no éramos el triángulo de siempre (X,Z y yo), tampoco el cuadrado de a veces (Y, X, Z y yo). Ahora, desde los márgenes, en ventanillas amarillas, aparecía la voz de Y2 que nos decía aquí está mal, a empezar de nuevo. Esto, obviamente, ya nos tenía cansados y creó molestias. Ni yo ni Z teníamos tiempo para perderlo pues no vivimos de la tramitología ni del reunionismo. No es nuestro trabajo. No nos pagan por eso. A veces, X se desaparecía durante varios días y era otro tiempo perdido. Una vez le escribí a Y sobre el asunto y medio le tiraron de las orejas. Pero, sabiduría burocrática ante todo, sotto voce X me pidió que no le informara a Y de lo que hacía sin primero comunicárselo. Entiendo, repliqué, pero Y me pidió que lo hiciera. X replicó que, de hacerlo así, Y podría mandar al traste la Propuesta para siempre. Sí, tales fueron, a grandes rasgos, las idas y venidas de esas semanas de Octubre a Diciembre. Veamos otros detalles que provocan risa de lo absurdo.



Recordemos nuevamente que Z me está haciéndo un favor y no puedo pedir caridad con escopeta. Pasamos días produciendo, puliendo, aclarando y definiendo la Propuesta, armando la bibliografía, los cursos, elaborando ideas para el cambio de la malla curricular o la Certificación de la UG. En medio de esto, ocurrían cosas extrañas. Por ejemplo, una vez recibí de X, quizá por error, una lista de más de cien nombres de ingenieros, con sus números de cédulas ¿Para qué? Ni idea. Cuando le pregunté no hubo respuesta. Otra vez, supongo por error también, Y me envió una lista de unos cuarenta Prometeos a quienes les pedía que apresuraran sus Propuestas porque se acercaba la fecha tope. Noté que algunos tenían más de tres meses de atraso, lo cual me dio tranquilidad porque supe no era el único que no podía entrar al castillo kafkiano. Eso incluyó varias veces el mandato de Y de cambiar todo y aplicarlo a un nuevo formulario, siempre un día antes de la fecha límite (borra y va de nuevo por enésima vez). Un día Y me informó que yo no era un Prometeo sino un Ateneo (categoría creada por ellos días antes), es decir, era un docente no-investigador (aunque, en la Propuesta, Y2 me exigió que incluyera una investigación). Por ser ahora Ateneo tenía que cambiar nuevamente el formulario. Ahí me dije a mis adentros: "Prometeos: mejor ateneos".

En Noviembre del 2014, en mi universidad (SUNY-Plattsburgh) me pidieron que definiera el asunto, pues de quedarme tendría que asumir la Dirección del Departamento o, en caso de irme, ellos contratar mi reemplazo y buscar un nuevo Director. Me dieron hasta el 15 de Enero del 2015 para hacerlo (recuerden, esto empezó en Mayo del 2014), y así se lo comuniqué a Y quien, inmediatemente, se desentendió del problema diciendo que no podía darme fechas, que había filtros, que esto y lo otro y que a lo mejor yo no obtendría nada (recuerden que ellos fueron los que me pusieron en la UG). O sea, Y no tenía el "sentido de urgencia" que Correa tanto reclama a los burócratas. Mi deseo de hacer lo posible para que mi esposa viviera un año en Guayaquil estaba en pié, pero nunca dependió de mí. Prometeos: no prometais si no está en vuestras manos cumplir, mejor ateneos.

Para principios de Diciembre estaba ya fundido y harto de todo esto. Mi paciencia se terminó y también mis deseos de servicio o trabajo en circunstancias adversas. Pero gracias a un esfuerzo grande de Z (había una circunstancia personal muy dura con la que tuvo que bregar) hicimos el último envío el 11 de Diciembre, con la esperanza de que lo revisaran el 15 de Diciembre  y tener una respuesta en firme antes de mediados de Enero del 2015. Luego del envío no volví a saber nada de Y ni de X, ni de los filtros, ni los Comités, tampoco de Y2. Llegó el fin de año y le dije felíz navidad y próspero año a Z.

El 8 de Enero del 2015, solo para cerrar oficialmente el proceso, le pregunté a Y sobre el estatus de la Propuesta. Luego de varios mensajes admitió que ni siquiera la había enviado ni discutido, pues, ¿qué creen? estaba "pasando por filtros de corrección" y que a lo mejor se la discutiría a fines de Enero, o sea después del límite dado por Plattsburgh. Ese "a lo mejor" que Y anunció no era el momento final del proceso sino, a lo más, el paso a otros "filtros" y "Comités de revisión". Es decir, la cosa podía seguir quién sabe hasta cuándo. No son malos funcionarios, simplemente trabajan así, es el estilo made in Quito-Ecuador, debería decir Correa.

A todo esto: ¿Qué hizo X, como "parte técnica" y responsable de que la Propuesta llegara a los filtros ya corregida? Simplemente nada. X nunca hizo su trabajo. Su presencia fue innecesaria porque su labor fue de simple intermediario. De hecho, una vez descubrí que había enviado una versión con varias fallas ortográficas, las mismas que Y2 tampoco había revisado en la devolución. O sea, la versión "final", cada vez que pasó por X, era mandaba con nuevos errores que ni Z ni yo descubrimos a tiempo.

Hoy es 16 de Enero y se ha vencido el plazo dado por Plattsburgh. No sé nada más del Proyecto Prometeo y ya no importa. Lo único bueno es que he terminado estos largos e inútiles meses de tiempo perdido, todo por ser coherente con mi palabra como esposo.

Pero, como se dice en la calle: las cosas ocurren por algo. De pronto, es mejor quedarse aquí en vez de ir a Guayaquil a tener que lidiar con X,Y, Y2, los filtros, el "Comité" y el otro "Comité", aunque solo sería una cyber-molestia porque los reyes de la tramitología y el reunionismo son de o viven en Quito, aunque resuelvan los destinos de la Universidad de Guayaquil. Como siempre hay alguien que me dirá que no hice todo lo que podía haber hecho, informo que contacté a ZR, una persona en la UG que estaba en posición de ver qué mismo ocurría con mi situación. ZR me dijo que me contestaría a la semana siguiente pero nunca lo hizo. Nunca fui buen diplomático ni amarrador, está claro. No volví a buscar la "influencia" de ZR.

Ahora mi esposa está frustrada con lo ocurrido, un poco molesta, pero no conmigo (dice ella). Sigue creyendo en Correa y la Revolución Ciudadana, piensa que en Ecuador todo es lindo y mejor que acá. El calor, que en Guayaquil nadie soporta, ella lo ve como bendición, comparado con el frío de aquí. Por el contrario, para mí, a estas alturas de mi vida y con dos niñas que criar, lo único que cuenta es tener trabajo para pagar las facturas. Pienso en los meses perdidos y me doy cuenta de que a pesar de no ser el típico militante de derecha, ni empresario ni del MPD, a pesar de que no ser de la Conaie ni de los partidos políticos de oposición, no tengo un lugar en el Ecuador de La Revolución Ciudadana. Tampoco estoy afiliado a Alianza País, no he tenido cargo ni trabajo directo o indirecto por/con ellos y mi posición personal ha sido crítica o de apoyo, según, Tengo un lugar en EEUU, mi país adoptivo, pero no en Ecuador. A lo mejor más que antes, muchos, todos tienen nuevas oportunidades, pero yo no: el centralismo nunca me favoreció, tampoco la derecha. Siempre hay un precio que pagar en la vida y, en mi caso, este es uno de ellos. Asumo que, hasta que me jubile, mi residencia seguirá en Plattsburgh, NY. Aquí nacieron mis hijas y aquí son felices a su manera.

Espero que este largo recuento sirva para que otros puedan sortear el burocratismo que me tocó vivir en el Proyecto Prometeo. Como siempre, en todas partes hay gente valiosa y pragmática (como Z en Guayaquil y los de Yachay, que me trataron tan bien), pero también hay gente lamentable, como X, o Y con su auto-exclusión de problemas que ellos crean. Ambos son prescindibles en este trámite. Los llamados "filtros", "Comités", o personas como Y2, viven jugando a la adivinanza y corrigiendo una cosa y otra no sin decir de antemano qué mismo es lo que quieren. Propician lo que se llama: PERDER EL TIEMPO. El peligro de fondo es que gente así decide los rumbos de la educación en Ecuador, una burocracia mal preparada y entrampada en superficialidades. ¿Por qué no dan instrucciones específicas desde el principio? Porque no las tienen o no saben el ABC de la metodología más elemental. Como ocurre en la obra de Kafka, personas así tienen el poder de decisión sobre otros sin ninguna justificación ética. Juegan con un fuego que no conocen, y no es el fuego de Prometeo, tampoco la sabiduría de Atenea.

Por lo demás, me toca ahora ser el nuevo Director del Departamento de Culturas y Lenguas Modernas en SUNY-Plattsburgh. En mis funciones, espero no lidiar nuevamente con futuros X o Y, o Y2 para no convertirme en "un monstruoso insecto", como ocurrió con Gregorio Samsa (otra vez Kafka en "La Metamorfosis"). Después de todo, la incompetencia burocrática y la evasión de responsabilidades son problemas universales, aunque la culpa de los errores siempre cae solo sobre el ciudadano.



atte: Joseph K




lunes, 5 de enero de 2015

Los Ensayos de Montaigne y el marxismo de Terry Eagleton



La edad y el tiempo siguen siendo benignos conmigo y mantienen vivo mi interés por la lectura: he terminado, luego de varios años de ir de tranco en tranco, el Volumen II de los Ensayos de Montaigne, en la antigua edición de Garnier Hermanos (quiero pensar que el Volumen I, en la edición original francesa de Garnier, descansa en mi biblioteca en Guayaquil). La apretada y menuda letra en tan reducido espacio nunca fue atractiva pero siempre secundaria comparada con la pluma del gran autor. El resultado es constatación, asombro, interrogación personal y, de alguna manera, recordatorio.
Constato el tremendo peso del clasicismo greco-latino en la obra de los renacentistas: todo es citas y reflexión sobre lo escrito por Homero, Séneca, Tucídedes y Tácito. Todo es ellos ya lo dijeron y yo, acaso, lo amplifico de manera innovadora (Teoría de la preponderante Imitatio), si el destino lo resuelve de esa manera. Constato que Montaigne conocía al dedillo a esos autores y cotejaba sus enseñanzas con la vida diaria del siglo que le tocó. Es en ese diálogo entre su presente y la herencia de siglos que se fragua, construye y estructura la identidad del "hombre de letras", abierto a la diversidad y buscando siempre, afanosamente, llegar a nuevo puerto. Los Ensayos abrazan todo tema y se muestran como guías de vida, lecciones a seguir o a tomar en cuenta. Y, como dije al principio, a mi edad eso se vuelve mucho más importante que hace treinta años, época en la que tomé en serio la lectura de los clásicos.
El asombro como lector ocurre a diferentes niveles: me abruma tanta sabiduría y facilidad de palabra de Montaigne, su flexibilidad bibliográfica y puesta en escena del conocimiento almacenado. Me asombra que aborde de manera enciclopédica tantos temas y resuelva incógnitas y reflexione meta-teóricamente sobre cómo se originan las preguntas en un texto. En realidad, la abundancia de detalles crea, en determinados momentos, un vértigo intelectual que encuentra sosiego solo cuando cambia de tema o se detiene ex profeso para armar una transición.
Los Ensayos interrogan a cualquier lector de manera doble: directamente, la actualidad de sus temas resulta avasalladora (de alguna manera, seguimos siendo hijos de la Modernidad que inauguró su tiempo); indirectamente, la profundidad de sus reflexiones genera un proceso de aceptación para el procesamiento del material intelectual. Sin embargo, es justo decirlo, sus interrogantes van más allá de lo personal y lo privado y llegan a la discusión social propiamente, no sólo la de su tiempo o la que ocurrió dos o tres siglos más tarde, sino la de hoy, la de estos nuevos días del año 2015.
Leer los Ensayos de Montaigne es un recordatorio de "la insoportable levedad del ser": cuando aparece la llamada de la vida y de la muerte y el francés se interroga sobre el sentido de ambas, de cómo debemos vivir la vida y prepararnos para la muerte. Esto no debería ser mayor dilema si mi lectura (o relectura) no ocurriese ahora, hoy, en estos días, porque a partir de cierta edad se empieza a reflexionar no en el futuro, ni en el pasado, sino en el límite del camino y en el final del viaje. Y a este respecto, sólo incluyo una doble coincidencia: mi lectura de un libro de Taleb (sobre el cual ya escribí algo) y su confesión de que Séneca lo acompaña a todas partes; y el hecho de que en mi oficina los libros de Séneca ya fueron subrayados por un joven ambicioso de conocimiento hace más de treinta años. Así, es como si las coincidencias dejaran de ser tales y todo fuera agarrando forma, sentido, coherencia.

El primer libro que leí este año fue Why Marx Was Right, de Terry Eagleton. Para asombro de muchos, el autor deja su tono sobrio y árido (predominante en su The Ideology of Aesthetics, que empecé hace pocas horas) para captar lectores que se decepcionaron del marxismo o se quieren iniciar en dicha teoría, y ubica su lectura como parte de un esfuerzo idealista -acaso también oportunista, revisionista- aunque intelectualmente honesto. Eagleton debate diez estereotipos endilgados por la derecha, los capitalistas y los ultraizquierdistas (entre otros grupos) a Marx y, a partir de referencias bibliográficas, hechos, circunstancias y anécdotas, nos muestra un marxismo vivo, cercano, disciplinado pero también flexible en sus bases epistémicas que se muestran dispuestas al cambio y a la reinterpretación (algo que vienen haciendo los teólogos del cristianismo desde que éste existe y la teoría civil conoce como Hermenéutica. No rechacemos entonces ese esfuerzo de Eagleton). Pero, ya que escribiendo sobre el renacentista francés di paso a una perspectiva más personal y subjetiva, es legítimo preguntarme: ¿Qué tiene que ver Eagleton con Montaigne salvo el capricho de mi elección como lector?
Mi profesión demanda un mínimo de lecturas actualizadas en el campo de trabajo, es cierto. Pero en ese cumplimiento de tarea trato de relacionar un aspecto con otro: personalmente, Eagleton revisa un cuerpo establecido y asumido de diferentes maneras por millones de personas, muchas de ellas ahora padeciendo de un deprimente desencanto político, mientras que Montaigne hace exactamente lo mismo pero desde el camino opuesto: ambos atacan el tema central pero desde tradiciones opuestas: lo de Eagleton es desde Marx, lo de Montaigne desde muchos autores.
Sin embargo, en ambos se nota un profundo y respetable amor por lo que escriben, un respeto al lector (lo que se llama: solidaridad) porque el autor es, a fin de cuentas, el mismo lector y viceversa. Los dos escritores se ven enfrentados a una distorsión que, de seguir así, entrañará viejos y nuevos peligros, y, por lo tanto, hay que corregir de manera inmediata.
Irónicamente, para hacerlo, Eagleton integra, aunque tardíamente, el concepto del "cuerpo" (muy a la moda desde Barthes y Foucault) y la idea de Dios (un Dios que jamás fue atacado o negado por Marx cuanto la fuerza opresiva de las religiones, "el opio del pueblo", en una sociedad en la cual éstas eran básicamente refuncionalizadas por los poderes de explotación al pobre). Ambos conceptos, en un marxista confeso, llaman la atención pero se explican en los nuevos vientos que se respiran en el mundo.
Montaigne, en cambio, conectado con el poder real (de realeza) y lo más elevado de las autoridades intelectuales de su tiempo, lo hace desde un reposicionamiento de sí mismo no como "autoridad" sino como distribuidor, intermediario, repartidor de ideas, como un ser limítrofe entre el lector de sus años y el pasado remoto que activaba de manera apasionada en sus páginas.
Así, en esta doble lectura singular, tanto Eagleton como Montaigne me devuelven al intercambio informativo y a plantearme nuevamente la idea de que es hora de volver a leer mis libros de Séneca y Tucídedes, tal como lo hice hace más de treinta años. Tal como lo hace Taleb, pues siempre sentimos que nos va llegando la hora de recoger los bártulos.