martes, 3 de octubre de 2023

Impunidad, encierro y nuevas elecciones


El asesinato de Villavicencio quedó en nada: habiendo detenido el mismo día del crimen a los presuntos asesinos, todo se volvió chismes, largas y ocultamiento de noticias. Inclusive los sacan en televisión y se asume que los autores intelectuales son gente muy poderosa que puede terminar con la vida de cualquiera. A los pocos ideas toma cuerpo la idea de que quienes mataron al denunciólogo fueron todos y nadie. Villavicencio acusó a todos y todos lo acusaron a él, por eso no es alocado pensar que él también tenía sus trapos sucios, como es costumbre en la vida diaria de Ecuador, un país regalado a los Carteles de la droga por Rafael Correa y los que lo sucedieron, incluyendo a Lasso.

Extrañamente, en Colombia le dieron cobertura nacional al crimen y regaron la noticia de que ellos ya sabían quiénes habían ordenado el crimen, pues tres políticos ecuatorianos estaban en contacto telefónico con los criminales. Se anunció la llegada de una comisión del FBI al Ecuador, junto a una delegación policial de Colombia, dado que los sicarios eran de ese país, para ayudar a sus vecinos. ¿Qué pasó con esa visita? Nunca se supo. Para cerrar, el gobierno de Estados Unidos ofrece hoy 5 millones a cambio de información sobre los involucrados en el asesinato.  ¿O sea, EEUU ya no tiene la influencia en los medios de seguridad que tenía antes? ¿Por qué?

Lo que ocurrió en los días siguientes fueron disputas y acusaciones intra familiares y partidistas de los buscaron aprovecharse del trabajo de Villavicencio. Pero del crimen mismo, de las investigaciones, nunca más se volvió a hablar. Pero con el burocratismo usual, los candidatos prometían formar comisiones y veedurías una vez llegados a la presidencia.  Nada más. Tampoco dijeron ni publicaron nada los medios de comunicación. Como se dice en Ecuador: "Aquí no ha pasado nada".

Luego vinieron supuestos días casi tranquilos. Cabecillas criminales que fueron llevados de sus cómodas celdas a una de mayor seguridad, pero sus empleados les recordaron al país nuevamente que ellos son los que mandan: secuestraron a guías y policías en las cárceles y lograron que les devolvieran a sus jefes a las celdas originales. En ese país sin presidente ni gobierno que es Ecuador, tampoco nadie dijo nada por eso. Al mismo tiempo, en una especie de tácito pacto con la sociedad (las bandas hablaron de una tregua), se dejaron de publicar y comentar sus fechorías, los secuestros, la extorsión que imponen a los ciudadanos. Tanto como para decir "el crimen ha bajado". Hoy, en Ecuador se siguen viviendo días de encierro pues es una sociedad sitiada en la cual uno ya no se extraña de nada.


Y ahora se vienen las elecciones presidenciales. Según sus declaraciones, funciones en cargos públicos  y último debate, tenemos por un lado a un candidato relativamente nuevo que, a veces, parece despistado. El arrastra y hereda los serios vacíos éticos de su padre sobre evasión  de impuestos, bajos salarios y liquidaciones a los trabajadores, por citar unos pocos. Por otro lado, tenemos una correista más, ideológica e intelectualmente poco sofisticada pero propensa a la verborrea y repetición de consignas. Nada substancial ni nuevo. Ese es el Ecuador que toca en los próximos meses: un poco más a la deriva, un poco más de lo mismo, encerrado en sus fronteras y sin pronta salida a la crisis de años.

Y, como para no terminar de sorprendernos, se evidencia que la delincuencia resulta ser algo que ninguno de los dos candidatos quiere resolver. Ellos solo quieren vender más armas y equipos (esa solución que nunca solucionó nada en 40 años) o darle carta blanca a los criminales bajo el manto de los derechos humanos y la victimizacion social o problemas en la rama judicial. De nada le sirve a América Latina ni a Ecuador tener el ejemplo de Bukele si no tienen la decisión y las manos limpias para cambiar las cosas. Daniel Noboa y Luisa González en asuntos de delincuencia solo van por el teatro, los desfiles, la propaganda. Blablablá. No están para otra cosa. A eso súmenle la repetición de los mismos errores de ambos bando políticos. 

No hay más que decir.


PD: A los pocos días de her escrito esta nota, se informa que los 6 sicarios colombianos implicados en el asesinato de Villavicencio, fueron ahorcados en la cárcel de Guayaquil. Para cubrir el hecho, los presos organizaron un motín. Para los que seguimos la dinámica del crimen en Guayaquil, esto era de esperarse. ¿Quién mató a Villavicencio? Todos y nadie. 


jueves, 17 de agosto de 2023

¿Quién mató a Fernando Villavicencio?

Hace 10 días mataron a uno de los candidatos a la presidencia: el denunciólogo Fernando Villavicencio, quien a lo largo de su años vio crecer su fama en el sinnúmero de denuncias contra todos los que se encontraban haciendo negocios sucios, estafando al estado y a la gente. Por sus manos pasaron casos de empresarios, burócratas, pandillas de adinerados que usufruan desde tiempos coloniales el dinero de todos los ecuaotorianos, gente de nombres rimbombantes de peluconería y también delincuentes comunes, ex-pandilleros y ahora congresistas, etc.

Nadie escapó a sus denuncias: ni Correa, ni Nebot, ni Topic, ni Bucaram, ni Glass ni los Carteles mexicanos, ni los narcotraficantes locales, ni la policía nacional, ni los sicarios jefes de pandillas (Fito a la cabeza), nadie. Los rumores, sin embargo, dicen que él tampoco estaba con las manos limpias, ni su familia (un hermano con cuentas de millones). Así, entre su oficio basado en documentos (en Ecuador cualquiera forja documentos) y los chismes de siempre, de repente Villavicencio se vio atrapado en su labor por tener tantos enemigos. Y uno de ellos o varios o todos juntos lo mataron. Y eso beneficia a todos, en general. pero, en particular y puesto que era candidato a la presidencia, a los otros candidatos.

Su muerte es de novela triste, de caso policíaco no resuelto (otro más) en el que claramente se nota que está involucrada la policía, encargada de custodiarlo y que fue la que lo puso de tiro al blanco en una camioneta sin chofer, encerrado, para que le dispararan a quemarropa mientras ellos se tiraban al suelo (no abundo en otros detalles ya conocidos). Pero la policía es arma ejecutante, no el cerebro. Entonces, ¿quién planificó todo? ¿Para qué?

Villavicencio fue asesinado hace diez días el impacto en todos fue muy grave: desesperanza ttal, frustración, anonadamiento. Pero hoy parece que la gente ya se va olvidando, se va centrando en por quién votar, va pensando en cómo desquitarse de esa muerte y castigar a los que supone culpables. Entre estos, obviamente todos los acusados y mencionados antes y, a la vez, ninguno, pues no hay prueba dura de esa canallada. El que más ha hablado, de estos candidatos a la venganza personal, es Correa, quien inclusive ha acusado con nombre y apellido una ex-miembro de su propio gobierno (Paola Romo) y a un tal Carillo, sin olvidarse de la siempre culpable CIA. En silencio se encuentran Nebot y el mismo Topic, representante de la alianza socialcristiana-correismo (como en El Salvador, los supuestos opuestos se han aliado contra Bukele: la ultra-derechista ARENA y la marxista-leninista FMLN) quien vio subir un poco su candidatura luego del asesinato de Villavicencio.

En un afán de desquite popular, contra todo pronóstico, la delfin de Correa (que es el que sigue mandando entre su gente) ha visto bajar números a su favor, pero no tanto como para descontarla como finalista de la 1ra vuelta electoral (el otro sería Topic, también en negocios sucios con Correa y herederos). 

Por la misma dinámica que sembró el caos post-asesinato, la candidatura de un joven Noboa ha comenzado a subir, y si no gana ahora lo hará luego porque es (por fin y gracias a Dios) una buena alternativa desde el centro-derecha, capaz de aglutinar a las grandes masas con su juventud, sencillez y sólido conocimiento del mundo económico y emoresarial. Una refrescante brisa luego de la profunda decadencia de los grupos políticos tradicionales con sus representantes de tercera categoría, como Moreno y Lasso.

Pero algo más ha ocurrido con el asesinato de Villavicencio: una tregua entre criminales que tiene visos de organización para atacar a la sociedad si su jefe (Fito) no es devuelto a su "celda" normal (un cuarto bien abastecido que parece habitación de hotel), la suspensión de la violencia diaria de ritmo agobiador al cual el país ya se estaba acostumbrando y, por lo tanto, el hecho de que la lucha contra la violencia delictiva que tiene al Ecuador en jaque desde hace años, haya pasado a segundo plano. Hoy mismo, en esa amnesia electoral que se vive siempre, poco se habla de ellos: Cuatro candidatos aparecen en una iglesia llevando la bandera del país al altar, escuchando misa y dándose abrazos de paz (Topic incluído, aunque ni siquiera cree en Dios; pero ya sabemos que un político es capaz de cualquier cosa por ganar una elección), otro aparece bailando salsa, otro cantando pasillos, la delfín de un coqueteo con un futbolista negro de Barcelona, otro riéndose de su apellido... Todos casi felices, como si nada malo pasara.

El dictador mexicano Porfirio Díaz dijo: "Pobre Mexico, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos". Creo podríamos decir ahora: "Pobre Ecuador, tan lejos de Dios y tan cerca de los Carteles mexicanos".


¿Quién mató a Fernando Villavicencio? Todos los que él denunció, la fantasía de lo que en Ecuador llaman "democracia", el dinero, los que lo querían, los indiferentes y la truculenta dinámica en la que vivimos diariamente en el sur.

pd: Brama Kumaris, luego de leer este texto, me escribe: "Faltó la balacera que le acaban de dar a Daniel Noboa en Durán....suerte no lo mataron...justo la esperanza que mencionas casi se va al otro mundo y nos quedamos sin esperanza pues". 

Pero no fue contra él, fue balacera nomás, entre otros. O sea, no hay problema, no hay de qué preocuparse.







jueves, 6 de julio de 2023

Stanislavski, el novelista y el teórico (III)

En su libro "Creando un personaje", el gran director ruso nos da en realidad una novela cuyos personajes son actores de teatro. Narrada en tercera persona por uno de ellos, quien a veces participa y otras solo escucha por accidente un diálogo, la obra nos lleva en cortos capítulos por los aspectos más importantes de los ensayos y la función del actor y el uso de técnicas apropiadas para hacer bien su trabajo. Incluyo aquí el enlace de la edición al español (1991; la inglesa, que es la que he manejado es de 1949):

https://www.scribd.com/document/376933217/Constantin-Stanislavski-Creando-Un-Personaje-pdf

Es un libro ejemplar, sencillo, didáctico y entretenido. Obra de consulta para actores, autores y directores...hasta donde les llegue el compromiso y el interés. No es un libro mágico que garantiza talento para todos, pero sí guía para los que lo tienen, y mucha discpilina para los que no lo tienen. Sin embargo, quizá por suerte, el conocimiento que riega no es exclusivo de estas páginas, pues los manuscritos y transcripciones se realizaron en varios tiempos; y es fácil notar que una edición cambia de título y contenido, según la editorial, los traductores y los fines. Así que Stanislavski se encuentra literalmente regado en toda su obra. 


Estos bondadosos rasgos de calidad, sin embargo, no son la única muestra expresiva escrita del ruso. A ella hay que juntar la que revela al ensayista en primera persona con total dominio informativo de su tema: "Stanislavski on the Art of the Stage" (1961 en la edición inglesa). Aquí hay mucha sabiduría, repertorio estructurado, archivo temático y mentalidad enciclopédica. El tono es conversacional pero serio, sin llegar a ser aburrido. Los abundantes secretos del oficio corresponden a un hombre maduro que se acerca al final de su vida (profesional al menos) y sabe lo que dice. Se puede catalogar este libro de manual con aroma autobiográfico. Todos los aspectos del teatro aparecen concentrados en sus páginas: el actor, el escenario, el teatro (el dojo de aprendizaje actoril), el público, la obra como vida, la necesidad de sentirla, los detalles de la actuación y tanto más.

Estos días de terrible calor, me he aventurado a estas páginas por curiosidad, acaso responsabilidad académica, pero confieso que he vuelto a los 70s y a ver el inicio de mi generación desde otro ángulo. La gente que conocí aún hace teatro, pero el teatro que otros hacen no se compara con lo que ellos hicieron. Aún no hay otra obra mejor que la popular "Como e' la cosa", ni más tierna y delicada adapatación de "Cosas de mi tierra" que la hecha por El Jugalr. Nada como el gustillo aristocrático que a veces los animaba y nos daba obras picarescas de muy buen nivel y humor. 

He visto hoy en algunos viejos y nuevos teatreros el apego extremo al gusto popular pero en detrimento de su propio talento, pues se quedaron -a petición del público- en un solo personaje, muchas veces vulgar, de mal gusto, superficial, repetitivo. Y son esos los que rellenan los programas de televisión desde hace muchos años. Aparecn en fotos haciendo muecas y, bueno, hay que tomarlos en serio porque el teatro es mueca (aunque más parece que su mueca es el teatro). 

Me he aventurado, digo, por razones académicas: saber más del mundo del integrante mayor del cine: el personaje. Los demás, técnicas y libreto, serán quizá motivo de otro comentario, más adelante. Por ahora, esto es suficiente.  






miércoles, 5 de julio de 2023

Del tablado a dos comedias románticas: Memorial de Stanislavski (II)

Dos son los tonos de escritura del dramaturgo ruso: el sistemático y el informal, pero uno solo es su objetivo: crear un método de trabajo, un sistema que permita que los actores sean lo mejor. Este afán transcurre en un segudo período del contexto teatral que vivió, el que él llama "realismo espiritual" luego del "realismo material". Si el libro "Creating a Role" navega en ambas aguas, su "Stanislasvki's Legacy. Comments on Some Aspects of an Actor's Art and Life" es un suma de fragmentos sueltos y ensayos que, de todos modos, incluyen información expuesta de manera muy didáctica para que llegue a un público más amplio.


 

Leyéndolos y cotejándolos con lo que me ha tocado vivir, puedo concluir que la universalidad del teatro es tal que las mismas preocupaciones registradas a fines del siglo XIX en Rusia eran muy parecidas a las que ocurrieron en Guayaquil en los 70s. Por ejemplo, el ferviente mundo teatrero que logró articular el argentino Ernesto Suárez, fundador del inolvidable El Juglar, es comparable al mundo del tablado que se describe en los libros mencionados. No importa que el director ruso se haya codeado con Tolstoi, Gorki o  Chejov mientras que Ernesto tuvo que arrancar de cero, recogiendo periódicos y botellas con estudiantes secundarios para financiar obras y una sala. El amor por la profesión, la ilusión, el esmero, ese espíritu juvenil, estuvo en ambos tiempos y geografías.

Stanislasvi insiste en la inmersión total de los actores en la obra, su personaje, lo que ven y sienten el director y el autor. Esto ha dado lugar a cierta confusión entre "método de actuación" y formación de un canon de actuación: el ruso abrazó todo tipo de técnicas y las fue depurando, reciclando, esbozando. Es decir, si bien es cierto que hay textos con información específica de qué hacer y cómo hacerlo, hay también en ellos un llamado a ser observador de lo que ocurre, no simple repetidor de técnicas. Esa diferencia marca a un buen actor. Hoy, por ejemplo, vemos los medios saturados de gente que se lanza al tablado o a la pantalla de TikTok sin haber cumplido con los requisitos para hacerlo. Es algo que ocurre también con los malos cantantes: creen que las notas musicales son lo mismo que la melodía de la canción y, por eso, cuando se encuentran con especialistas, los eliminan, pues cantan solo en una nota, y generalmente sin "colores".

El problema de la actuación y del personaje representado es un asunto muy complejo. Va desde cómo hablar y pararse en el escenario, qué hacer con las manos, qué gestos utilizar y cómo vestirse hasta tener una idea precisa de lo que quiere el personaje. Para los errores elementales basta ver cualquier video clip de la televisión local, para lo segundo hay que interrogarse sobre cuáles son los objetivos del personaje de cualquier película que a uno le guste. Ilustro con dos ejemplos:

El primero es la película "Meet Joe Black" con Anthony Hopkins y Brad Pitt. El británico es un millonario con pocos días de vida. El otro, La Muerte corporeizada. La obra es en gran parte una llamada de atención (hasta donde es posible hacerlo en una comedia romática) sobre el sentido de la vida. Me pregunto: ¿Cuál es el objetivo de La Muerte al estar en la tierra? Los esfuerzos por contestar esta pregunta son inconsistentes e insatisfactorios, pues La Muerte ha cruzado el umbral de la razón y la lógica. Mientras la actuación y las historias subyacentes la llevan de manera fresca y agradable, convincente, me queda la duda de esa exposición de ignorancia y curiosidad adolescente de La Muerte. Justamente lo contrario de lo que ocurre en "El séptimo sello" de Bergman que es un diálogo entre La Muerte y el caballero medieval. Esta falta de respuesta, cotejada con lo que pide Stanislasvki (que el actor sepa qué es lo que quiere el personaje) me hace dudar del logro actorial de Brad Pitt. No por el actor (ha demostrado hace mucho lo excelente que es) sino por la falta de coherencia del libreto, acaso su misma imposibilidad de negociación con las vistudes del actor. 


El segundo ejemplo es una comedia argentina que me hace dudar de si el actor sabe realmente cuál es el objetivo de su personaje, "qué es lo que quiere en la vida" por decirlo de manera familiar: "Busco novio para mi mujer" con la gran Valeria Bertuccelli y Adrián Suar. El argumento es corto y fácil: crisis de matrimonio. El lenguaje y el universo humano de Tana (personaje de Bertuccelli) es el que lleva al público de la mano: es desatada para hablar lo que piensa, siempre y en cualquier lugar. Aunque, no realmente. Ella es así en público y es rechazada por todos por obvias razones. Sin embargo, cuando la gente solo la oye hablar por radio, Tana resulta llamativa, interesante, crea expectativas y hasta se enamoran de ella. O sea, no es que la gente no la acepta como es (nadie acepta a gente grosera) sino que ella no participa de normas básicas de relaciones. ¿Por qué? ¿Qué quiere entonces? Luego de que Tana encuentra un trabajo, se vuelve agradable al trato y resulta encantadora para un pretendiente, un amante y su esposo, de quien al final no se divorcia y vuelve a iniciar un diálogo de dos adultos que se encuentran por primera vez. Pero no me queda claro qué mismo es lo que Tana quería lograr en su vida ni tampoco si su festiva agresividad verbal formará parte de su repertorio cuando esté con otras personas, como antes. 

En mi lectura, estos dos ejemplos exponen los desafíos del actor que ya codificaba Stanislavski. Esto no quiere decir que la obra final (teatro o película, acaso ópera) no va a gustar (muy por el contrario, como en estos dos ejemplos) sino que hay personajes que no tienen bien elaborado su universo íntimo (falencia del director o autore) y hay actores que tienen un trabajo muy arduo al tratar de ser esos personajes. Pero esta falta de justicia es la misma que enfrenta cualquier artista cuando se enfrenta a su obra y la considera "producto acabado" en vez de aceptar las ausencias como parte del juego mimético de representación de la vida. 


   

 


martes, 4 de julio de 2023

Teatro: El delirante mundo de Konstantin Stanislavski (I)


Ahora que me he adentrado en el mundo del cine (pues es un nuevo camino que espero explorar de la manera más responsable) y visto algunos de sus aspectos técnicos, propios del lenguaje de la imagen en movimiento, me gustaría comentar el del actor. La historia es como sigue.


Una de mis antiguas deudas es con el teatro, el cual tanto me dio como espectador  adolescente. En los 70s vi grupos locales y nacionales, hice amistad con colegiales que se lanzaban a la tarima y leí lo poco que me cayó en las manos: Shakespeare (aún guardo sus dos volúmenes de la Grolier Jackson). Al poco tiempo, Ibsen, O'Neil y Pirandello, además de guiones de películas, de los cuales recuerdo con afecto "El séptimo sello" de Bergman, acaso algo de Strindberg. Y mucho después, todo lo que pude del Siglo de Oro español, sobre todo las incontables piezas de Lope de Vega. 

Pero el teatro real, para mí, estaba en las grandes películas que presentaban en festivales o sesiones clandestinas de algún centro cultural. Ahí vi películas de Bergman, la "Nueva ola" francesa y neorrealistas italianos y me abrieron a otro mundo. Esas imágenes planas eran la vida interna lanzada al mundo. Lo mío era una rústica, vital y alegre manera de entender el teatro, el cine y su relación con la literatura, por supuesto, pero era "mi manera" y eso bastaba.

Leer con ansias es vivir. Vivir la literatura, el personaje principal, es cambiar de vida. Es ser el otro y el siempre deseado. Todos los lectores apasionados por lo que leen son actores con derecho propio. Y eso nos emparenta con actores del teatro y del cine (solo los grandes actores de cine son grandes actores de teatro). Es un derecho humano democratizado, una liberación de la imaginación que, como muchos saben, siempre tiene notables consecuencias.

En ese gozo de la imagen que es el teatro filmado, o sea el cine, encontramos como una de sus bases lo que llamamos "actuación" o "performance". Es decir, cuán convincentes han sido los actores en hacernos creer que los personajes del celuloide son reales, los podemos comprender, sabemos que existen. Ese puente de convencimiento, esa virtud de comunicar "lo real" de la obra, es la actuación misma. Y uno de sus mejores formuladores, ciertamente el más famoso de ellos en Estados Unidos, es el ruso Konstantin Stanislavski (1863-1938).

La vida de este arduo y talentoso trabajador merece un capítulo aparte en la nunca escrita "Historia de la Revolución Rusa y las élites intelectuales", pues de su origen aristocrático dio un salto directo a la concentración total en el teatro y su estructuración como empresa de trabajo, proceso y resultado ("El método" como muchos lo llaman). Su búsqueda fue profesional, espiritual y filosófica. Por ello, rebasa inmediatamente el cerco de cualquier hermenéutica ortodoxa. Stanislavski está mucho más allá. Su mundo es el mundo de Bajtin, Chejov, Bulgakov; es una filología humana que tiene visos de psicoanálisis y terapia en acción. Veamos esto.

Su trilogía reflexiva contiene los libros: "Preparación del actor", "La construcción de un personaje" y "Creando un papel". En el tercero encontramos dos capítulos parelelos a lo que deben hacer los literatos: 1- Estudiar la obra (entenderla), 2- Sentirla (emocionalmente). El tercer capítulo es propiamente "vivir la obra", como actores ya, o lectores aventurados a ser personajes (como en el milenio pasado yo jugué a ser Horacio Oliveira y Franz Kafka) que necesariamente deben imponer su sello individual, la marca de su talento (imaginar la escena, en vez de recordar algo que los acerque a ella), que los hará diferentes de otros. Es lo que procuraron, por ejemplo, Paul Newman, Marlon Brando, Maryl Streep, Gena Rowland, Vincent D'Onofrio, Robert DeNiro. Todo esto con más o menos variaciones, más o menos énfasis en una parte en vez de otra. Al final, todo se concentra en la necesidad de saber qué es lo que quiere el personaje para poder entenderlo, seguirlo o cambiarlo. Mientras no se entienda al personaje, el resto parece inútil, como todo en la vida.

Stanislavski detalla su propio proceso de actuación, adopción y modificación del personaje, poniendo su aporte mental, emocional y corporal: miradas, gestos, expresiones faciales, vestimenta, etc, todo forma parte de un rico vocabulario que él detalla y que, una vez conocido, nos permite apreciar la actuación de mejor manera. In "Creating  Role" (la edición que manejo es la traducción de Elizabeth Reynolds Hapgood de 1961), los capítulos finales son un agradable y minucioso análisis de "Otelo" (siempre Shakespeare) que Stanislasvki pone en boca del ficticio Tortsov, quien ha venido impartiendo clases de teatro a un grupo de estudiantes, como ocurre en los clásicos ("El banquete" de Platón viene a mi mente ahora). 






 

viernes, 16 de junio de 2023

Todos hablan de Bukele


El presidente salvadoreño, Nayib Bukele, ha práctimanete eliminado el pandillerismo y sus secuelas. En cosa de dos años cambió su país de ser uno de los más peligrosos del mundo al más seguro de América Latina. Esto ha llamado la atención, abierto foros de comentaros sobre su gran labor y logrado el apoyo de los beneficiados. Pero también ha sido muy criticado por los criminales, sus familiares, los partidos de oposición y algunas ONG, la OEA y la ONU. ¿Por qué? El cuento es que él no respeta los "derechos humanos" (de los corruptos, obviamente). Pero hay más. Veamos.

Bukele, para terminar con la criminalidad, a través de sus co-idearios en el congreso, eliminó leyes que imposibilitaban la seguridad nacional, hizo cambios de autoridades cómplices de las pandillas (Mara Salvatrucha y Barrio 18) y acaba de proponer la reducción del número de representates en el congreso a 60 y reducir los 200 y tantos municipios a solo 44. Este gran alivio para las arcas del estado eliminará la burocracia parasitaria, tan común en nuestros países, y creará condiciones ágiles de trabajo para todos. En las últimas semanas se ha informado de un paso nuevo en la lucha anti-delincuencial: apresar a las autoridades y políticos corruptos, gente que lleva años enquistada en el poder e incluye a los cuadros del ultra-derechista partido ARENA, así como a los ladrones y traidores del que fuera hace cuarenta años el glorioso FMLN. Bukele también ha empezado de publicitar su política social y educativa con construcciones de obras de infraestructura y becas para los jóvenes (me llamó la atención que la "beca presidencial" llevara el nombre de un izquierdista, el recordado poeta Roque Dalton, fusilado justamente por su partido, el ERP). Obviamente, todo esto es bienvenido, pero para el salvadoreño común, la simple accción de poder trabajar sin amenezas, dormir en paz o salir a las calles para pasear sin verse asaltado por los criminales es un logro histórico.

La imagen de Bukele también llama la atención: es un tipo sencillo, directo, sin poses, extremadamente inteligente, bien informado, de fácil y versátil hablar, accesible y rápido en sus respuestas. Claramente, él confirma la imagen que la firmeza no es sinónimo de vulgaridad ni violencia. Devoto creyente y padre de familia, Bukele se ha defendido de los ataques de izquierda y derecha. Sus puntos débiles aún no se muestran, pero se relacionan con su política económica y con decisión de hacer de los bitcoins moneda paralela al dólar, criticar al gobierno de Biden y acercarse a la ultra-derecha fascista y racista de EEUU, como fue evidente en una lamentable entrevista con el hoy despedido periodista de la FOX, Tucker Carlson. 

En la vida política de hoy, y mucho más si hay elecciones en camino, la referencia a Bukele y comparaciones con él son inevitables (la violanecia y la corrupción dominan nuestras repúblicas). Y eso es una estrategia ingenua pero efectiva. Todos se quieren subir a la camioneta Bukele pero sin hacer lo que él ha hecho. Por ejemplo, todos quieren "disminuir la violencia" pero repitiendo lo que no  funciona y que solo es maniobra publicitaria: sacar a los militares por dos semanas a "patrullar las calles" (y cero resultados), hacer redadas con previo aviso y en las calles céntricas (no en los escondrijos de los rateros) o visitar las cárceles y hablar con los guardias. Nadie tiene una política de apresamiento y aislamiento permanente contra sicarios y extorsionadores. Nos dicen: No, eso es asunto de los jueces (esos corruptos). No, eso le compete a los organismos de vigilancia de acuerdo a leyes internacionales (los burócratas que cómodamente vieven en otro país). A lo máximo, decomisan unos cuantos cuchillos oxidados, pistolas hechas a mano o garrotes de palo viejo.

Frente a las cámaras, todos hablan de Bukele. Se le quieren parecer, dicen que harán lo mismo (sin saber lo que el salvadoreño ha hecho, ni cómo lo ha hecho). Y como viven en sus fantasías, creen que el tono amenazante convence, arrastra votos. Se venden como expertos en seguridad, como anti-corruptos, como "de centro", como dispuestos a servir solo al pueblo. Y en ese afán, ya asincerados y con la mano en el pecho, se lanzan algunas perlas, como la de un candidato en Ecuador que dice que la solución al narco-tráfico es subir el costo del transporte de la droga para el país no les resulte competitivo a los Carteles. O, como un candidato en Guatemala, que en su infinita sabiduría descubrió que la solución es apresar a los delicuentes salvadoreños y expatriarlos a El Salvador. O, como un político argentino que hasta se fue él mismo con cámara y micrófono, cual reportero barrial, a El Salvador, "para aprender de Bukele". O, como un político español que, oh fin del colonialismo, quiere aplicar lo de Bukele a España.

Todos hablan de Bukele. Todos quieren ser como Bukele. Pero, en realidad no les interesan ni Bukele ni sus propios países, solo llegar al poder. Una vez ahí, nos van a decir lo difícil que es todo y la manera en que los boicotean. Así van nuestros países: de burla en burla, de crisis en crisis y de tragedia en tragedia. El resto de esta historia es miseria (Venezuela desde hace años y hoy Argentina, acaso Brasil en el futuro), propaganda (Colombia o Chile) o todo lo malo combinado (Cuba, Nicaragua, Haití, Ecuador).

Y, como siempre, nunca será culpa de ellos ni de nadie, pero siempre del peligroso "imperialismo norteamericano". 



 

lunes, 17 de abril de 2023

De Quentin Tarantino y su Cinema Speculation a Fernando Mieles



Este es un libro fresco, de rápida lectura y, sin embargo, de difícil seguimiento si el lector no pertenece a la cultura visual popular de los Estados Unidos, más concretamente: a la época de adolescencia del autor (70s). Las películas de acción, de vaqueros, policíacas, de horror, misterio, pornografía dura, artes marciales forman parte del universo formativo del joven Taratino, asiduo asistente a cines de segunda (o tercera), de la época en la cual la "doble función" era la norma.

Comentarios personales, datos autobiográficos, sumas de títulos y anécdotas de gente de cine son las característica de ese recorrido por su vida. Su lenguaje es sencillo, directo y ameno. Desués de leer el libro, uno entiende mejor sus gustos y preferencias temáticas, así como su punto de vista: abierto, popular, sincero, elaborado. El libro funciona como una larga explicación a las elecciones que él ha hecho en su vida y al tipo de cine que ha generado. Es, al mismo tiempo, una muestra de cómo se puede ser iluminado sin ser pedante, popular sin esforzarse, elaborado sin ser oscuro o abstracto.

Este es el universo de Pulp Fiction que, desde su nombre, hace un homenaje a la literatura policíaca de masas, de los 40s y 50s (no ese empeño de clase media latinoamericana que nunca salió del whodunit y a la cual el mismo hardboiled la resulta camino cuesta arriba, no se diga los trabajos de Rubem Fonseca o el humor de los españoles Mendoza, Olmo o Vásquez Montalbán) y se extiende a las imágenes de los comics, tan de moda en los 60s y 70s, a la crónica roja y al mundo del jet set de Hollywood. Así, se entienden mejor sus famosas  Kill Bill, Inglourious Basterds, Jackie Brown, Django Unchained, Once Upon a Time… in Hollywood, The Hateful Eight y Reservoir Dogs.

Mientras leía, como ocurre con todo libro motivador, me pregunté ¿qué pasaría si, por ejemplo, Fernando Mieles hiciera una película basada en los comics y las revistas que se leían en Guayaquil en los70s? (Chanok, Hermelinda, Memín Pingín, Tarzán, entre tantas). ¿Qué habría ocurrido si su maravillosa Descartes estuvira basada no en una película extraviada sino en las escenas de Cartuchito, el famoso, flaco y ocurrido payaso que apareció en El pantano de los cuervos (1974)?


¿Qué ocurriría si Mieles diera libre albedrío a su imaginación y nos metiera en el túnel del tiempo para recuperar los cines Presidente, Guayaquil, Apolo, acaso también los lugares que se fueron, como el Montreal, la cantina de los mellizos (gente del cerro, allá por la calle Pedro Carbo), El Chuzo Engredído y El Rincón de la Brujas? ¿Qué sería si Mieles se fuera al sur y le diera vida al Barrio del Astillero en imágenes, y los antros del glorioso Barrio Cuba? La reconstrucción de la memoria urbana lo demanda. Ese, creo es también el mérito de Tarantno y su libro: recuperar el tiempo, la gente anónima pero multitudinaria, esos personajes de quien nadie supo, como Floyd Ray Wilson, a quien Tarantino ahora sabe debió didicarle su Oscar.

Acepto que esta no es la primera vez que este afán se me cruza por la cabeza. Es en realidad una frustración por el Guayaquil ya ido y hoy en manos de la delincuencia, los Carteles de la droga y un presidente al que no saludo ni el pero de su casa. Y esta obra, que exige prontitud y mérito, solo puede ser encargada a quienes respiran el río y el Estero, a los que conocen el pasado (no se lo inventan o lo copian), a los que vivieron y crecieron ahí, no a los turistas internos o externos que, de la noche a la mañana, se multiplican y pescan a río  revuelto.





lunes, 23 de enero de 2023

Y de pronto, se hizo el cine

Ocurrió una noche, cuando fuimos en procesión desde mi casa hasta la zona del Rodillo. La casa esquinera no tenía verja y la amplia pared servía de telón para proyectar las películas. ¿Cuál era? ¿Marcelino, pan y vino? ¿El monstruo de la laguna negra? ¿El pantano de los cuervos? No importaba la película tanto como el rito y la aventura de sentarse a un lado, tirarse en cualquier parte de la calle o mirar desde el fondo las imágenes sucediéndose en la pared.


Esa misma aventura la repetíamos en la sala de casa, en un imaginado cine diminuto en donde los vecinos llegaban con almohadas y se acostaban en el suelo para desde ahí ver la televisión que nos enviaba series en blanco y negro, películas y programas de noticia. 

A la par que esperábamos ansiosos el nuevo episodio semanal de Johnny Yuma, el rebelde, Maverick, La rubia peligrosa, Marcado, Cita con al muerteLos intocables y los ya viejos capítulos de Cruz Diablo, aplacábamos la espera con los diarios capítulos de las telenovelas mexicanas: Rubí, Renzo el gitano, Muchacha italiana viene a casarse


Las películas de Guayaquil eran en realidad los cines de Guayaquil. De ahí tomaban su sello, su importancia, su caché. El Presidente, por ejemplo, era de la vieja oligarquía y gente mayor. El Victoria, en cambio, a pocas cuadras y bordeando la zona candela del centro, era para el pueblo sediento de  pornografía. El Guayaquil y su cafetería Pacha eran sinónimo de elegancia. El resto tenía una historia menor ya en los 70s: el gran Olmedo iba desapareciendo poco a poco, igual el Apolo, Metro, Fénix y el 9 de Octubre. Al mismo tiempo, otros aparecían, como el cine Inca, al sur de la ciudad.

El cine era lugar preferido de los enamorados, parejas que tibiamente se tocaban o se besaban esquivando la atenta mirada chaperona o la linterna de los guardias que acababan con el embeleso; rito romántico que pasaba a la carnalidad más brusca, por ejemplo en el Victoria o el Porteño, a veces el Quito.

Con la adolescencia, el cine se convirtió en regla forzada de la ceremonia de crecimiento urbano. Las películas seguían siendo de EEUU o México, raramente de Europa. Pero no importaba. Uno no iba a realmente a ver la película sino a pasarla bien con los amigos, a gritar, comprar algo para comer, buscarse con chiflidos en la oscuridad cuando se llegaba atrasado. Y hasta para llorar, como ocurría viendo películas largas, tristes y casi absurdas, como Joker, una película hindú que hizo llorar a César Noblecilla y Charles Mayorga en el Fénix mientras yo les veía las lágrimas chorrearles por las mejillas desde la fila de atrás. 

Pero el cine era también interactivo: la gente, contenta o enojada, establecía un diálogo directo con los actores, como si estuviéramos en el estadio viendo un partido de fútbol. Insultos, risas, preguntas, todo aparecía  mientras duraba la película. Recuerdo que a causa de la censura contra la pornografía, en un cine porno decidieron pasar Más allá del bien y del mal, de Liliana Cavani. A los pocos minutos, el público frustrado y enardecido comenzó a gritar en trailers trailers trailers y a tirar botellas a la pantalla. Luego, en un momento de respiro, mientras Dominique Sanda se desnudaba frente a su esposo, alcanzaron a verle el no muy pronunciado miembro viril a lo cual alguien gritó: "mira ese huevito" y todos se rieron y otra vez gritaron trailers trailer trailers y a tirar botellas.

Era en el cine también que encontrábamos a nuestros lejanos, cercanos o imposibles amores, en la complicidad de la penumbra que no revelaba el rostro y fomentaba ilusiones de belleza y coqueteo. Y afuera del cine se sellaba el encuentro con nombres, número de teléfono, con suerte una cita. O también con una pelea contra los del barrio local que había hecho del cine su punto de encuentro: Machucagente sacándole la madre al tristemente célebre Karate, un boxeador enanito belicoso del barrio Cuba que defendía a los aniñados del Centenario.


Para los solitarios, entrar al cine era entrar a una región de libertad mental interminable. Y así mismo, salir al terminar la función era volver a un mundo caótico y vulgar, con un exceso de luz que no servía para nada. El cine era el espacio para ser auténtico de muchas maneras. (El gran Medardo Angel Silva ha escrito de manera insuperable sobre esos detalles). 

En Guayaquil, ya para fines de los 70s, el cine había dejado de ser punto de reunión principal, aunque se mantenía gracias a los grandes éxitos comerciales. Los gustos habían cambiado. Y en ese cambio  la encantadora oscuridad de la sala se fue perdiendo, la costumbre de llegar a tiempo a una función, pensar si los trailers valían o no la pena, si la segunda película sería tan buena como la primera, se vieron desplazados por los temas y contenidos de las películas europeas e independientes que empezaron a llegar en festivales, funciones sabatinas (cine forum, entrada gratuita) o algún programa cultural de consulados o academias de lengua extranjera, como en las noches de verano en el patio de la Alianza Francesa, mientras pasaban L'homme qui aimait les femmes. 

En los 80s, esa reducción o desarticulación de este fundamental espacio urbano en la historia de la cohesión social de Guayaquil, la sucedió la llegada de los videocassettes que ofrecían más variedad pero también obligaban al gran público a desaparecer y reducirse a pequeños grupos. Ya no habría más aquellos gritos desaforados que se oían en los cines, ni las risas o comentarios por algún chiste u ocurrencia del público. No habría intermedios para comprar hamburguesas o sorbetes, canguil o refrescos.


Lo que se vive hoy es una prolongación de esa dinámica de los 80svía internet, pero de manera más radical y amenazante: hay más recursos para producir y consumir películas de toda índole y desde cualquier lugar del mundo, de gran o pésima calidad, como siempre. Pero no hay el bullicio, el movimiento humano tan propio del siglo anterior. Lo de hoy es más un acto privado que descarta diálogos o comentarios, bromas o risas. Es la muerte de la sala de cine propiamente. Y en ese cambio del gentío al sujeto solitario, sin duda mucho fuimos perdiendo. Hoy, acaso con suerte un fin de semana, la función ocurre en una casa, de manera discreta, entre pocos amigos, en donde, olvidándose de la película propiamente, uno se dedica más a disfrutar de la compañía de otros sin importar el resto.  




domingo, 8 de enero de 2023

Radiografía del barrio

No hay historia más complicada que la de nuestras repúblicas latinoamericanas. Parece ser una pieza de teatro en la cual siempre encontramos la dificultad de definirla como comedia, tragedia o drama, pues sus personajes son muchos, variados, contradictorios y cambian de una escena a otra a lo largo de la represetación. Esas fueron, más o menos, las palabras del padre jesuita e historiador Juan de Velasco en el período colonial tardío.

Dicha herencia de organizada rencilla y complejidad la heredamos de España y su agobiante sistema de definiciones de castas, razas y condiciones sociales. La podemos verificar en cualquiera de las tantas crónicas de conquista que describen duelos y discriminación entre gente de una comarca y otra, entre regiones del norte versus del centro o del sur. Nosotros, latinoamericanos herederos de bondades y maldades, a lo largo de 400 años le hemos puesto nuestro sello íntimo y personal. El barrio, ese microcosmos del país, es una muestra de lo que digo arriba. Veamos.


Soy del sur de Guayaquil, de la Ciudadela 9 de Octubre. Pero, como muchos, nací en el norte, en la meternidad que corresponde al cerro Santa Ana, y llegué a los dos años al otro polo de la pequeña ciudad. Ya he dado cuenta de las aventuras que vivimos en nuestra adolescencia en Los patriotas del sur. Quiero volver en este punteado sobre unas lineas esbozadas en El libro del barrio.

Mi barrio no era un barrio sino muchos barrios. Pero a muchos del barrio no les gustaba que así fuera, así como tampoco les gustaba la chabacanería de la palabra, a la cual desplazaban con "la esquina", "el parque", "de la cuadra", "de la manzana" o con el nombre de la tienda más frecuentada. La gente de mi barrio (que en realidad era solo una parte de la Ciudadela 9 de Octubre) era de la tienda La Gloria (equivalemte a La Favorita, que era la tienda los aniñados de otra zona). Todo eso, sin contar con las decenas de grupos menores que se formaban en cada cuadra y no se reconocieron nunca en ninguna descripción ni de aquí ni de allá, mucho menos los solitarios de cada sector, esos jóvenes que andan por las calles hasta encontrar un nicho en donde los aceptaran y fueran ellos como quisieron siempre ser.

Pero a la gente de La Gloria no le gustaba que fueran "a parar" otros que no eran del sector. Los miraban con enojo, celo y recelo, a veces hasta con desprecio, según el dinero que tuvieran (lo mismo ocurría en otros lados). La última generación de La Gloria, sin embargo, no recuerda que antes de ellos  estuvieron los fundadores: el viejo Pombar, Caballón, Pachequito, Gordillo, Huen Huen, Figurita, Suelazo (por los 60s); y que callejones más allá existieron también Bolita, los Monge, Pollo Enano; y del lado opuesto la gente del Rodillo: el negro Mina, el Conejo y Cachete en las filas de Platense que se enfrentaría al King donde jugaban los Martillo que eran de la Ciudadela pero también del Camal. Y también Leoncio Orellana, la gente del negro Georgi, Zapata, ñañito, la Feria, los hermanos Ron, Galo Ullauri.

He incluido otras geografías en el mapa barrial no a propósito sino de manera irremediable: mi barrio era la ciudadela, pero la ciudadela no era mi barrio porque no era mi propiedad sino la de todos: de La Gloria, de la plazoleta, del Rodillo y de La Favorita. En mi barrio también había divisiones de clase social, muchas veces traducida en membretes educativos: los de colegios religiosos (Cristóbal, San José, Javier) se reunían solo entre ellos. Pasaban por encima la amistad con el vecino con tal de mantener relaciones con gente de su nivel. Pero dentro de la misma casa había hijos de colegios públicos, a veces de no gran reputación. (Uno de los problemas de la enseñanza privada es que conduce a la discriminación social, uno de los problemas de la enseñanza pública es su radical mediocridad).

Así, a la falta de memoria y generosidad humana, notoria en los conflictos sociales, no se diga el permanente espíritu de competencia y secretismo propio de la adolescencia, se une el innegociable monopolio de la membresía. Por ejemplo, al fondo de la Calle 7 (sigo en Ciudadela) paraban: Gorilón, Kukuku, Miguel Marino, el negro Ojito, el colorado Benavides, Pajarito, Magoo, el longo Marcelo, el loco Mickey, la Cucufata, Chimbacalle (a veces también el longo Emilio), Frejolito, el flaco Quiroz. Y amigo de ellos era Cucho, que era mucho mayor y en realidad se pegaba más a los fundadores de La Gloria (o sea, la gallada del viejo Pombar). Entrar a cada uno de esos círculos era imposible, salvo afortunadas excepciones.

Pero la época de Cucho y su generación (poco antes de los 50s) fue a fines de los años 60s-principios de los 70s; la de Gorilón y los otros (nacidos por el 54) a mediados de los 70s. La última generación de La Gloria (nacidos por el 57), siendo la menor de todas, existió desde inicios y mediados de los 70s hasta hoy (aunque ya no queda casi nadie).


Si me preguntan cuál era mi barrio, diría los cholos del callejón E. Crecí junto a Manuelón, Monín, Puigoma, Ceviche, el loco Rey, Cuerito, Caimunga, Careplato, Pinina, Mirada de longo, el cholo Cepeda, 15 libras, padre Bazurco, Verruga, Vladi, El Amigo, 5 veces. Debería también decir Pluca, pero Pluca (sí, como la leche) no paraba en la esquina con nosotros. O sea, no era "del barrio". Pero frente a la esquina estaba el parque, en el cual se juntaban los ya desplazados de La Gloria (antes habían parado afuera de la casa de Cachato Jeff, debo enterarme más de los detalles de esos desalojos que los llevó hasta el parque) y algunos de ellos, sobre todo los menores, se juntaban con algunos de nosotros y vice versa. . Nosotros, que éramos menores, de colegios fiscales y callejones con casas pequeñas. Otros, como La Rubia y el Perro Bolivín, don Gachu, desertarían el busca de su propio rumbo popular.

En estas interminables anécdotas de personajes, lugares y aventuras, siempre me he quedado corto con historias ocurridas en otros puntos de la ciudadela (hay tanta vida y tanto por contar), con lo que decían las chicas, cómo vivieron y crecieron puertas adentro. No sé nada de sus amores ni de lo que fue de la hermosa muchacha que vivía junto a la farmacia Atenas, o aquella que andaba en una motoneta y pasaba veloz frente a nosotros. Alguien debería contarnos todo eso.

Con los años, la gente partió hacia otros rumbos (dentro y fuera de Guayaquil), algunos matuvieron el contacto, otros no. Los que se quedaron, asumieron la responsabilidad de mantener vivo el recuerdo de lo que alguna vez fueron o fuimos (no sé cuál es mi lugar ahora en el barrio, pues mis amigos cercanos ya han muerto o no viven ahí) y no es raro ver que ahora se envistan de una autoridad cultural que jamás tuvieron cuando jóvenes pero que el tiempo y el amor por el terruño les dio con justa razón. Tal es el destino humano: al final, los héroes son los que resisten el paso del tiempo, los últimos valientes. Con los años, de esa gran marejada humana que fueron los muchos amigos del barrio, pocos serán los que queden para siempre, o casi siempre. 

Me informaron hace poco que se van a reunir nuevamente, que enviaron una lista de 60 y pico, que no todos han sido invitados y los que han sido aun no han dado la contribución. No terminan de ponerse de acuerdo sobre quién es o no del barrio (o sea, su barrio, sus cuadras). Siendo del sur se reunirán en el norte, por seguridad y comodidad, asumo.  Así se ha fraguado y queda la vida de los que fuimos del sur, allá por los 60s y 70s. No sé quiénes irán finalmente a esa reunión. En todo caso: ¡salud!