Grandísimas
y extrañísimas son las maldades que allí cometieron aquellos infelices hombres,
hijos de la perdición”
(Brevíssima relación)
Colón, en el Memorial
de su segundo viaje, cuenta la estafa de la que fue víctima por los escuderos
de Granada quienes mostrando buenos caballos para la venta, los cambiaron por
otros inútiles, poco antes del envío a América desde Sevilla. “En esto ha
habido gran maldad”, dice; luego añade: “son personas que cuando están dolientes
o no se les antoja, no quieren que sus caballos sirvan sin ellos mismos (165,
en la edición de Austral, copiado por fray Bartolomé de Las Casas). Esta es una
de las primeras noticias de tipo de “conquistadores” que llegó al Nuevo Mundo.
Colón, en su diario, da noticia también de los amotinamientos, temores y quemimportismo
de la tripulación. Un dato que sorprende es el doble registro de distancia
recorrida: uno para la tripulación y otro para sí mismo, asegurándose ser el
único poseedor del itinerario y la ruta hacia el desconocido continente, y
dejando ver que la honradez tampoco era no era su prioridad moral.
El rol de Las Casas, anotador del diario de Colón, es muy importante en la
publicación del texto porque se instaura en el incio del proceso de Conquista.
Las Casas es testigo presencial y conciencia religiosa leal a los reyes de España.
Los comentarios introductorios dejan ver
una actitud testimonial y militante, mientras que en el texto propiamente ya
aparecen señales de lo que sería el proceso de dominación y esclavismo de las
siguientes décadas, así como la obsesión por encontrar oro. Colón escribe: “esta
gente es muy símplice en armas… con cincuenta hombres los tendrá a todos
sojuzgados y los hará hacer todo lo que quisiere” (33).
En los Estudio Coloniales, al diario de Colón le suceden dos documentos casi antinómicos: Naufragios de Cabeza de Vaca y Cartas de Hernán Cortéz. En estos se
pueden rastrear los puntos de vista e ideología de los narradores y sus diferentes
sensibilidades en el proceso de “distribución de las Indias”. En Naufragios, notamos la pérdida y
recuperación de la identidad del autor, a través de la experiencia empírica y
su percepción de un mundo desconocido del cual, contradictoriamente, asumirá su
código cultural. En las Carta, en
cambio, notamos la justificación de crímenes
desde una irracional imposición de normas imperiales y católicas en contra de
los indios para “civilizar” y “cristianizar” a los pueblos invadidos.
La Brevíssima
relación de fray Bartolomé de Las Casas se incluye en la modalidad discursiva
de debate ideológico. Su trabajo se
presenta como un resumen y balance de
actividades de cincuenta años de Conquista. En su escrito quedan descartados
los relatos personalistas o grupales de los anteriores cronistas/conquistadores.
Su objetivo es conseguir la promulgación de leyes que frenen el genocidio. Su
argumento va de lo teológico a lo humanista. Por sus características de estilo,
se podría afirmar que la Brevíssima
es también un relato reiteraivo del proceso exterminio e imposición de un nuevo
orden social (esclavismo, guerrerismo y posteriormente, latifundio) en el cual
se negaron los mismos valores religiosos. La estrategia narrativa de Las Casas
para apelar a la conciencia de los reyes católicos, quienes debían imponer
justicia (como “verdaderos representantes del mandato divino”), incluyen comparaciones
y similes de orden cristiano y secular. Hace también referencia al código
literario en el cual (y así se inicia el Informe)
el rey es comparado con el pastor que debe proteger a las ovejas, es decir: los
indios). Para Las Casas, éstos son “gentes pacíficas, humildes y mansas que a
nadie ofenden”.
El texto también remarca la diferencia logística
entre ambos bandos y el empleo de tácticas de atemorización (como el insulto),
inclusive en momentos de relativa paz entre los bandos.
El fervor de Las Casas tuvo impacto en la época en
que fue publicada su obra. En una lectura actual, muy dificilmente el lector
podría olvidar la circunstancia que atraviesan los grupos nativos y el
resultado de la llegada de los conquistadores. La obra de Las Casas devela a
los españoles (y europeos en general) como falsos cristianos en tierras indias,
y los llama “seres diabólicos” que merecen ir al infierno.
En una sutil y rápida alusión a la cultura popular,
Las Casas hace también un parelelismo entre el romance español y el mitote
americano (areito, en las islas del
Caribe) que expresaban sentimientos de pesar, como en el caso de las
destrucción de pueblos (94).
A lo largo del texto de Las Casas, el indio ocupa
una posición de víctima y es por ello que el autor exige el auxilio de los
reyes, pues es la manera en que los sometidos podrán “conocer al Dios Cristiano
y servirlo”. El autor, luego de establecer la desigualdad de los grupos,
justificará los levantamientos indígenas (136) como resultado del maltrato de los
españoles, quienes son descritos así: “y si les cuadra bien a los tales
cristianos llamarlos diablos, e si sería más recomendar los indios a los
diablos del infierno que en encomendarlos a los cristianos de las Indias”.
De esta manera, el autor hace una distinción entre
cristianos de la Corte y el pueblo español, que eran los públicos cuyo apoyo él
necesitaba. Su status de sevidor del rey
y cristiano imparcial, darán peso y legitimarán la veracidad de su relato. Así,
Las Casas sacará partido para su causa y logrará la promulgación de leyes a
favor de los indios. No obstante este triunfo teórico, los siglos posteriores
demostraron lo inútil de esta empresa por la falta de aplicación de las nuevas
leyes.