Hace varios meses, el presidente de Ecuador, Rafael Correa, anunció una negociación de varias centenas de millones de dólares en oro (que guardaba el país en un banco suizo) con Goldman Sachs, la compañía bancaria y de transacciones más grande de Estados Unidos, y una de las responsables de la crisis que desde el 2008 se vive en el norte.
Como el nombre Goldman Sachs tiene un tinte altamente negativo entre los estadounidenses, lo primero que sentí fue sorpresa, luego curiosidad y, al final, extrañeza por lo que había hecho el presidente Correa.
Primero, jamás se socializó semejante negociación: no se explicó al ciudadano en qué mismo consistía, peor aún, por qué se había elegido a esta empresa. Segundo: nunca se explicó en detalle la negociación: ni los diarios de oposición ni del estado, ni los políticos del o contra el gobierno, ahondaron en el tema. A lo mucho, alguna vaga consigna a favor o en contra, propia de los actantes de la escena partidista. Tercero: todo el mundo entró en un silencio cómplice, nadie volvió a tocar el asunto y, ahora mismo, es tema olvidado.
Sin embargo, como simple seguidor de la política ecuatoriana, me animé a leer este libro (Money and Power) que detalla el nacimiento y crecimiento de Goldman Sachs. Ahora que entramos a la etapa final del verano, y luego de un período de displicencia o preferencia por temas más apasionantes, lo he terminado.
El libro tiene más de 600 páginas, formato de letra pequeña en la edición de pasta dura. Es un recuento cronológico institucional basado en testimonio personales tomados de varias fuentes (libros, artículos, entrevistas, etcs). Por ello, se resalta mucho la actuación individual, el ímpetu personal, la brillantez y capacidad de los involucrados (algo que, sin duda, podría seducir a cualquier estudiante de economía como ejemplo a seguir).
Sólo a ratos, y casi a pinceladas, se le recuerda al lector que ese proceso individual desembocó en una manipulación inmoral del dinero de los otros, los que confiaron en Goldman Sachs. Muchos de ellos perdieron su dinero pero los jefes de secciones y los clientes importantes ganaron. Inclusive en los años de la crisis (desde el 2008) siguieron ganando, mientras la clase media y los pobres de Estados Unidos fueron en picada social, sin casas, con deudas y con un dólar que ha perdido notablemente su poder adquisitivo.
En esas pinceladas que se pueden perder en medio de tanta cita y detalles personales, se dice también cómo Goldman Sachs sirve a dos amos, a tres o a cuatro, que son ellos mismos, mientras roba, especula, rifa, manipula y despilfarra un dinero ajeno... El factor "suerte", tan citado en el mundo de los negocios, aquí es tal cuando se refiere a ganancia de los inversionistas pequeños, porque lo que se mantiene de manera estable y planificada es la ganancia exclusivamente de los "peces gordos".
A otro nivel, el libro presenta varios problemas serios: a- no demuestra que dicho banco "domine al mundo" (de hecho, hay sólo un par de menciones a Mexico, Indonesia y China, Londres, acaso Francia) y más vale, b- se queda en lo puramente nacional (en EEUU los equipos de béisbol y de baloncesto aún son proclamados "campeones mundiales" aunque nunca hayan jugado con equipo de otro país). Además, c- no analiza de manera la función del banco durante la crisis en EEUU, d- tampoco examina su impacto social en los resultados. En otras palabras, no tiene una visión de conjunto.
El libro reafirma lo que he venido leyendo en los diarios desde que todo este problema empezó. Así que no es material nuevo para mí. Los nombres de los alcahuetes y forjadores de esta crisis, tanto en filas republicanas como demócratas, desde el período anti-regulatorio de Reagan y Bill Clinton hasta el más triste del ya tristemente célebre George Bush, también son conocidos (la conexión Goldman Sachs-Rubin-Paulson, etc) y sabemos que ellos siguen muy campantes, mientras el gobierno de Obama trata de recuperar aunque sea con multas el dinero que el mismo gobierno de Obama le prestó a estos bancos para que no colapsara el sistema financiero.
Luego de esa lectura, las preguntas iniciales se mantienen, pero ya no espero que alguien las conteste: ¿Por qué el gobierno de Ecuador hizo negocios con un banco culpable, con otros, de la debacle financiera en Estados Unidos? ¿Por qué asumen que ganarán algo con ladrones? ¿Por qué ni el gobierno ni la oposición han cuestionado esto?
lunes, 25 de agosto de 2014
jueves, 14 de agosto de 2014
Notas de mi aventurada lectura del libro "Capital en el siglo XXI" de Thomas Piketty
"Mas, me parece que todos los cientistas sociales, todos los periodistas y comentadores, todos los activistas en los sindicatos y en la política de cualquier tipo y, especialmente, todos los ciudadanos, deberían tener un serio interés en el dinero, en sus medidas, en los hechos que lo rodean y en su historia. Aquellos que tienen mucho dinero nunca dejan de defender sus intereses. Rechazar el tener que lidiar con números raramente sirve a los intereses de los menos favorecidos" (577)
Para estos días, el libro de este economista francés es ya un best seller. Su impacto en la vida diaria y en la academia, mucho me temo, está aún por verse. De su sonado éxito inicial pasó a un breve silencio en la recepción, luego fue cuestionado por la derecha y sus intelectuales (en algunos artículos de The Economist y The Financial Times y por voceros de Wall Street), para, finalmente, ser otra vez restablecido como un digno capolavoro por el mismo Piketty en sus aclaración y defensa publicada en el New York Times y respaldada por economistas de la talla de Paul Krugman.
¿Por qué el escándalo? Porque el diagnóstico que Piketty hace del Capitalismo, como un orden social y económico intrínsecamente injusto, cae como balde de agua fría a estas alturas, en las que rejuvenecidos derechistas y neoliberales se reorganizan en políticas globales y encuentros internacionales, viajan, se invitan, participan en la escena local o regional con más fuerza que antes, sobre todo en América Latina. En Estados Unidos nunca falta la referencia a la era Reagan y a la idea de que el Mercado es un espacio o sistema que se auto-regula, pues dada su indiscutible bondad es lo mejor para el ser humano (algo en lo que el propio Bill Clinton se afanó en comunicar en el mundo). Sin embargo, tanto el rechazo de la derecha a Piketty y los argumentos utilizados son fácilmente derrumbados: Se lo hace evidencia en mano. Por ejemplo, en un país "laboratorio", como Ecuador, fueron claros los efectos y errores del neoliberalismo, así como las políticas de presión impuestas por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial a través de los malintencionados contratos entre ellos y los gobiernos de turno. Pero si acaso queda algún novicio que se afana en negar lo rotundo de estos ejemplos, es fácil recordarles el saqueo de la banca ecuatoriana a los fondos de los contribuyentes (hermanos Isaías en Miami) con el favor de los políticos identificados como "la partidocracia".
Pero volvamos al libro de Piketty y su novedad: en poco menos de 700 páginas, el autor da cuenta extremadamente detallada de cómo hoy, así como hace uno o dos siglos atrás (según el país y las estadísticas que maneja) la acumulación de la riqueza ha quedado en menos manos y, lo que es más brutal: no ha cambiado de manos. Para demostrarlo acude a una gran cantidad de fuentes de pago de impuestos y demuestra cómo en torno a la política de recaudación fiscal se tejen y organizan las políticas económicas de los Estados y la manera en que esa riqueza en bruto (la del pago de impuestos de los ricos) no llega a su destino final, es decir, el erario nacional (fuente principal del presupuesto de cada país) sino que se pierde en políticas de inversiones privadas de bonos, acciones, inversiones aquí y allá, en regateos con cobros de herencia, en no pagos o reducción de pagos a los ricos mientras aumentan los impuestos a los pobres y la clase media (esto los estadounidenses lo conocen muy bien), o a través de la simple evasión legalizada: la ganancia es sacada del país y depositada en cuentas internacionales para no pagar impuesto en el lugar en el que fue creada.
El libro de Piketty tiene cuatro partes, cada una con subdivisiones, centradas en diferentes países y áreas económicas. Resaltan los casos de Francia y EEUU porque existe mayor documentación -que es la prueba, la evidencia- al respecto. ¿Y qué es lo que demuestra su libro? En palabras del autor: "La conclusión general de este estudio es que la economía de mercado basada en la propiedad privada, si se la deja sola, contiene poderosas fuerzas de convergencia, asociadas en particular a la difusión de conocimientos y destrezas; pero contiene también poderosas fuerzas de convergencia, las cuales amenzan potencialmente a las sociedades democráticas y a los valores de justicia sobre los cuáles éstas se basan... La principal fuerza desestabilizadora tiene que ver con el hecho de que el volumen privado de la ganancia o retorno del capital puede ser significativamente más alto durante largos períodos que el volumen de aumento de ingresos y egresos per cápita... Esto significa que el volumen de riqueza acumulada en el pasado crece más rápidamente que el de los sueldos... El pasado devora el futuro" (Traducción mía, desconozco la edición en español).
Obviamente, esta conclusión tiene sentido y validez luego de haber leído con atención el laborioso trabajo de Piketty, caso contrario, puede ser sólo una generalidad o lugar común del discurso marxista.
Sobre este último punto, lo siguiente: refiero como curiosidad erudita y de chismografía la penúltima sección del libro: la de las Notas. Como es obvio, en ésta se explican, amplían o especifican líneas del libro, la mayoría muy interesante. Sin embargo, me llamó la atención una que concentra el delicioso aunque ligero tono revisionista que a veces emerge de la pluma de Piketty: Escribe el francés: "Cuando uno lee filósofos como Jean-Paul Sartre, Luois Althusser y Alain Badiou sobre sus compromisos marxistas y/o comunistas, a veces uno tiene la impresión de que los temas de Capital y desigualdad de clases son sólo de interés moderado para ellos y sirven principalmente como un pretexto para justas de una naturaleza enteramente distinta"
martes, 5 de agosto de 2014
Imágenes de un pasado remoto (Paris)
Esta es la calle d'Eylau, en el barrio16th. Vivía en una de esas bohardillas. Al fondo se ve la Plaza de México, hacia atrás está la Torre Eiffel. Debajo de mi piso quedaba una agencia informativa de EEUU. Un día los árabes pusieron una bomba que, por suerte, no estalló. A mi regreso, la policía tenía acordonada la vereda y debía mostrar mi cédula de identidad cada que vez que entraba al edificio. Lo mejor de esa situación: las policías: eran bellísimas.
Esta es la calle Juge. Viví los primeros meses en un apartamentito húmedo, sucio y caro, frío hasta más no poder. En la esquina, hacia el otro lado de la imagen, había un bar al que íbamos con relativa frecuencia.
Este café, en realidad no existía en mis años parisinos y solo esconde la nostalgia. Queda junto al original, el legendario. En él una vez nos sentamos Miguel Donoso y yo, bebimos vino Beaujolais mirando las pinturas de borrachos campesionos que alegremente cantaban y comían, dibujadas en el techo. Estaba frente a la iglesia de Saint Sulpice. Una tarde caminé desde allí hacia mi antiguo cuarto en la rue Juge, como recogiendo los pasos, y me encontré con un mercado viejo que me recordó mucho al de Guayaquil (detrás del Club de la Unión). Fue una tarde de gloria: yo estaba libre por fin de mí mismo y de todo.
No digo con quién pero muchas veces caminé por estos puentes detrás de la zona de la Bastilla, haciendo la Tournée du Duque, que consiste en probar una cerveza (o vino) diferente en cada bar de la zona...
Imágenes de un pasado remoto (Cholet, Beaupreau, Francia)
Una vez, caminando por la zona de Clichy, me dije: ya es hora. Entré a una iglesia, hablé con el sacerdote y me dio dos direcciones: la de los monjes trapistas (o trapenses) y de los benedictinos. Aceptaron mi visita ambos, poco antes de regresar a Ecuador (dizque con rumbo a EEUU, aunque ese viaje lo pospuse por dos años).
Arriba, el castillo de Beaupreau (o era Cholet, con su mágica, Calle del Fin del Mundo). Me recibieron luego de un viaje de dos horas en tren. Y así, llegué a la Abadía de Bellefontaine.
De estos días recuerdo todo claramente, siempre con mucha gratitud. Hoy Fabia juega a ser un monje y he recordado mis días de conversaciones con el padre Christian, mi trabajo en la selección de frutas y en la sala de huéspedes. Tiempo hermoso, el monje lo llevo dentro.
Imágenes de un pasado remoto (Eugene, Oregon)
La biblioteca de la U de Oregon. Iba de aquí al café Roma, a seguir leyendo. Aunque los viernes por la tarde sólo me ponía a ver películas europeas, sobre todo italianas.
Vista interna del café Roma, en Eugene. El asiento de la izquierda es el mío. Cientos de días bebí café y libros, en un rito interminable por conocer más.
El High Street Café, en donde por primera vez bebí cerveza artesanal. Exquisita. Buena comida. Ahí encontré un tipo idéntico a Papa Chola Endara, quien se alegró de saber que tenía un hermano gemelo en Guayaquil.
El día de mi graduación doctoral preferí irme a sentar en este puente y mirar por última vez el río que sabía mucho de mí. Luego me vine a New York.
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