jueves, 14 de agosto de 2014

Notas de mi aventurada lectura del libro "Capital en el siglo XXI" de Thomas Piketty


"Mas, me parece que todos los cientistas sociales, todos los periodistas y comentadores, todos los activistas en los sindicatos y en la política de cualquier tipo y, especialmente, todos los ciudadanos, deberían tener un serio interés en el dinero, en sus medidas, en los hechos que lo rodean y en su historia. Aquellos que tienen mucho dinero nunca dejan de defender sus intereses. Rechazar el tener que lidiar con números raramente sirve a los intereses de los menos favorecidos" (577)



Para estos días, el libro de este economista francés es ya un best seller. Su impacto en la vida diaria y en la academia, mucho me temo, está aún por verse. De su sonado éxito inicial pasó a un breve silencio en la recepción, luego fue cuestionado por la derecha y sus intelectuales (en algunos artículos de The Economist y The Financial Times y por voceros de Wall Street), para, finalmente, ser otra vez restablecido como un digno capolavoro por el mismo Piketty en sus aclaración y defensa publicada en el New York Times y respaldada por economistas de la talla de Paul Krugman.
¿Por qué el escándalo? Porque el diagnóstico que Piketty hace del Capitalismo, como un orden social y económico intrínsecamente injusto, cae como balde de agua fría a estas alturas, en las que rejuvenecidos derechistas y neoliberales se reorganizan en políticas globales y encuentros internacionales, viajan, se invitan, participan en la escena local o regional con más fuerza que antes, sobre todo en América Latina. En Estados Unidos nunca falta la referencia a la era Reagan y a la idea de que el Mercado es un espacio o sistema que se auto-regula, pues dada su indiscutible bondad es lo mejor para el ser humano (algo en lo que el propio Bill Clinton se afanó en comunicar en el mundo). Sin embargo, tanto el rechazo de la derecha a Piketty y los argumentos utilizados son fácilmente derrumbados: Se lo hace evidencia en mano. Por ejemplo, en un país "laboratorio", como Ecuador, fueron claros los efectos y errores del neoliberalismo, así como las políticas de presión impuestas por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial a través de los malintencionados contratos entre ellos y los gobiernos de turno. Pero si acaso queda algún novicio que se afana en negar lo rotundo de estos ejemplos, es fácil recordarles el saqueo de la banca ecuatoriana a los fondos de los contribuyentes (hermanos Isaías en Miami) con el favor de los políticos identificados como "la partidocracia".
Pero volvamos al libro de Piketty y su novedad: en poco menos de 700 páginas, el autor da cuenta extremadamente detallada de cómo hoy, así como hace uno o dos siglos atrás (según el país y las estadísticas que maneja) la acumulación de la riqueza ha quedado en menos manos y, lo que es más brutal: no ha cambiado de manos. Para demostrarlo acude a una gran cantidad de fuentes de pago de impuestos y demuestra cómo en torno a la política de recaudación fiscal se tejen y organizan las políticas económicas de los Estados y la manera en que esa riqueza en bruto (la del pago de impuestos de los ricos) no llega a su destino final, es decir, el erario nacional (fuente principal del presupuesto de cada país) sino que se pierde en políticas de inversiones privadas de bonos, acciones, inversiones aquí y allá, en regateos con cobros de herencia, en no pagos o reducción de pagos a los ricos mientras aumentan los impuestos a los pobres y la clase media (esto los estadounidenses lo conocen muy bien), o a través de la simple evasión legalizada: la ganancia es sacada del país y depositada en cuentas internacionales para no pagar impuesto en el lugar en el que fue creada.
El libro de Piketty tiene cuatro partes, cada una con subdivisiones, centradas en diferentes países y áreas económicas. Resaltan los casos de Francia y EEUU porque existe mayor documentación -que es la prueba, la evidencia- al respecto. ¿Y qué es lo que demuestra su libro? En palabras del autor: "La conclusión general de este estudio es que la economía de mercado basada en la propiedad privada, si se la deja sola, contiene poderosas fuerzas de convergencia, asociadas en particular a la difusión de conocimientos y destrezas; pero contiene también poderosas fuerzas de convergencia, las cuales amenzan potencialmente a las sociedades democráticas y a los valores de justicia sobre los cuáles éstas se basan... La principal fuerza desestabilizadora tiene que ver con el hecho de que el volumen privado de la ganancia o retorno del capital puede ser significativamente más alto durante largos períodos que el volumen de aumento de ingresos y egresos per cápita... Esto significa que el volumen de riqueza acumulada en el pasado crece más rápidamente que el de los sueldos... El pasado devora el futuro"  (Traducción mía, desconozco la edición en español).
Obviamente, esta conclusión tiene sentido y validez luego de haber leído con atención el laborioso trabajo de Piketty, caso contrario, puede ser sólo una generalidad o lugar común del discurso marxista.
Sobre este último punto, lo siguiente: refiero como curiosidad erudita y de chismografía la penúltima sección del libro: la de las Notas. Como es obvio, en ésta se explican, amplían o especifican líneas del libro, la mayoría muy interesante. Sin embargo, me llamó la atención una que concentra el delicioso aunque ligero tono revisionista que a veces emerge de la pluma de Piketty: Escribe el francés: "Cuando uno lee filósofos como Jean-Paul Sartre, Luois Althusser y Alain Badiou sobre sus compromisos marxistas y/o comunistas, a veces uno tiene la impresión de que los temas de Capital y desigualdad de clases son sólo de interés moderado para ellos y sirven principalmente como un pretexto para justas de una naturaleza enteramente distinta"