Empezamos clases el lunes anterior. Mi Seminario 470 es sobre Música Popular, en el marco de lo que son los Estudios Culturales (una aproximación discutible a manifestaciones culturales discutibles, para los incrédulos). El objetivo es darle a los estudiantes herramientas teóricas y prácticas para que analicen letras representativas del cancionero popular latinoamericano, lo que incluye algunas del fondo medieval y renacentista español, corridos mexicanos, tangos argentinos, valses peruanos, salsa del Bronx (y otras), boleros (infaltable jj), algo de samba y bossa nova, etc.
Queremos desempotrar las letras y desmitificar lo que haya que desmitificar en las canciones, su conservadurismo o su festividad (¿Adorno versus Williams?) y ver cómo funcionan en el contexto social, cultural, idológico o político. Hoy despachamos con énfasis aplicaciones e ilustraciones de las llamadas "figuras" (definiciones) que incluye Roland Barthes en su precioso libro "Fragmentos de un discurso amoroso". Los estudiantes estadounidenses son muy rápidos para estas tareas. Ellos hicieron lo suyo y entre todos encontramos y dimos ejemplos e instancias y variaciones del discurso amoroso, así como sus oposiciones (la versión de La Barca de Luis Miguel versus Llorarás de Oscar D'León, sobre todo en el lugar del amante que odia o que espera).
Este curso es muy ameno pero también está lleno de responsabilidad académica, pues ni el campo de trabajo está lo suficientemente consolidado, ni el nivel de aceptación es lo suficientemente amplio en el mundo profesional en general. Dicté un curso similar hice hace varios años y quedé muy satisfecho con los resultados. Esta vez, la audiciencia es nueva y en la última década se ha producido un buen volumen de letras que modifican el panorama musical, sobre todo en la parte final del curso, que corresponde a las elecciones de temas para exposiciones y trabajos finales. Veremos qué tanto.
La música ha sido siempre uno de mis mayores placeres, una de mis aventuras y mi compañera de toda la vida. Por la música, muchas veces, mi alma pudo salir a flote. Por la música pude adivinar algunos misterios y construir otros. De todos mis amigos, cercanos y lejanos, con quien más compartí ese universo en sus tantas variaciones, fue con Ricardo Maruri, a quien empiezo a extrañar con más fuerza (sobre todo cuando salto de un género a otro, de un período a otro, y de una lengua a otra), pues pues nos iniciamos al mismo tiempo en la vida y en conocer y gozar de músicas de otros países y en otras lenguas. Al mismo tiempo, me doy cuenta y acepto con gusto que comparto mucho de ese universo musical con los amigos viejos (el Conde o el Cholo Cepeda) o recuperados (como el Príncipe de Haití), amigos que aún no han emprendido el viaje final.
Seamos entonces todos y nuevamente esos que siempre fuimos, porque la fiesta se acaba solamente cuando el dueño de casa nos apaga la luz. Y ahí hay que guardar silencio, o poner la canción "Un vestido bonito", de Guayacán, por más señas.
(copia y ponla: http://www.youtube.com/watch?v=twh_239Gm3o)