viernes, 22 de abril de 2011

Un porno-blog de crítica cultural llamado Clos Yeah

Hace mucho apareció un blog llamado Clos Yeah que, inmediatamente, saltó a la fama (digamos de Guayaquil y otras ciudades de Ecuador) por su característica de sucesión de insultos y ataques frontales a muchos escritores y actores culturales. Quien escribía el blog ejemplificaba o comentaba algunos actos  públicos (acaso también chismes privados). Así, suponía demostrar la doble moral, hipocresía o mediocridad artística de quienes era sus víctimas (una lista muy larga, anoto... hasta mi nombre apareció un par de veces, aunque fui tratado de manera "suave'' porque era autor del Cholo Cepeda, si mal no recuerdo). Las burlas y críticas iban acompañadas de fotos de sus víctimas, recortadas en poses de homosexualidad clara o festines eróticos de todos contra todos.
Las ventanillas de comentarios al blog eran variadas: de apoyo, insultos, burlas, retos, acusaciones, sugerencias y defensa. Clos Yeah mencionó un par de veces ser mujer, estudiante de antropología en Quito y no tener compromisos con nadie. Todo esto rematado con el uso icónico de la imagen de Anita Eckberg, la que aparece en famosa escena La Dolce Vita de Fellini.
Obviamente, muchos creyeron que no se trataba de una mujer sino de un hombre, acaso homosexual, por su prefencia por los desnudos grotescos y su lenguaje soez "masculino" (o fálico, como se diría). Pero esa sospecha no tenía  sustento real porque los insultos y vituperios, aunque sean masculinos, son usados ampliamente por las mujeres, sobre todo de clase media-alta. Y, hasta donde puedo reconocer, no existe aún un lenguaje equivalente, muy usado, que podamos definir como ''femenino". Y obviamente, esta vez con razón, la opción por atacar a personajes de la cultura letrada con insultos anónimos y, al mismo tiempo, hacer gala de conocimiento de ''alta cultura" (la misma Dolce Vita de Fellini, por no ir más lejos) hacía concluir que la autora sabía mucho más de lo que parecía.
El anonimato de Clos Yeah era otro problema para muchos, sobre todo cuando se la comparaba con  Pancho Jaime, el periodista popular de Guayaquil, autor de textos cargados de insultos y acusaciones a políticos, editor de una revista que se vendía rápido y de manera clandestina en las calles del Puerto. Pancho Jaime fue asesinado por uno de los afectados y su muerte aún levanta comentarios. Los enemigos de Clos Yeah la acusaban de querer repetir a Pancho Jaime pero sin exponerse al peligro, como él lo hizo. Al final, Clos Yeah cerró su blog por un tiempo y puso un anuncio que decía que había sido "hackeada". A las pocas semanas nuevamente lo abrió, pero esta vez con menos fuerza verbal y cierto agotamiento temático, hasta que dejó de publicar del todo.
He recordado este episodio porque nunca más hubo un blog como el de Clos Yeah. Los que tratan de literatura o cultura son solemnes y aburridos, en su aplastante mayoría (por no decir totalidad) y se afanan más en promocionar a quienes los llevan adelante y menos en compartir las bondades del mundo de la literatura. Esto quizá porque las generaciones jóvenes tienen una inconmensurable sed de notoriedad que, la verdad, alarma o da risa.
Aquí quiero resaltar una situación subyacente: hoy en Ecuador se habla mucho de la necesidad de libertad de expresión,  pero las Clos Yeah tienen que esconderse en el anonimato (de autoría y del sistema de blogs) porque los mismos que, por un lado, dizque luchan por esa libertad, por otro lado son capaces de perseguir y mandar a matar una voz que los ataca. Así, el problema no era tanto de Clos y su lenguaje irreverente cuanto de que esos "intelectuales" de la "ciudad letrada" son, al mismo tiempo, los intolerantes Correas del periodismo y la literatura de Guayaquil y Ecuador, y -puesto que la vanidad y el egoísmo individuales no tienen ideologías- son también los que atacan a Correa por intolerante mientras cierran filas para que solamente sus palabras sean escuchadas e impresas.  Si pueden pescar a río revuelto algún favor de tirios o troyanos, pues en buena hora para ellos, hasta ahí les llega la moral, la libertad de expresión y la crítica (venderse así es como venderse en la calle, pero sin la dignidad de quienes lo hacen por necesidad). A fin de cuentas, sus principios reales son los que les dicta su pobre individualismo.
En un mundo así, de falsos amigos y enemigos, se comprende que el miedo a la persecusión en el arte de verbal haga que las Clos Yeahs aparezcan y desaparezcan sin dejar rastro, se cansen de sí mismas o agoten sus temas en un estilo que no alcanzó a diversificarse.