miércoles, 13 de mayo de 2015
martes, 21 de abril de 2015
Viaje ida y vuelta a Friedrich Nietzsche en Guayaquil
La más grande virtud de Nietzsche es hacer creer y sentir a sus lectores que están "más allá del bien y del mal", pues los empodera con frases brillantes, fructíferas y oportunas que asumen con rápido gusto. Anoto abajo algunas líneas de mi experiencia bajo ese síntoma de juventud intelectual.
Igual que mis contemporáneos de la universidad, yo también devoré varios libros del filósofo alemán. A veces de manera inmediata y feroz, como nos gustaba y fueron escritas; a veces en repetición, al salto, de aforismo en aforismo, encontrando en el fértil terreno de su intelecto e imaginación las ideas, frases y originalidad con las que cotejábamos nuestros propios deseos y desvaríos. Fue una época feliz, en ese sentido.
Recuerdo gratamente que, acaso como punto climático del destierro que sentíamos, con Jorge Martillo vimos varias veces la película de Liliana Cavani: Más allá del bien y del mal. La última ocasión fue en el cine pornográfico Astor (creo se llamaba, cerca a la Comisión de Tránsito), cuando Abdalá de Intendente había prohibido cintas de ese género y obligaba a los morbosos espectadores y dueños de locales a las más estrafalarias maniobras con tal de complacer el instinto. Llevábamos algunas cervezas en la cabeza, el mundo se nos había caído en pedazos y no nos interesaba ya nada. Antes de empezar la película pasaron trailers propiamente pornos. A los pocos minutos de ver en escena a Paul Ree, Lou-Salomé y Nietzsche, al percatarse el público de que no habría más acción, claramente fastidiado empezó a gritar: "trailer, trailer...". Pero la película siguió heróica con algún esporádico y rancio insulto que se perdía en la oscuridad. Aceptando su triste destino, los asistentes se calmaron.... hasta que se vio la escena en la que Andrea Salomé (marido de Lou) aparece medio desnudo, dejando ver su diminuto pipí. La reacción no se hizo esperar y se oyeron chiflidos, risas, insultos y burlas por largo rato, seguidas de la petición multitudinaria inicial: "trailer, trailer...". Así terminó el ciclo Nietzsche de 1980-1982.
Con los años volví a leer algunos clásicos del filósofo alemán (Zaratustra, Mas allá del bien y del mal, Aurora, La gaya ciencia, Humano, demasiado humano, etc), descubrí otros y dejé pendientes nuevos. Pero tal ha sido el paso del tiempo, los trancos espaciales y las desordenadas lecturas que, hoy por hoy, no estoy seguro de cuándo los leí por primera vez (salvo Zaratustra y Más allá..., cuyas ediciones recuerdo perfectamente). Esto, acompañado del hecho de que en tres ocasiones vendí gran parte de mi biblioteca, sobre todo los libros que pensaba no volvería a leer: la primera vez fue en 1984, poco antes de ir a Paris; la segunda en 1990, antes de venir a EEUU, y la tercera en 1995, a mi regreso final al norte. Muchos libros que compré en Francia, New York y Guayaquil aún están en el puerto y ya pertenecen a mis hijas, aunque no estoy seguro de que vean esos volúmenes como una herencia intelectual cuanto como tiempo perdido de su padre. (Es una nueva generación). Los más queridos me acompañan desde 1995, están en mi oficina y se suman a una moderada cantidad de nuevas obras. Entre éstas, varias de Nietzsche vertidas al inglés.
He vuelto a revisarlas, leerlas, darles atención, incluyendo las páginas de Walter Kauffman, acaso quien más lo ha estudiado. Mi emoción ha sido inmensa pero silenciosa. Ha pasado el tiempo y reconozco que el mérito mayor en mis lecturas fue gozar de ese espíritu juvenil de gran creatividad que caracteriza toda la obra de Nietzsche y que coincidió y coincide con cualquier joven lector que busca ampliar sus horizontes. Es el mérito que hace su obra permanente. Añado que el greco-libanés Taleb lo cita mucho (aunque sólo en la dicotomía apolíneo-dionisíaco) y fue quien me recordó los beneficios de volver a este material conocido pero lejano. (Algo similar me ocurrió a los 30 años con La Dorotea, la obra magna del "monstruo de naturaleza" Lope de Vega: la leí y disfruté a mis treinta años, pero la obra estaba más allá de mí, pues difícilmente a esa edad se puede entender la profundidad de un autor de más de cincuenta. Ahora que he cruzado ese umbral, sé que me espera una nueva lectura de La Dorotea -revisar y mejorar acaso ese ensayo que escribí hace 25 años sobre el tema- quizá también (re)leer Persiles y Segismunda, del gran Cervantes).

Estoy por terminar mi revisión de Nietzsche y quizá iniciar la lectura de Ecce Homo, que muchos asumen como su autobiografía. Los grandes autores son un viaje ida y vuelta al pasado sin quedarse pregonando que es "prohibido olvidar". (En realidad, prohibido es quedarse en el pasado).
Agradezco el tiempo vivido y leído, pero también el que vivo y leo. Quiere mi ímpetu de lector empedernido que todo buen libro es una vida que se extiende.
Igual que mis contemporáneos de la universidad, yo también devoré varios libros del filósofo alemán. A veces de manera inmediata y feroz, como nos gustaba y fueron escritas; a veces en repetición, al salto, de aforismo en aforismo, encontrando en el fértil terreno de su intelecto e imaginación las ideas, frases y originalidad con las que cotejábamos nuestros propios deseos y desvaríos. Fue una época feliz, en ese sentido.
Recuerdo gratamente que, acaso como punto climático del destierro que sentíamos, con Jorge Martillo vimos varias veces la película de Liliana Cavani: Más allá del bien y del mal. La última ocasión fue en el cine pornográfico Astor (creo se llamaba, cerca a la Comisión de Tránsito), cuando Abdalá de Intendente había prohibido cintas de ese género y obligaba a los morbosos espectadores y dueños de locales a las más estrafalarias maniobras con tal de complacer el instinto. Llevábamos algunas cervezas en la cabeza, el mundo se nos había caído en pedazos y no nos interesaba ya nada. Antes de empezar la película pasaron trailers propiamente pornos. A los pocos minutos de ver en escena a Paul Ree, Lou-Salomé y Nietzsche, al percatarse el público de que no habría más acción, claramente fastidiado empezó a gritar: "trailer, trailer...". Pero la película siguió heróica con algún esporádico y rancio insulto que se perdía en la oscuridad. Aceptando su triste destino, los asistentes se calmaron.... hasta que se vio la escena en la que Andrea Salomé (marido de Lou) aparece medio desnudo, dejando ver su diminuto pipí. La reacción no se hizo esperar y se oyeron chiflidos, risas, insultos y burlas por largo rato, seguidas de la petición multitudinaria inicial: "trailer, trailer...". Así terminó el ciclo Nietzsche de 1980-1982.
Con los años volví a leer algunos clásicos del filósofo alemán (Zaratustra, Mas allá del bien y del mal, Aurora, La gaya ciencia, Humano, demasiado humano, etc), descubrí otros y dejé pendientes nuevos. Pero tal ha sido el paso del tiempo, los trancos espaciales y las desordenadas lecturas que, hoy por hoy, no estoy seguro de cuándo los leí por primera vez (salvo Zaratustra y Más allá..., cuyas ediciones recuerdo perfectamente). Esto, acompañado del hecho de que en tres ocasiones vendí gran parte de mi biblioteca, sobre todo los libros que pensaba no volvería a leer: la primera vez fue en 1984, poco antes de ir a Paris; la segunda en 1990, antes de venir a EEUU, y la tercera en 1995, a mi regreso final al norte. Muchos libros que compré en Francia, New York y Guayaquil aún están en el puerto y ya pertenecen a mis hijas, aunque no estoy seguro de que vean esos volúmenes como una herencia intelectual cuanto como tiempo perdido de su padre. (Es una nueva generación). Los más queridos me acompañan desde 1995, están en mi oficina y se suman a una moderada cantidad de nuevas obras. Entre éstas, varias de Nietzsche vertidas al inglés.
He vuelto a revisarlas, leerlas, darles atención, incluyendo las páginas de Walter Kauffman, acaso quien más lo ha estudiado. Mi emoción ha sido inmensa pero silenciosa. Ha pasado el tiempo y reconozco que el mérito mayor en mis lecturas fue gozar de ese espíritu juvenil de gran creatividad que caracteriza toda la obra de Nietzsche y que coincidió y coincide con cualquier joven lector que busca ampliar sus horizontes. Es el mérito que hace su obra permanente. Añado que el greco-libanés Taleb lo cita mucho (aunque sólo en la dicotomía apolíneo-dionisíaco) y fue quien me recordó los beneficios de volver a este material conocido pero lejano. (Algo similar me ocurrió a los 30 años con La Dorotea, la obra magna del "monstruo de naturaleza" Lope de Vega: la leí y disfruté a mis treinta años, pero la obra estaba más allá de mí, pues difícilmente a esa edad se puede entender la profundidad de un autor de más de cincuenta. Ahora que he cruzado ese umbral, sé que me espera una nueva lectura de La Dorotea -revisar y mejorar acaso ese ensayo que escribí hace 25 años sobre el tema- quizá también (re)leer Persiles y Segismunda, del gran Cervantes).

Estoy por terminar mi revisión de Nietzsche y quizá iniciar la lectura de Ecce Homo, que muchos asumen como su autobiografía. Los grandes autores son un viaje ida y vuelta al pasado sin quedarse pregonando que es "prohibido olvidar". (En realidad, prohibido es quedarse en el pasado).
Agradezco el tiempo vivido y leído, pero también el que vivo y leo. Quiere mi ímpetu de lector empedernido que todo buen libro es una vida que se extiende.
domingo, 5 de abril de 2015
De Nassim Nicholas Taleb: "Fooled by Randomness"
Nassim Nicholas Taleb (1960), escritor libanés-estadounidense de ascendencia griega, formado en ciencias matemáticas, lógica, filosofía, literatura y lenguas clásicas, es un eminente pionero de teorías del riesgo en finanzas, comercio, bolsa de valores e incertidumbre. Una muy buena entrada personal da abundante información de él, junto a un sitio que él mismo estableció con su estilo de hombre de letras escéptico y estoico: http://en.wikipedia.org/wiki/Nassim_Nicholas_Taleb, y también: http://www.fooledbyrandomness.com/

Me interesé en Taleb luego de haber leído el libro de David Kahneman "Thinking Fast and Slow", una brillante aplicación y ajuste de cuentas desde la psicología a la estructura de operaciones mentales en las personas, sobre todo cuando se dedican al volátil mundo de compra-venta de acciones, bonos y otras transacciones comerciales que han dominado la economía mundial en la era del hiper-desarrollo capitalista. Ya escribí mis comentarios sobre Kahneman y el gran libro de Taleb "The Black Swan", una aclaradora disertación sobre la impredictibilidad de los momentos de crisis económicas mundiales y las falacias de premoniciones en general, pero sustentada desde la lógica de las probabilidades y contra el aberrante mundo de Wall Street, que tanto daño le ha hecho al mundo.
He terminado la lectura de otro libro de Taleb: "Fooled by Randomness", compuesto a base de pequeños textos que evidencian a varios niveles su esfuerzo en mandar al traste la petulancia y vanidad profesional de aquellos "economistas" y "matemáticos" que apuestan y juegan con el dinero de los otros (no me refiero al presidente Correa sino a los agentes de bolsa y banqueros, etc). Esto, contado a través de casos hipotéticos, situaciones de la vida real, reflexiones personales y comentarios estéticos y filosóficos de apoyo. Su objetivo: evitar que nosotros, las personas, seamos "tonteados", engañados por el azar y los cantos de sirenas de los que quieren manejar nuestra plata.
No es un libro fácil pero tampoco imposible de seguir: para los lectores literarios hay cierta familiaridad en las citas de poemas de Cavafis, referencias a Borges, Proust y Kafka, la influencia de obra de Karl Popper y, en menor medida, de textos menos celebrados de Séneca, Descartes, Pierce y Keynes, entre otros.
Hay también otro rasgo claro en la prosa de Taleb: su rechazo a toda forma de conocimiento "total", con lo cual va echando al traste también a los filósofos "difíciles", puramente abstractos, como el Hegel de la "Fenomenología del Espíritu", o Sartre en una de sus tantas insoportables muestras de oscurecimoento del discurso (ese truquito viejo para auspiciarse frente a una audiciencia con complejo de inferioridad).
El subtítulo del libro de Taleb es: "El escondido papel de la suerte en la vida y en los mercados" y se emparenta con su ya promovida imagen del "cisne negro", que representa esos momentos que han producido crisis económicas mundiales que nadie, nadie en lo absoluto, fue capaz de predecir, pues simplemente era/es imposible hacerlo. Obviamente, Taleb se burla de los muchos que se dan y dieron el honor de decir que ellos sí habían advertido las crisis, cosa que se ha vuelto a reactivar ahora que los países que dependen del petróleo ven mermados sus ingresos.
Los libros de Taleb y Kanheman pertenecen a la lista de nuevas perspectivas que empiezan a calar en el pensamiento crítico de Estados Unidos. Sería una pena que Latinoamérica deba esperar hasta que se pongan de moda para, recién en esos momentos, prestarles atención a estos autores. Pero eso depende más de una combinación de elementos incontrolables que de una autocrítica de dicha intelectualidad, huérfana de ideas creativas desde hace décadas y siempre de luna de miel con sus propias manos.

Me interesé en Taleb luego de haber leído el libro de David Kahneman "Thinking Fast and Slow", una brillante aplicación y ajuste de cuentas desde la psicología a la estructura de operaciones mentales en las personas, sobre todo cuando se dedican al volátil mundo de compra-venta de acciones, bonos y otras transacciones comerciales que han dominado la economía mundial en la era del hiper-desarrollo capitalista. Ya escribí mis comentarios sobre Kahneman y el gran libro de Taleb "The Black Swan", una aclaradora disertación sobre la impredictibilidad de los momentos de crisis económicas mundiales y las falacias de premoniciones en general, pero sustentada desde la lógica de las probabilidades y contra el aberrante mundo de Wall Street, que tanto daño le ha hecho al mundo.
He terminado la lectura de otro libro de Taleb: "Fooled by Randomness", compuesto a base de pequeños textos que evidencian a varios niveles su esfuerzo en mandar al traste la petulancia y vanidad profesional de aquellos "economistas" y "matemáticos" que apuestan y juegan con el dinero de los otros (no me refiero al presidente Correa sino a los agentes de bolsa y banqueros, etc). Esto, contado a través de casos hipotéticos, situaciones de la vida real, reflexiones personales y comentarios estéticos y filosóficos de apoyo. Su objetivo: evitar que nosotros, las personas, seamos "tonteados", engañados por el azar y los cantos de sirenas de los que quieren manejar nuestra plata.
No es un libro fácil pero tampoco imposible de seguir: para los lectores literarios hay cierta familiaridad en las citas de poemas de Cavafis, referencias a Borges, Proust y Kafka, la influencia de obra de Karl Popper y, en menor medida, de textos menos celebrados de Séneca, Descartes, Pierce y Keynes, entre otros.
Hay también otro rasgo claro en la prosa de Taleb: su rechazo a toda forma de conocimiento "total", con lo cual va echando al traste también a los filósofos "difíciles", puramente abstractos, como el Hegel de la "Fenomenología del Espíritu", o Sartre en una de sus tantas insoportables muestras de oscurecimoento del discurso (ese truquito viejo para auspiciarse frente a una audiciencia con complejo de inferioridad).
El subtítulo del libro de Taleb es: "El escondido papel de la suerte en la vida y en los mercados" y se emparenta con su ya promovida imagen del "cisne negro", que representa esos momentos que han producido crisis económicas mundiales que nadie, nadie en lo absoluto, fue capaz de predecir, pues simplemente era/es imposible hacerlo. Obviamente, Taleb se burla de los muchos que se dan y dieron el honor de decir que ellos sí habían advertido las crisis, cosa que se ha vuelto a reactivar ahora que los países que dependen del petróleo ven mermados sus ingresos.
Los libros de Taleb y Kanheman pertenecen a la lista de nuevas perspectivas que empiezan a calar en el pensamiento crítico de Estados Unidos. Sería una pena que Latinoamérica deba esperar hasta que se pongan de moda para, recién en esos momentos, prestarles atención a estos autores. Pero eso depende más de una combinación de elementos incontrolables que de una autocrítica de dicha intelectualidad, huérfana de ideas creativas desde hace décadas y siempre de luna de miel con sus propias manos.
lunes, 16 de marzo de 2015
El Papa Francisco: Un pié en el cielo y otro pié en la tierra
El título no es mío: es una frase latina que se usa para caracterizar a los santos de la Iglesia Católica, siempre buscando a Dios pero anclados en la práctica social, en la ayuda al pobre. La uso porque resume lo dicho por Jorge Bergoglio (antes de ser Papa) en el libro de entrevistas "El jesuíta" (2010), y retrata también las páginas de Austen Ivereigh en su "The Great Reformer. Francis and the Making of a Radical Pope" (2014), una biografía y estudio del nuevo Papa.
El primer libro es una secuencia muy amena y certera de entrevistas hechas en varios tiempos por Sergio Rubin y Francesa Ambrogetti sobre: familia, emigración, nacimiento, infancia, adolescencia, tango, fútbol, amor, militancia religiosa y ayuda social, su encuentro con Jorge Luis Borges, problemas con el gobierno de Kichner y rumores de colaboracionismo con la dictadura militar argentina. Al final del libro, se incluye un largo e inteligente análisis literario de Bergoglio sobre "Martin Fierro", en el cual reflexiona sobre la argentineidad, el sentido de patria y el futuro del pueblo. De formación jesuíta (férrea, enciclopédica, actualizada y profunda) y con un regusto por el arte (alto y bajo), Bergoglio es un personante fascinante y, sobre todo, real, verdadero: dice las cosas de manera directa, sincera y oportuna. No hay sombra de petulancia, pero tampoco de cobardía.

Luego de leer este libro, resulta obvio que Bergoglio estaba listo para devenir en una figura mundial preponderante, de impacto, pues su sabiduría es la de los grandes, aquellos que generalmente son solo patrimonio de períodos y países. Aquí, para felicidad de millones, es un hombre de Dios con una clara opción por el pobre desde la Biblia, sin necesidad de entrar en radicalismos izquierdistas. Si se quiere conocerlo, entender su estilo (su humor, su jerga o su radical argentinismo, por ejemplo), o verlo en la dimensión más cercana y sin mediaciones, este libro es lo mejor (se lo puede bajar y gratuitamente en el internet). Si se quiere entender los estragos del cambio de Argentina por el Vaticano, quizá el libro de Ivereigh sea más oportuno. Veamos.
"The Great Reformer. Francis and the Making of a Radical Pope" apareció hace pocos meses. Su autor es un especialista en estudios religiosos (su tesis doctoral es una historia de la Iglesia Católica en Argentina) y conoce muy bien el tema. El libro, superbamente escrito y documentado, permite entender al hombre en su medio, su desarrollo, sus temores y fortalezas teológicas e intelectuales. Se distribuye en capítulos que corresponden de las áreas o períodos vitales en los que se podría estructurar la vida y obra del nuevo Papa. Sin embargo, más allá de las bondades de toda biografía de famosos, ésta apunta, está abalada por una herencia de miles de años, tanto en estilo como en concepción. Así, de repente, nos encontramos con el hecho de que el discurso hagiográfico se filtra y genera ramas, subtemas, tópicos y párrafos enteros que van haciendo de la figura de Bergoglio la de un Papa y comienzan a coincidir con la de un posible santo.

Una excelente entrada en italiano, en el no siempre apropiado sistema de Wikipedia (tipear agiografia), incluye varios géneros y subgéneros que alimentan o construyen la figura de un santo desde la hagiografía. Esta realidad cobra sentido y fuerza si recordamos que los religiosos devotos de la piedad, como lo es Bergoglio, buscan "imitar a Cristo", lo cual conlleva una fuerte carga de sufrimiento, sacrificio, paciencia y madurez en el entorno. Y en esta vida que quieren moldear según el canon, será normal -y necesario para todo procesos de santificación- pasar por algunos requisitos:
1- venir de familia humilde o renunciar a las riquezas mundanas,
2- escuchar el llamado a la vida religiosa desde edad temprana,
3- pasar por pruebas de duda o renuncia de la fe;
4- ser marginado por la comunidad que lo acoge (incomprendido);
5- ser falsamente acusado;
6- mantener un activismo social constante;
7- reivindicarse en la fe;
8- morir en Dios;
9- hacer milagros port-mortem; entre otros
Los dos libros mencionados se nutren de la tradicion de la escritura religiosa, pues sus testimonios se emparentan con la llamada "vitae" o vida de santos (ver los dos oportunos volúmenes de la Vorágine). Quizá, algún día, el mismo Papa Francisco nos dé por escrito sus propias "Confesiones", a lo San Agustín. Por ahora, luego de leer lo que ha vivido en Argentina, en su amado Buenos Aires, es comprensible verlo sonriendo en el Vaticano, libre de las ataduras de los compromisos y las tensiones que debió enfrentar durante años en su tierra natal, sobre todo desde la política. Y es comprensible también escucharlo decir con humor una cosa y la otra (la gente que no lo ha leído no lo ha entendido, y de esos hay muchos, sobre todo cuando no quieren reconocer su calidad humana), expresar su nostalgia por volver a su casa (porteño, al fin al cabo, del San Lorenzo) y aventurarse a expresar su deseo por volver al relativo anonimato de antes, a manera de predicción divina: "Dos o tres años más".... porque uno idealiza el pasado, el lugar de origen, sobre todo cuando debe recomponer el gran deterioro institucional de la Iglesia Católica (corrupción a todo nivel, pedofilia, mafia, dinero robado, cuentas bancarias y gastos exagerados, etc), y lidiar con los burócratas que, de repente, ven su terreno mermado en el Vaticano.
Volviendo: los dos libros son una invitación para cualquier interesado en el Papa, en su palabra en directo. Son también una iniciación en sus escritos, pues hay un material abundante que aún no ha recibido la atención que merece, pues se trata de un hombre que llega a las mismas conclusiones desde un camino diferente, pero con la sabiduría que a todos nos falta a la hora de la hora.

miércoles, 18 de febrero de 2015
viernes, 13 de febrero de 2015
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