viernes, 2 de diciembre de 2022

Medir la vida

Estaba terminando la autobiografía de Brian Wilson, la figura principal de los Beach Boys y, como me  ocurre con todo buen libro, sus ideas empezaron a contagiarme y me pregunté: ¿Cómo organizo el recuento de mi vida? En mis clases de América Latina siempre expongo la época pre-europea como si fuera un todo hegemónico de los antiguos habitantes. Luego, la llegada de los "españoles", que eran en realidad de toda Europa y de Africa, período colonial, Independencia, época contemporánea.

Tanto afanarse en la taxonomía, me digo, para luego darse cuenta de que el asunto es más complejo, que el antes es un futuro y el presente ya se ha ido (aunque muchos digan lo contrario). Y pensando en el libro de Wilson, en mis clases, en las luces sobre las paredes, los anhelos, me pregunté: ¿De qué manera puedo dar cuenta de mí mismo y por qué? 

Me he dedicado efímeramente a poner en páginas aquello que es temor de querer decir mucho (en realidad, lo vengo haciendo a mi manera desde hace más de treinta años) y también temor de alcanzar poco. Y ahora lo sigo pensando.

Pero, he aquí la versión rasa para medir la vida del hombre del sur que sigo siendo:

1. Nace y va a la escuela: los 60s

2. Crece y comete errores (amó mucho y no lo amaron): los 70s

3. Llama a esta primera etapa "la del Alfaro" y a la segunda "de la Católica": los 80s

4. Llega a Francia: 84-86

5. Regresa a Guayaquil y a Alausí, Riobamba y Cuenca: 87-88

6. Viaja a los EEUU y regresa... 88-90

7 Viaja a Illinois y Oregon y regresa... 90-93

8. Regresa a Oregon y va a Nueva York: 95-98

9. En NY desde el 98 

10. Luego de 3 años, por unos días regresa a Guayaquil...

10. Hace lo mismo por los próximos 10 años

11. En 2005 nace Fabia Matilde y su vida cambia (le teme a Dios y a la muerte)

12. En 2010 nace Fabiana y su vida cambia más (y le teme más a Dios y a la muerte)

13. En 2016 compra un casa y trata de vender otra para pagar la que acaba de comprar

14. No lee mucho, se preocupa del paso del tiempo, las deudas, Fabia que termina la secundaria y el aumento de peso

15. Temiendo a Dios y amando a sus hijas, soportado por su quejumbrosa mujer, siente una callada dicha.

16. Rebusca nuevamente en sus papeles algo que pueda recuperarse. Juega a ser Morelli, aun le disgustan los intelectuales farsantes (sobre todo esos que él llama "longos") y sabe que su suerte ya está echada. 

Quizá de esa manera pueda medir mi vida. De a poco. De a capítulo. De retazo en retazo o tranco en tranco, como dijo el cojo.

Decía que estaba terminando la biografía de Wilson, el de los Beach Boys, y recordaba mi reproche al libro de Miguel Donoso Pareja, que debía ser su autobiografía pero se convirtió en una recopilación de comentarios periodísticos. Nada de lo cual un hombre pueda a prender de otro hombre. Me quedé pensando en el robo emocional e intelectual que podría cometer. Por ejemplo, robarle a mi Fabia su experiencia, su dolor, su trauma: los niños son seres muy delicados y lo siguen siendo en la adolescencia. Una niña de su escuela, hace cosa de cinco años, se suicidó. Nadie sabe mucho del asunto, nadie ha preguntado. Fabia, me dijo que la niña siempre estaba en la bilblioteca, acompañada de libros y hablando con el bilbliotecario (quien nunca adivinó nada). En este pueblo pequeño y hermoso una niña hermosa y dulce se suicida de la nada. Al menos, nada nunca supimos. Y esa es una historia del trauma de mi hija que la va a perseguir luego, en algunos años, de la misma manera que me persiguen ahora mis muertos. Pero yo no puedo contar esa historia porque es de ella, es su dolor, su sufrimiento. Y eso es sagrado.

Y está Fabiana también, creciendo, siendo otra e igual a su hermana. Tan dulce y extremadamente inteligente como la mayor, y sin embargo muy diferente. Fuimos una vez a una de las haciendas de la zona, una de esas que aparecen en películas de campo y hay tractores y tienen un almacén grande en donde vende panes, pasteles, frutas, sopas naturales. En el salón de ventas, en otra mesa estaban una niña y una mujer mayor, casi una anciana. Fabiana la vio pero un rubor hizo que ninguna de ellas se saludara. Luego supe que la niña tenía a sus padres en la cárcel, por venta y consumo de drogas. Y la anciana era la señora que la tenía en su casa hasta que las autoridades resolvieran qué hacer con ella. Eso fue hace tres años. Fabiana quizá tenía 9 pero ya se daba cuenta de todo. ¿Qué hacer con ese dolor, ese cosa indecible de mi hija escuchó de labios de la otra niña, de la verguenza, del comportarse raro en clase y frente a otros? Estamos en EEUU, me digo, esas cosas no pueden pasar aquí. Y volviendo a mis fueros de barrio, de hombre del sur, comparo y concluyo que no hay dolor más fuerte ni aquí ni allá, ni hay colores no condiciones sociales cuando, con la luz apagada, el rostro de una niña se enfrenta al silencio de un Dios que no aparece.

Medir la vida, me digo, medir mi vida con lo que venga. Contarla de a poco. Quizá aquí, quizá en otro lugar, pero contarla porque hay cosas que no pueden morir en el silencio.






lunes, 21 de noviembre de 2022

Esos europeos...

Esos europeos que llegaron al Nuevo Mundo y que luego llamaron "América", para referirse tanto al continente, a los Estados Unidos o al sur de todos

Esos italianos que son en Brasil la comunidad más grande y le dieron a Uruguay y a la Argentina un nuevo acento, una voz diferente, un caló que nace y crece entre Napoles y Sicilia

Esos europeos que salieron de España por el franquismo y dejaron Galicia, Euskadi, Cataluña y Andalucía para regarse por todo el continente más allá del Atlántico

Esos europeos pobres o perseguidos que dejaron barrio, amigos, familia, sueños, memorias

Esos que llegaron de otros lados más antiguos, que fueron arrancados de sus geografías para ser esclavos o sirvientes

Esos que fueron perdiendo poco a poco o de un solo golpe, allá y acá, y que solo se quedaron con unas fotos en blanco y negro, acaso una dirección en un sobre o una imagen en una película sin sonido

Esos amuletos, tatuajes y rincones del pasado se presentan a veces ante mí y lo hacen de las maneras más descabelladas, en canciones por ejemplo, en páginas de un libro que no avanzo y no sé por qué mismo. Aparecen en las páginas de los "Clásicos Grolier Jackson" que fue la primera colección que leí por entero (temo ahora abrir esas páginas nuevamente)

Esos europeos con sus libros y sus historias que solo Borges pudo compendiar desde el futuro ya no son solo eso. Ahora buscan afanados el carbón, la macilla, el camino del rebaño en el campo, las talabarterías

Los he visto siempre, he crecido con ellos, he hablado con ellos. Muchos no saben quién son ya, si el sonoro canto de los pájaros en la mañana o los mismos pájaros en el funeral de Leon Hi Fong

Esos europeos se fueron haciendo mandiga sin saberlo, se anclaron en páramos, se escribieron en  "cuadernos de bantú" y encontraron sus posesiones en bazares del centro de una ciudad junto al río

Y siendo por una parte los mismos que eran antes, dejaron de serlo simultáneamente para alegar otras palabras. Redescubrieron el amor que era el mismo amor de sus abuelos, igual de cercano a la tierra, con las mismas imperfecciones y los errores de los adolescentes (no importarles nada, vivir por vivir, reirse de todo, hacer de la rapidez la receta para las enfermedades)

Esos europeos, por ejemplo, aún se van de sus pueblos, cruzan nuevamente el Atlántico. Con una sonrisa dicen que trabajarán en tal parte, que los esperan. Pero hay otros que se quedan, más que tristes preocupados porque ya no va quedando nadie y es una sensación que desde la antípoda ya vivimos hace mucho: las casas vacías no nos son ajenas

Esos europeos, generaciones posteriores, de pronto regresan al lugar de donde salieron sus mayores, pero ya son otros, están irreconocibles porque vienen de "las tierras del nuaymás" en donde lo único que crece es el polvo con el sol y la violencia con la incertidumbre


Carta de León Iturburu (el ancestro) que desde Francia le escribe arrepentido a Veitimilla haber dejado "el Guayaquil", después de vivir allí tantos años y en donde tenía sus amigos y su vida, todo para sentirse extranjero en "la Francia":





domingo, 30 de octubre de 2022

Illia Ponomarenko: Corresponsal de guerra de Ucrania



[Pubicado en el diario Kyiv Independent, Octubre 30, 2022]

¡Saludos!

Hola, y gracias por recibirme esta noche.

Acabo de llegar de Kyiv y fue un viaje bastante largo que duró 30 horas, así que espero que tengamos una conversación sincera e íntima sobre las cosas que nos preocupan a todos.

No estoy aquí para sermonear a nadie o decir: "¡Debes hacer esto y aquello, nos debes!" o algo así.

Estoy aquí para hablar de esperanza y buena fe.

Me alegro de tener la oportunidad de hablar con los holandeses porque tenemos mucho en común, aunque estamos en lados opuestos del continente.

 

Hubo una vez en que yo era un estudiante en la ciudad de Mariupol. Solía ​​trabajar en una terminal de carga. Hubo una vez en que volví del trabajo a mi dormitorio y abrí mi computadora portátil para ver las noticias.

Cuando lo vi, me dije una frase en ruso: "Довоевались, уроды". Lo que puede interpretarse más o menos como: "Mirad lo que habéis hecho con vuestra guerra, monstruos".

Me refería a las personas que habían derribado el MH17 ese día

El derribo del MH17 fue un momento decisivo para muchas personas en Ucrania en 2014, así como para mí. Abrió un nuevo capítulo en la guerra. Nos demostró que la barbarie puede no tener límites.

Ya no es un conflicto regional localizado.

Han pasado más de ocho años desde ese momento.

Ya no soy estudiante.

Hoy soy periodista representando a mi país en el mundo. Sin embargo, todavía estamos peleando la misma guerra. En los últimos ocho años, y especialmente en los últimos ocho meses, han sucedido cosas increíbles.

Mariupol se convirtió en montones de ruinas. Mi ciudad natal de Volnovakha acaba de ser arrasada. La ciudad a la que estoy a punto de mudarme, Bucha, se ha convertido en un símbolo internacional de fosas comunes y ejecuciones.

Y los criminales del MH17 aún no han sido llevados ante la justicia.

Como periodista, he visto cosas increíbles que nunca olvidaré.

He visto a Kyiv, el corazón de toda la nación, de pie a solo dos pasos de su caída ante el avance de los ejércitos rusos.

Los soldados de las 72 Brigadas Mecanizadas de Ucrania se sacrificaban para detener el avance ruso en Kyiv cerca de la ciudad de Moschun, a pesar del derramamiento de sangre.

¡A fines de febrero, en los primeros cinco días, estábamos tan cerca de la caída!

Ese sería el final de tantas cosas preciosas y queridas para nosotros, para mi generación: los valores de la Revolución EuroMaidan, todas las reformas democráticas y la resurrección de la cultura ucraniana moderna.

El fin de nuestro mundo como lo conocíamos.

Y he visto algo increíble. Ucrania logró derrotar la guerra relámpago rusa, agotar su poder y revertir el curso de la guerra.

Ahora no estamos hablando de si Kyiv caerá dentro de las 72 horas. Estamos hablando de si podemos retomar Kherson en las próximas seis semanas y qué debemos hacer a continuación en esta guerra.

¿Por qué estamos donde estamos hoy, en contra de todas las expectativas?

Los muchachos de mi medio de comunicación, Kyiv Independent, me sugirieron que escribiera un libro sobre esta guerra. Estaba pensando: ¿cuál es la cosa más esencial de esta guerra, la conclusión más importante?

Ha habido muchas cosas importantes para los militares y la política. Pero me di cuenta de que lo más esencial es el aspecto moral.

Esta guerra me ha enseñado una cosa: actuar siempre de acuerdo con la mejor conciencia en el momento más oscuro. No importa lo difícil y aterrador que sea. Será difícil, pero al final del día, siempre será la única solución correcta.

La forma aparentemente más fácil siempre es incorrecta. Los tratos con el diablo,  hechos desde la debilidad y el deseo de esconder los problemas debajo de la alfombra, nunca terminan bien.

Por supuesto, no estoy descubriendo nada nuevo. Es un principio muy básico. Pero en la realidad de una guerra catastrófica, donde la vida normal de millones de personas se está derrumbando, es más fácil decirlo que hacerlo.

Pero esta es la elección moral que tuvo que hacer la nación ucraniana en esta guerra.

La nación hizo su elección, y las personas individuales también lo hicieron.

El primer día de la invasión, decidí que tenía que cuidar a mi madre. La hice salir de su ciudad en el este de Ucrania en vísperas de la invasión. Tuve que llevarla a un lugar seguro en el oeste de Ucrania.

Mi compañero de piso, Iván, tiene coche. Así logramos salir de Kyiv. La ciudad estaba sumida en el caos: tanques, enormes atascos de tráfico, sonidos de lucha.

Llegamos a un pequeño pueblo justo en la frontera con Moldavia, a 600 kilómetros de Kyiv.

Cuando llegamos, estaba tan exhausto que llegué al sofá más cercano caí y me quedé inconsciente.

Pero luego, por la mañana, surgió la pregunta: ¿qué sigue? Mi amigo Iván estaba conmocionado y asustado. No podía comer, no podía dormir, no dejaba de repetir: "Hombre, no voy a volver, nunca, nunca".

Yo también estaba asustado. Las cosas no pintaban bien en ese momento. En el mejor de los casos, podría esperar volver a Kyiv solo para ver la batalla por la ciudad y, con suerte, tratar de huir con vida mientras la ciudad cae.

Mientras tanto, el 25 de febrero, en Kyiv, los militares entregaron miles de rifles AK a gente muy normal, a todo el mundo dispuesto a luchar hasta el final, solo en las calles.

(Puedes encontrar fácilmente videos de eso en Internet).

Fue un acto desesperado. Todos esperaban un gran avance ruso en Kyiv desde el norte.

La gente común en Kyiv, solo civiles sin entrenamiento, tomaron la decisión de agarrar las armas y luchar en sus calles contra un ejército regular invasor.

Mi amigo Iván y yo, al ver esto, también tomamos una decision: “No nos vamos a rendir y no nos importa”. Y esa fue la decisión más correcta de mi vida.

Y regresamos a la ciudad bajo ataque.

Entramos a las calles vacías y oscuras. Los sistemas de defensa aérea ucranianos intentaban interceptar los misiles rusos entrantes, sin éxito.

Vivíamos en un piso cerca del campo de batalla de Bucha e Irpin, compartíamos la comida y nos despertábamos y caíamos con el sonido de la artillería. Trabajé como periodista de Kyiv Independent y mi compañero de piso era mi conductor.

Esta fue la batalla de Kyiv.

 

Pero no se trataba solo de gente común como yo.

Siempre he sido bastante crítico con Volodymyr Zelensky. Antes de la gran invasión, era bastante desordenado y no se tomaba lo suficientemente en serio su trabajo.

Pero cuando llegó la hora más oscura, también tuvo que tomar una decisión importante.

Su propia administración le rogó que huyera de Kyiv antes de que fuera demasiado tarde. Los líderes occidentales ofrecieron su ayuda en la evacuación.

Pero dijo que no. Y decidió quedarse en Kyiv, diciendo: "Necesito munición, no un aventón".

Lo más probable es que esta frase sea solo una leyenda.

Pero, no obstante, ahora conoces a Zelensky como un destacado líder de guerra de este siglo.

No como otro "presidente en el exilio" bueno para nada y haciendo declaraciones sin sentido y dando entrevistas en el extranjero.

Y gracias a la unidad nacional en Ucrania y las fuerzas armadas, estamos donde estamos ahora. Y no hay ninguna bandera rusa ondeando sobre la plaza Maidan en Kyiv.

Y ahora están perdiendo terreno en Ucrania.

Y Vladimir Putin está pensando en cómo permanecer en el Kremlin, cómo evitar una derrota catastrófica en Ucrania. Y ahora mismo, no está pensando en lo que quiere tragarse a continuación.

¿Por qué pasó esto? ¿Cómo es que se las arreglaron para estar tan equivocados acerca de Ucrania?

A menudo llamo a esta guerra una de las guerras más tontas y absurdas de la historia humana.

De hecho, con toda seriedad, los líderes del país más grande del mundo pensaron que Ucrania simplemente caería en sus manos.

[Los rusos] Mintieron tanto que creyeron sus mentiras.

Estaban delirando y pensaron que nada estaría allí para detenerlos.

Todo el sistema se basó en el hecho de que tienes que decir lo que tus superiores quieren oír de ti.

Y también se suponía que los superiores siempre les decían a sus superiores lo que querían escuchar. Es como funciona la cosa en los pasillos del Kremlin hasta llegar a lo alto.

Estaban ciegos. La mentira los cegó.

No vieron que Ucrania ya no es la misma vieja república soviética. Durante los últimos 30 años, Ucrania se ha convertido en una nación independiente.

Estaban delirando y pensaron que nada estaría allí para detenerlos.

El exceso de confianza ruso fue más que espantoso.

Querían afianzarse fácilmente cerca de Kyiv en el aeródromo de Hostomel y luego aterrizar en el centro de Kyiv. Luego, simplemente mate o arreste a los líderes ucranianos en la zona del gobierno de Kyiv.

Convoyes de largo avance se movían a lo largo de nuestros bosques apenas protegidos.

Lo que terminamos viendo en los campos de batalla de Ucrania fue un ejército indigente, absolutamente negligente con la vida de sus soldados. Muy primitivo y sencillo.

Al carecer de tácticas sofisticadas, en muchos sentidos está peor equipado que el ejército ucraniano.

Pero aún así, este ejército es grande. El legado soviético les dio miles de tanques, piezas de artillería y rondas de municiones. Desperdician su mano de obra sin pensarlo dos veces.

Las hordas rusas ingresaron a Ucrania desde nueve direcciones, con solo 150,000 soldados, lo que definitivamente no fue suficiente.

El Kremlin sugirió repetidamente que se detuvieran las hostilidades si Kyiv se rendía incondicionalmente.

Pero el general Zaluzhny, el máximo comandante militar de Ucrania, también tenía una esperanza.

Sabía que las fuerzas armadas ucranianas deberían permitir que Rusia se adentrara profundamente en el territorio ucraniano y luego empantanarse, con su mala logística descarrilada, en un duro combate.

Los convoyes rusos que se desplazaban por las carreteras de los bosques ucranianos fueron emboscados por unidades ucranianas de gran movilidad. En muchos casos, las fuerzas ucranianas dejaban pasar los tanques rusos y luego atacaban los camiones de combustible que seguían a los blindados pesados.

Muy pronto, los tanques rusos despojados de combustible tuvieron que detenerse, listos para ser capturados intactos.

Para hacer frente al avance de las hordas rusas, el ejército ucraniano descentralizó el sistema de mando y control y otorgó más autoridad a los líderes sobre el terreno, que conocen mejor la situación.

Las formaciones ucranianas estaban usando tácticas de unidades pequeñas y altamente móviles para evitar convertirse en objetivos grandes y fáciles para Rusia.

Las unidades de combate ucranianas estaban mucho más motivadas, flexibles y efectivas. Porque también tenían esperanza, y sabían que nada está predestinado, y eso puede y dará pelea a Rusia.

Un paso tras otro, este fue el camino hacia la victoria en la Batalla de Kyiv.

En algún momento entre mayo y junio, el ejército ucraniano se había quedado sin munición de artillería estándar soviética.

Sin armamento pesado, Ucrania no tendría ninguna posibilidad a largo plazo. Pero nuestro ejército, nuevamente, encontró una salida. En un período de tiempo muy corto, logró cambiar en gran medida al uso de sistemas OTAN de 105 mm y 155 mm proporcionados por Occidente, abriendo una nueva página en la historia militar de Ucrania y dando un nuevo aliento para la guerra.

En este momento, Ucrania sufre los continuos ataques rusos contra nuestra infraestructura civil crítica. El Kremlin no puede derrotar a nuestro ejército en los campos de batalla, por lo que quiere obligarnos a rendirnos despojándonos de calefacción y electricidad en invierno.

Hay una batalla en curso entre los misiles rusos, los drones kamikaze de fabricación iraní, por un lado, y los trabajadores ucranianos que reparan la red eléctrica todo el tiempo. El público ucraniano apoya en gran medida esta campaña: ahora es un buen detalle ahorrar electricidad y abstenerse de usar lavadoras durante las horas pico.

En Podil, el epicentro de la diversión y el ocio en Kyiv, las luces de las calles no están encendidas después del anochecer. Pero la noche del viernes continúa. Los músicos callejeros tocan versiones de Oasis, la gente baila y pasa el rato en la oscuridad de la calle.

¿Sabes lo que hacen nuestros muchachos de Kyiv Independent durante el tiempo de alerta aérea? Salen de la oficina y se dirigen a un pub de cerveza artesanal que se encuentra en un sótano. Así que es un refugio y un bar.

La vida y la esperanza siempre encuentran un camino.

Los líderes occidentales también tuvieron que hacer esta elección moral hacia la esperanza y la superación de las dificultades en lugar de esconderlas debajo de la alfombra.

Occidente se ha abierto camino desde los inciales intentos de "salvar la cara de Putin" y "encontrar un compromiso para la paz" hasta este firme apoyo que estamos teniendo ahora.

Hemos hecho nuestra guerra con jabalinas y NLAW para la resistencia guerrillera bajo la ocupación rusa, luego con sistemas de artillería para una guerra en toda regla, ahora estamos consiguiendo instalaciones de defensa aérea.

Más de 10.000 soldados ucranianos tuvieron que morir para demostrar que la causa ucraniana vale la pena, que la ayuda a la defensa funciona y que Ucrania puede y ganará esta guerra si Occidente la apoya.

Necesitamos más ayuda, pero nuestra confianza en el apoyo occidental es ahora más fuerte que nunca.

Al igual que tantos en Ucrania, los líderes occidentales también tuvieron que tomar decisiones históricas en un momento histórico y elegir la victoria de Ucrania sobre el apaciguamiento de Rusia.

Pero seguimos escuchando voces en Occidente: “¿Por qué no hay negociaciones? No queremos morir congelados en invierno o morir en un ataque nuclear, como amenaza Putin. ¿Por qué debería importarnos Ucrania?”

Estas voces sugieren que vayamos por el camino más fácil: cerrar los ojos sobre Ucrania a cambio de lo que parece ser olvidar el problema por un tiempo.

Alimentar el apetito de un dictador solo alentará su expansión y demostrará que el chantaje nuclear y la extorsión funcionan. Y eso no es solo Vladimir Putin, sino también muchos otros regímenes canallas en el mundo.

No tomará tiempo emitir nuevas demandas y una guerra aún mayor.

Como dije al principio, los tratos con el diablo nunca salen bien.

Si permitimos que Putin devore a Ucrania, obtendría enormes recursos de esta tierra, como un control aún mayor del mercado mundial de alimentos, y más confianza en su expansión militar.

No estamos tratando con líderes razonables que actúan de buena fe. Nos enfrentamos a una mafia que continuará mientras no encuentre resistencia. Están fallando y están tratando de disuadir a Occidente de que no nos ayude.

No tenemos elección entre la guerra y la paz.

Tenemos que elegir entre un trato vergonzoso con el diablo que solo empeorará las cosas, y ayudar a Ucrania a detener al Kremlin ahora.

Rusia ahora bombardea ciudades ucranianas, provocando nuevas oleadas de refugiados. En este sentido, también hay una opción. Ustedes pueden decir estamos cansados ​​y queremos que esto termine, o pueden ayudar a Ucrania a adquirir defensas aéreas y proteger sus ciudades.

Espero que nos mantengamos en este camino. Ayudar a Ucrania funciona. Si no fuera así, ahora mismo estaría en una fosa común con las manos atadas a la espalda.

Los organizadores del evento me pidieron que dijera una o dos palabras sobre si creo que la reconciliación entre Ucrania y Rusia es posible en el futuro. 

Todos en Ucrania hicimos nuestra elección, y los rusos también tendrán que hacerlo, si quieren seguir siendo una nación. 

También enfrentarán esta elección moral de si van por el camino fácil, diciendo "Solo estaba cumpliendo órdenes", buscando excusas, acusando al mundo de lo que sucedió, o reevaluando su historia, su vida, su culpa y cambiando su país para bien.

Si lo hacen bien, en un futuro lejano quizá haya una oportunidad también para ellos.

Entonces, que haya esperanza y buena fe en lo que hacemos.

 

Nota del autor:

¡Hola! Mi nombre es Illia Ponomarenko, el tipo que escribió este artículo para ti.

Espero que te haya resultado útil e interesante. Trabajo día y noche para traerte historias de calidad de Ucrania, donde Rusia está librando la mayor guerra en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Mi pequeña patria, Donbas, es ahora el escenario de los peores combates. Estamos ayudando a mantener al mundo informado sobre la agresión rusa. Pero también necesito la ayuda de cada uno de ustedes: para apoyar el periodismo ucraniano en tiempos de guerra haciendo una donación al Kyiv Independent y convirtiéndose en nuestro patrocinador.

Juntos, podemos ayudar a traer la paz a Ucrania.

 

Autor:

Illia Ponomarenko es reportero de defensa y seguridad del Kyiv Independent. Ha informado sobre la guerra en el Este de Ucrania desde los primeros días del conflicto. Cubre temas de seguridad nacional, así como tecnologías militares, producción y reformas de defensa en Ucrania. Además, se despliega en la zona de guerra de Donbas con formaciones de combate ucranianas. También ha tenido despliegues en Palestina y la República Democrática del Congo como reportero integrado en las fuerzas de mantenimiento de la paz de la ONU. Illia ganó la beca Alfred Friendly Press Partners y fue seleccionado para trabajar como reportero invitado de USA Today en el Departamento de Defensa de EE. UU.

lunes, 8 de agosto de 2022

Hay un árbol en Guayaquil

 


[De Google Earth]

Hay un árbol en Guayaquil que crece en el parque del barrio o en la vereda resquebrajada de la esquina, en las cuartas que dividen el cemento y donde los niños juegan a la raya, junto a la yerba que aparece en el invierno tropical. Es el mismo árbol de las canciones y las borracheras, el que desaparece agobiado por casas y construcciones pero vuelve a surgir heroico cuadras más adelante. Lo he visto irremediable detrás del estadio Capwell y luego por la zona de Ayacucho y Tungurahua, frente a una ventana que sirve de clandestina tienda de abarrotes mientras rompe con raíces lo que se le vaya poniendo por delante.

[En: https://fundacionlaiguana.org/arboles-patrimoniales-guayaquil/]

Ese árbol es el único cuadro que pinta Servio Zapata, una y otra vez, como ese loco que hace mucho garabateaba paredes y veredas en el desaparecido malecón de Guayaquil (vivía en un almendro, recuerdo, y colgaba ollas y ropa de las ramas). Es el árbol infinito, me dijo el pintor en su estudio, como si hablara del universo o de la arena. Nunca se pinta el mismo árbol dos veces, solo basta cambiarse de lugar, juntarlo con otro y solito se van reproduciendo. Mientras hablaba yo pensaba en el Pierre Menard, autor del Quijote y en Funes, el memorioso ambos empeñados en reproducir el mismo objeto en tiempos diferentes porque, si a Zapata de verdad le interesara pintar un bosque (que es lo que muchos piensan) no estaría siempre pintando el mismo árbol, ese desafío de la razón y el equilibrio emocional.

A Zapata no le perdonan que pintando el mismo árbol gane dinero, y más aún que ese árbol siendo uno sea también otros. Lo he invitado a propósito a pintar los árboles de los Adirondacks, al norte del estado de Nueva York, para que siga haciendo dinero y conocimiento de la mismidad que lo apura.

[Un cuadro de Zapata]

A mí los árboles nunca me interesaron porque crecí con ellos en el sur. Eran laureles, ceibos, pinos, almendros, acacias convertidos en residencias de iguanas, nidos y panales. Pero sirvieron también de andarivel a una muchacha que se afanaba en coger guayabas y acaso ser la musa del poeta treinta y pico de años antes morir el siglo. Los árboles estaban a la mano o los teníamos que ir a cazar en diciembre a la hacienda el Guasmo y decorarlo con metales brillosos y falsos regalos para lucir en la esquina. (Si los árboles hablaran nos habrían pegado algunas puteadas hace mucho por las orquetas que hicimos de sus ramas). Su presencia está atada a la vegetación del trópico, tan nuestra en nuestra infancia, corriendo hacia la ría, saltando entre troncos derrumbados para ganar la orilla. Pero ¿Por qué entonces ahora tanta alaraca? Porque, de pronto, lo sobreentendido no resulta suficiente.

Mi primer supuesto acto de conciencia del árbol nace en el norte de California, allá por el 92, cuando estuve frente a los monumentales secuoyas. (El hombre es un ser diminuto, se nota a todas luces, pero puede causar tanta destrucción en un instante). El segundo, quizá cuando una mujer me contó que su madre abrazaba árboles para recuperar energía. Me pareció raro, casi invento, pero tenía sentido, después de todo, los árboles anteceden al género humano. El tercero ocurrió leyendo la trilogía de El señor de los anillos, cuando uno de los árboles gigantes aclara que los ents son árboles con memoria.

Pero, en realidad, no existe tal caer en conciencia de las cosas, como nos decían en los 70s. Hay solamente un recuerdo aplazado, un hecho negado por conveniencia o una ignorancia tremenda que usualmente esconde el infaltable temor. Porque, si de los árboles venimos y a los árboles regresamos, ¿para qué empeñarnos en una lección de aprendizaje?

La misma realidad y preocupación por el árbol es la que tenemos por el río y el mar, pues el árbol simbólico de los manglares se transforma en el golfo, abriéndose al océano y, en una mirada interior, deviene en el eucalipto andino (Alausí y Cuenca en el corazón) y las olorosas campanillas que son su fruto. Y ese mismo árbol  está más allá también, siendo arbusto, madera que devuelven las olas y la marejada en la playa. Así, a la inimitable amazonía que se apodera de efímeros países latinoamericanos la sucede el fondo del mar con sus desconocidos arrecifes y criaturas de las profundidades.

He desvariado a propósito en las líneas anteriores porque el árbol del pasado efímero subsiste junto a otras realidades naturales. Y no hay ser humano que escape a su amor o furia. Ahora lo sabemos. Ahora, solo nos va quedando el recuerdo privado o la imaginación del pintor que con tristeza ve que aquella distopía escuchada en su infancia se va haciendo nefasta realidad.

 


[En: https://fundacionlaiguana.org/arboles-patrimoniales-guayaquil/]


martes, 26 de julio de 2022

Guayaquil: Ida y vuelta


[Portales del norte, calles Pedro Carbo y Urdaneta]

Luego de siete años de no visitar Guayaquil, hicimos un viaje de poco menos de tres semanas. Esta vez (y por primera vez) no tuve tiempo para ver la ciudad, amigos y parientes, como antes. En las pocas ocasiones que salí, me vi convertido, de la mano de un personaje de cuento francés que leí por esos días, en una especie de turista que regresaba a la escena de viejas historias, como testigo presencial de los hechos. Veía calles, edificios y gente a la distancia, como si viajara en un coche decimonónico, buscando sin lograr una sensación firme, un sentimiento concreto del entorno, que me dijera algo. Pero era solo un nivel de sensibilidad.

En esos días no le tomé el pulso a la vida ni me integré a ninguna reunión. ¿Cómo es Guayaquil en semejantes circunstancias? Muy diferente. ¿Cómo encontraba la ciudad? Me preguntaron varias veces. Respondí esto: Calles limpias pero casas y edificios sucios, descuidados, confiados al desorden y a la poca gana de hacer la limpieza. Encontré menos ruido también, a pesar de los perros del vecino ladrando por cualquier cosa y a cualquier hora, o los conductores usando el pito como forma de comunicación. Encontré un Guayaquil hasta cierto punto paralizado, quizá por los tantos problemas que aquejan la ciudad, empezando por el Covid y los errores del Municipio, o por la improductiva huelga nacional, la falta de seguridad y el cambio de la administración del tiempo diario (mis amigos me comentan que ya no salen por la noche), o quizá por la desesperanza de tener otro gobierno mediocre que ni la derecha ni la izquierda quieren. 

[Arbol en vereda detrás del estadio Capwell]

Pero vi también el otro Guayaquil, el olvidado y querido que mantiene su dignidad y su árbol viejo en la esquina y a rajatabla, vi ese Guayaquil de Samborondón y Puerto Santa Ana. Me gustó encontrar sus cafés, bares y restaurantes de buen gusto, limpios, con clientes agradables que pueden pagar y disfrutar esas comodidades. Me pareció admirable que las siempre atacadas burguesía y oligarquía nativas den muestra de pujanza y sentido del futuro. (En sociedades como las nuestras, imaginar el futuro no es cosa fácil). A pesar de sus innegables errores, el único sentido de futuro que ha existido en la humanidad, históricamente hablando, es de estas clases. (El resto es tiempo circular). Y es hacia allá que debería apuntar la ciudadanía. No a ser todos pobres, ni siquera de clase de media, sino a ser gente con dinero, oportunidades, buena educación y acceso a una sofisticada cultura urbana de deberes y derechos (mi suegra Rucha y mi cuñado Jaime están conmigo en esto). Obviamente, las ideas que anoto son resultado de los dieciocho días que pasé en Guayaquil. 

Mi estadía fue corta pero hubo dos momentos en los cuales pude ser, a mi manera, "le promeneur solitaire" que escribía Rousseau hace más de doscientos años. 


[Conde Martillo en Puerto Santa Ana]

[Miguel Donoso Gutiérrez y Conde Martillo en Puerto Santa Ana]

El primero es una caminata que ocurre en el Barrio del astillero. 

Como hombre que se debe a la geografía emocional del sur, siempre siento una deuda con esa parte de la ciudad (allí vivieron mi familia y mis amigos, se forjaron las tradiciones y las canciones, tangos, pasillos y boleros por más señas) y recaigo en el paseo a pie. Pero ahora estaba solo. No había cholo Cepeda ni sobrinos para acompañarme. Tomé un taxi desde Urdesa Norte hasta El Oro y Eloy Alfaro. El taxista era esmeraldeño y me contó su vida mientras esquivaba vehículos y transeúntes. Un buen tipo, me dije cuando dejaba el carro y compraba una mascarilla en la esquina. 

Empecé por el parque Calderón y vi lo que quedaba del Teatro Arsenal al que fui un par de veces con mi viejo (o acaso mi hermana Lupe). Luego seguí por esa calle sin nombre que pospone el malecón de la ría, tomando fotos, saludando con la gente, imaginando si aún el cabezón Medina (compañero del Alfaro) trabajaría por ahí (de Posorja, navegante, venido de gente brava). Y en esa lenta caminata no ausente de dudas y temores, pasé también por la Empresa Eléctrica y los pocos kioskos con comida típica y cerveza helada, lugares que cuarenta años atrás eran rincones para celebrar el amor con besos y caricias.


[Una calle que en el recuerdo no tiene nombre]


[Viejos astilleros]

[Parque cerrado]

[Al fondo, la ría]

Llegué luego hasta Letamendi. Ya había tomado varias fotos pero era aún temprano (no cuento ahora la historia del marino con el que hablé antes de empezar el recorrido, otra vez será). Yendo hacia el fondo de la calle, de pronto vi la puerta del Instituto Nacional de Pesca, que había olvidado por completo. Allí investigué y escribí mi tesis colegial sobre exportación de camarones (un boom, por el 77). Vi la puerta del INP y me puse triste. Pero no fue por mis investigaciones ni las conversaciones con un estudiante de biología marina que se iba a las Galápagos, que por esos días frecuentaba la biblioteca (yo había viajado a Las Encantadas el año anterior). No. Fue por el tiempo vencido, caído, muerto y pasado que me había dado el lujo de perder y me hablaba desde ese lugar. Yo, que con tanto afán he tratado de cultivar de arte de la memoria, simplemente lo había olvidado. 

El resto del recuento es similar a su inicio pero ausente de conversaciones. Hay solo sentimientos que no viene al caso mencionar. En ese final, entro por la zona aledaña a la Urna de Cristal y, de pronto, me veo frente al magnífico Guayas, ambos siempre solos. Yo, sentado en una banca que mostraba la isla Santay (una película debe filmarse ahí, al estilo de los franceses o Tarkovsky; la debe hacer Fernando Mieles cuando deje de ocuparse en lo secundario), miré por enésima vez el sur, los Molinos del Ecuador interrumpidos por un puente peatonal ahora inservible. Caminé por el Malecón 2000 hasta llegar al Municipio. Traté de encontrarme en su vegetación cercada, en la gente que pasaba, en sus chistes y bullicio. Y, por suerte, algo de mí fue recuperado.


[Sur del Malecón 2000]


[Un gran árbol también cercado]

El segundo momento ocurre junto a mis ladies, en General Villamil, Playas.


[Ladies afanadas buscando el mar]

Conduje Guayaquil-Playas-Guayaquil. Al segundo día, tratando de recordar  la última vez que estuve en Playas, acaso 7, 10, 15 años atrás, noté que por esos rumbos estaba la casa que mi hermano Iván (Kukuku) rentó por tres o cuatro años, a fines de los 80s e inicios de los 90s, y que marca el fin de una época para mi familia y amigos (ese deber ser el segundo tomo de una trilogía barrial, luego de "los patriotas del sur", debe llamarse: "de la ría al mar" y ser copletada por: "del mar y el tiempo"). Al llegar al hotel, el día estaba nublado. Luego de la normal tormenta en paseos familiares, Fabiana quiso ir al mar. Estaba encantada con la arena, la brisa, los cangrejos escondiéndose en las conchas y la furia de las olas que arrastraban mar adentro. Yo me sentía enfermo de tiempo pero supe que mi cura eran mis hijas. Desde el mar vimos a Fabia y Fabiola sentadas en la arena y una caminoneta cargada de redes y pescadores. Era una mañana hermosa y llena de vida. Luego, Fabiana quiso quedarse en la piscina, bailando música chichera mientras la mama filmaba, tomaba fotos y nosotros nos reíamos. No había nadie en el hotel.


[foto de Fabiola]

A la mañana siguiente, el calor humano del personal se notaba en un desayuno delicado, agradable y reparador. Las cosas auguraban buen tiempo. Sentimos otra vez alegría y sosiego. La madre estaba más tranquila y las hijas contentas. Hacia la tarde, mientras esperaba un taxi para comprar la cena, de  sorpresa me vi frente a la casa que mi hermano alquilaba. Era real. Frente a esa casa, antes solitaria, al borde del pueblo y con el gran mar al frente y una playa en la que todos jugaban fútbol, ahora estaba el hotel y muchas casas que se habían llevado el paisaje natural. Tomé una foto y consternado le conté eso a Fabiola. Me dijo que mi madre, padre o hermano o todos ellos me habían enviado ahí, que no era coincidencia. Yo, un hombre solitario hacía más de treinta años, ahora estaba frente a la misma casa, la misma arena y el mismo mar pero con mis hijas, como diciendo oh tiempo oh mar éstos son tus frutos.


[Casa de vacaciones en Playas]

Regresamos a Guayaquil, pero no del todo. Algo de nosotros, acaso olvidado, salió a flote. En realidad nunca nos fuimos. "Decir adiós es jugar a despedirse", anota Borges. Y Brama Kumaris Cocojox me recuerda que hace mucho advertí nunca volvería  a Guayaquil. Puedo declarar hoy con confianza que mejor no decir nunca ni tampoco "ahora la suerte ya está echada". Puede que sí, puede que no. Pero no lo sabemos.

Así ocurre con los guayaquileños, tenemos nuestro propio lenguaje y también nuestras propias maneras de vencer el tiempo a través del recuerdo, de recuperar geografías de las cuales fuimos parte, no importa aunque solo sea imaginariamente. (La gente de Alausí y del barrio San Blas de Cuenca saben a qué me refiero). 

[Participaron en este viaje, también y a su manera: Ruth Poggi, Miguelito Donoso Gutierrez, Jorge Martillo, Elsa Iturburu, German Simisterra, Verónica Pombar -la Chocota- Helga Ayala Poggi -la Satanasa- , Servio Zapata, el cacho Bardales, Galleta, Nina y Camacho, las hijas de todos y etcs].


[Fabiana y el mar]



viernes, 8 de abril de 2022

Prolegómenos para hablar de la selección ecuatoriana de fútbol

Recordar cuántas veces ha clasificado Ecuador al mundial de fútbol es posiblemente el inicio de una conversación interminable. En ocasiones, todo empieza por un comentario mordaz, una crítica rápida o una alegría y orgullo que imaginariamente nos llevan al cielo.

Sin embargo, hay una historia detrás de cada evento, y en los detalles de la crónica se esconden las razones, los bemoles y los temores. El caso que ocupa el imaginario de los ecuatorianos es hoy la selección de fútbol que clasificó con tropiezos al mundial. Para hablar del tema pongo a consideración los siguientes puntos:

1- No olvidar el pasado "glorioso" de cuando jugaba Spencer en Peñarol, Vinicio Ron en la UC Católica, el "pato" Echeverría en la heorica defensa del desaparecido América, los inconquistables del Nacional con "cielito" Villafuerte armando la jugada, Nieves dejando en el piso a todos y "el bacán" Delgado en el arco. Recuperar ese pasado que con tanto énfasis escribe desde siempre el cronista Ricardo Vasconcelos y dejar que los lejanos recuerdos de Bolaños, "pereque" Lasso, el Jechu Cárdenas y Luisito Lamberck nos distraigan nuevamente como lo hicieron en nuestra infancia y adolescencia. Acaso Gavica y luego Holger Quiñonez y el resto de los que aparecen en la imposible selección ideal:


2- Tener presente el origen de sus jugadores, apabulladoramente de clase social baja y etnias fuente interminable de ataques racistas que afloran en la medida en que se pierde el partido. Y, en la misma linea, las dificultades y falta de apoyo que los jugadores deben vivir en su camino a un triunfo atlético, acaso económico, que solo muestra las excepciones de la regla.

3- Introducir el complicado tema de la técnica (o falta de ella) con la que juegan. y el claro retroceso en "el tratamiento del cuero", así como lo escandaloso que resulta que no sepan parar un balón o dar pase a ras de terreno porque les rebota como si fuera pelota de hule en cancha de cemento. O lo triste que es verlos patear solo una pierna, cuando el resto del mundo, sobre todo en los países de las grandes ligas, todos son ambidestros. 

4- No olvidar inestabilidad, oportunismo y corrupción de los dirigentes a cargo de la selección, lo cual es sintomático de la corrupción estructural, mundialmente conocida, de Ecuador. Son estos dirigentes quienes llevan gran parte de la culpa del retroceso técnico; con sus planes de corto plazo que los avalados siempre por la macro estructura de la mafia deportiva que llaman FIFA. A ello, súmese el estrambótico proceso para contratar a cualquiera DT que vean por ahí y puedan mangonear, alguien de segunda quien, aunque no lo fuera, dada la incapacidad organizativa del medio, termina volviéndose irremediablemente mediocre. (Asunto similar se ilustra si comparamos a Independiente del Valle con  Emelec: no es un problema solo de contratar un buen DT sino de que la estructura laboral funcione. Los del Valle les dan cátedra empresarial a los intrascendentes de Neme y compañía).

5- darse un baño de realidad y ubicarse en el tiempo y en el espacio: que Ecuador haya clasificado es, en gran parte, porque el nivel del fútbol sudamericano de hoy es deplorable; y ellos resultaron ser los menos malos. Por lo tanto, que pase de la primera ronda en el Mundial será solo producto de un milagro o de elementos externos. Así que, aquello de rezos y de que "la fe es lo último que se pierde" lastimosamente no cuentan a la hora de los hechos. Estos siguen su propia dinámica.

6- Con la mano en el pecho, reconocer que "esto es lo que hay". Y por ahí seguimos, como sea, peleados o agarrados de la mano. De esta camioneta nadie se baja. No por patriotismo sino por realismo: esa selección, públicamente, somos todos nosotros con lo bueno y lo malo, con sus retrocesos y la necesidad irremediable de seguir caminando. A Ecuador no lo venció el mortal COVID, ni la corrupción galopante, ni los viejos o improvisados políticos, ni las derrotas históricas que son más que la de Alfaro. No lo venció nada ni nadie, pero sí nos dejaron lastimados. Y, por eso, sin dudas y urgentemente, hay que seguir. Ley de la vida.

7- Olvidarse entonces de "la siguiente ronda". Ver lo ocurrido con calma y madurez. Desearle buena suerte a los muchachos porque sus limitaciones son las nuestras, aunque sus aciertos solo sus aciertos pero el resultado es resultado para todos.








viernes, 11 de marzo de 2022

el hombre que caminaba junto a su mujer y el celular con música country




el hombre que caminaba junto a su mujer y el celular con música country,

se entusiasmó cuando le pregunté quién cantaba.

elvis presley, contestó.

¿no es ray charles? 

la esposa, que avanzaba delante de nosotros

afirmando con la cabeza exclamó: ese no es presley, suena más a ray charles.

el hombre revisó la lista y confirmó que era el pianista y me conversó

de las canciones que su hija le ponía en la lista.

mientras caminábamos me hablaba de su dieta,

de que antes hacían ejercicios en casa pero que les resultaba aburrido.

abajo, en las improvisadas canchas de raqueta, jugaban con entusiasmo.

eran los mismos desde que abrieron el gimnasio luego de dos largos años de epidemia

parejas que se reían y desafiaban con los golpes.

el hombre al despedirse me dijo: disculpe, yo sé que hablo mucho.

sonreímos y nos hicimos adiós con las manos mientras bajaban las escaleras.

me quedaba mucho aún.

la mujer obesa que iba delante de mí levantaba los brazos

y hacía movimientos circulares con las muñecas

tenía el pelo corto y rubio, ojos azules diminutos y una mirada tímida.

saludé también con otro caminante del tiempo ido

un hombre delgado y bajo, acaso mayor que yo, pero veloz

que a veces daba vueltas conversando con larry.

larry, el que tiene un hijo que vivió en guayaquil y luego se fue a puerto rico

y ahora está en new orleans. solo espero que consiga algún título universitario.

es lo único que le pido, me confesó

mientras su esposa nos dejaba atrás, preparándose para la maratón de la primavera.

éramos los últimos sobrevivientes del siglo de las máquinas

ellos y yo y los que jugaban raqueta y el hombre negro que nos pasó callado

con su gorra de veterano de guerra de vietnam.

y también las dos mujeres mayores que siempre conversan y saludan

y parece que viven su mejor edad.

por la tarde, en casa ya, esperamos a edgar

que vino para lo de la cocina.

todo era asunto de saludos, medidas de anaqueles y consejos para que luciera mejor

hasta que, sin darnos cuenta, nos empezó a conversar de su hija

que había fallecido al poco de dar a luz y ahora ellos cuidaban al niño.

un amigo que sabía lo ocurrido le dijo que si quería dejar de trabajar,

dejar las cosas a medio talle, podía hacerlo

abandonarlo todo en ese momento e irse a casa, si le daba la gana

porque necesitaba tiempo para pensar en lo que había ocurrido.

lo escuchamos callados y un dolor se me fue armando en el pecho

uno de esos dolores rebeldes que aprietan desde adentro y desde adentro llaman

un dolor de voces y sollozos que solamente oyen los sordos.

he pensado en todo lo que nos contó y recordado a la gente que va al gimnasio

a sacarle tiempo al tiempo y el último soplo a la vida.

es como si todo se estuviera cayendo, me digo

(de alguna manera el mundo siempre se anda cayendo)

porque las muertes no cesan y el temor crece y también la sonrisa y la incredulidad.

por suerte, me digo, por costumbre o por pereza frente a la derrota.

¿qué hago escribiendo un poema? (yo que dije que ya no escribiría poemas).

no es un poema, me contesto, es solo una llamada de atención

la postal en blanco y negro de una ciudad que no conocí

que me acaba de llegar en el correo de la tarde.








domingo, 6 de marzo de 2022

¿A favor o en contra de Ucrania?


Estados Unidos vive una división más sobre si apoyar a Putin y su estúpida invasión o a los ucranianos que la resisten. El resto del mundo también está dividido.

Por un lado, el argumento que se escucha es que si tanto nos importa la destrucción de Ucrania deberían importarnos por igual las que ocurren en Africa o el Medio Oriente. A este radicalismo infantil (todo radicalismo lo es) subyace la dicotomía del todo o nada, del blanco o negro, o como diría el siempre desacertado Bush: "están a favor de Estados Unidos o en contra de Estados Unidos". Sálvense los que puedan si están rodeados de gente así, pues la realidad es más compleja y los matices cambian cualquier conclusión apresurada.

Por otro lado, en la misma zona de guerra, los ciudadanos rusos, bombardeados por años acerca de supuestas masacres de los ucranianos contra las poblaciones ruso-parlantes que viven en Ucrania- se hacen de la vista gorda y apoyan a Putin en la heroica defensa de sus compatriotas que viven en otro país (aunque ya empiezan a sentir el error en sus bolsillos). Al mismo tiempo, más de millón y medio de ucranianos -mujeres y niños en su gran mayoría- huyen de Ucrania a países vecinos mientras las tropas rusas bombardean ciudades y poblados en el sur. 


Como siempre, calamidades como ésta hacen que la gente saque lo mejor y lo peor de sí misma, de lado y lado y en todas las latitudes del planeta. Una pobre Rusia, cuyo GDP es extremadamente inferior al de China, cree que China es su aliada incondicional (los ecuatorianos sabemos cómo son los negocios y "las inversiones" de China) mientras ésta, poco a poco, se va dando cuenta de que un vecino pobre no es el mejor aliado cuanto un sirviente rebelde. La India juega a la diplomacia de la conveniencia, en parte por supervivencia (sus vecinos China y Pakistán no le permiten otra cosa), en parte por fidelidad a Rusia y en parte por pescar a rio revuelto. Europa, Japón y EEUU están firmes en el boicot económico y militar a Putin. El resto del mundo se mueve en las coordenadas de América Latina, en donde Cuba, Nicaragua y Venezuela apoyan fieramente al reptilineo dictador aspirante a zar. Brasil con Bolsonaro y México con esa flor de mediocridad de presidente se debaten entre jugar a ser duros y sonar inteligentes mientras le hacen el juego a Putin. ¿Y Lasso? Ese no cuenta ni para lavar los platos de los de sicarios de las cárceles de Ecuador.

La primera pregunta frente a este panorama es ¿cuán bien informado está el público para opinar y tomar una posición? Hay la falsa creencia tercerista de que "hay que escuchar los dos lados", como si hiciera falta escuchar a Hitler para concluir que las 6 millones de judíos que mató de alguna manera, aunque sea en un mínimo porcentaje, son culpables de su destino. Ese tercerismo de que la verdad está en el medio es un invento de los perdedores que promueven mala información para generar un equilibrio de fuerzas. 

Hoy por hoy hay una sola realidad: un ejército de casi 200 mil soldados ha invadido un país que no lo ha atacado ni puede defenderse. Disparan a civiles, bombardean sus casas y destruyen la infraestructura para que nadie pueda vivir ahí o les cueste mucho reconstruirla. Como siempre, lo hacen en nombre de las causas más nobles, esas que cree cualquiera o se pueden escuchar en labios de Rafael Correa, el que deja que sus amigos roben. Sí, Correa, el cómico que anda contando chistes amargos en TikTok. 

En Estados Unidos quienes apoyan a Putin y están en contra de los ucranianos (que deben rendirse, que no son valientes, que ellos tienen la culpa, que nunca van a ganar) son Trump, los republicanos, los neo-Nazis y la ultra-derecha en general. El resto apoya al pequeño país, sin esconder sus propios errores, como el dejar que el neo-Nazismo haya crecido, pero sin olvidar tampoco que el presidente de Ucrania es judío (para desgracia de Putin). 





domingo, 27 de febrero de 2022

Un toque de bembé para Fernando Nieto Cadena

 


I.                  “Nieto, dales algo de leer a los muchachos”

A fines de los setenta Ecuador vivía los últimos años de la dictadura militar. Estábamos por terminar la secundaria cuando apareció Gaitán Villavicencio a dictar un seminario de Metodología. Gaitán había llegado recién de Louvain y su tio, que contradictoriamente era el rector del colegio puesto por la dictadura con un sobrino comunista, tuvo el acierto de confiar más en los beneficios académicos que en sectarismo político.

Gaitán, que había leído nuestros poemas en el periódico mural del curso, nos invitó a una reunión de Sicoseo, taller literario del que él formaba parte. Yo tenía dieciseis años y empezaba a vivir el fascinante mundo de las letras. Contentos pero con temor, esperamos pacientemente el sábado para ir a Sicoseo.

Cuando llegamos nos presentaron a los integrantes. El mayor era Hugo Salazar Tamariz, hombre de gran experiencia política, inteligente y de sorprendente calidez, con una voz baja y profunda que impactaba a cualquiera, uno de los mejores poetas de su generación (podría ahora mismo recitar muchos de sus versos).  Entre los demás, la memoria destaca con afecto a Solón Villavicencio, “un hombre hermoso”, como lo describían las mujeres, muy diestro en el comentario y el humor. Gaitán, su hermano y anfitrión. Jorge Velasco, a quien ya había conocido en el colegio Eloy Alfaro, cuando reemplazó al profesor de literatura y vendió con nuestra ayuda algunos ejemplares de su primoso libro de cuentos De vuelta al paraiso. Fernando Artieda y Edwin Ulloa, que escribían usando un lenguaje literario con fuerte basamento en el habla guayaquileña; Héctor Alvarado, cuyo humor y chispa en la conversación contagiaban a cualquiera. Estaba ese día, creo, también uno de los tantos visitantes que aparecían intermitentes por Sicoseo: Hipólito Alvarado.

Sentado en una esquina de la sala se encontraba Fernando Nieto Cadena, el gordo, como le decían. Usaba ya gruesos lentes y un poco de melena. Era rápido, sencillo y creativo en la conversación. Habló brevemente con nosotros algo que ya no recuerdo y preguntó, concitando el interés de todos por la respuesta, qué escritores leíamos. Nos pusimos pálidos, nos quedamos callados y desde la derrota inquisitorial contestamos casi aullando: David Ledesma, El Conde de Montecristo, Los que se van. Gaitán, que se dio cuenta de por dónde iba la cosa, solamente dijo: “Nieto, dales algo de leer a los muchachos”. Y, partir de ese momento, empezaron a caernos libros nunca imaginados que devoraba con impaciencia.

Las reuniones de Sicoseo, del cual ya era miembro, ocurrían cada sábado, a las 6 de la tarde. Luego de conversaciones, debates y planes para el siguiente número de la revista, caminábamos todos hacia la Casa de la Cultura y el pequeño bar que quedaba junto al parqueadero. El notable impacto que tuvieron esas reuniones, la amistad iniciada con aquellos escritores que nos dieron fraternalmente su mano y el acceso a un mundo letrado diferente, cambiaron mi vida. En cada una de esas conversaciones, reuniones, fiestas y tertulias que ocurrían con frecuencia, siempre estaba Fernando Nieto Cadena. Era él quien realmente articulaba a Sicoseo y le daba filosofía, identidad, organicidad. Su poesía y personalidad imponían el estilo pero de manera callada, sutil, sin proclamas ni vanguardismos.

Siendo Hugo Salazar Tamariz el mayor y poeta más consolidado de Sicoseo, era tratado por Nieto y todos con admiración, cariño y respeto. Seguíamos su dirección afectiva, la cual nunca fue en desmedro de la orientación del grupo ni de las expresiones poéticas más diversas, privadas y personales que se mostraban en las reuniones. Pero era Nieto el que con su poesía, calidad humana, ideas y empatía concentraba al grupo. Y por eso mismo, resultaba aleccionadora su tranquilidad y sencillez, su gran sentido de humor y su profundo conocimiento literario, siempre a la mano, ausente de poses y de la vanidad que tanto daño le han hecho a escritores e intelectuales de América Latina.

Los “demonios interiores” de Nieto, acaso secretos o privados, aparecían no obstante con furor en el mundo construido en su poesía, en ese Guayaquil que tanto amaba y conocía y que nutría su palabra. Sus dilemas, crisis y esperanzas se contextualizaban socialmente en sus obras. De alguna manera, para mí, el Nieto de los 70s era la continuación de la leyenda del Medardo Angel Silva de arrabales, tugurios y lecturas abundantes. Por ejemplo, sus libros a la muerte a la muerte a la muerte y de buenas a primeras no solo abrieron el lenguaje de los guayaquileños a la poesía (y viceversa) sino que le dieron a Ecuador un gran empuje en términos del desarrollo de la lengua poética de ese país y región (es sabido que el habla tropical de Guayaquil se nutre de varios contribuyentes nacionales e internacionales) y la ponía al día con sus similares latinoamericanas.


Ya he publicado varias páginas sobre la poesía de Nieto, a la cual siempre consideré de la más alta calidad expresiva, emocional, intelectual y humana. Y no creo equivocarme ahora al decir que su valor como artesano del lenguaje va de la mano con su valor como amigo y maestro (los buenos amigos siempre son nuestros maestros a su manera). De hecho, de su generación hasta el presente, no conozco en poesía otra voz más original, mejor, más sincera y real que la suya, acaso compitan con él los llorados Agustín Vulgarín o Hipólito Alvarado. Pero volvamos a Sicoseo y a los 70s para ilustrar esta afirmación.

Trabajamos mucho en esos meses contra la dictadura y en puertas a las nuevas elecciones. Pintamos carteles y escribimos poemas cuando asesinaron a los indios en el ingenio azucarero Aztra. Empecé, sin el permiso de Nieto, una militancia de izquierda que ahora la veo como un tiempo perdido. Pero seguí leyendo y escribiendo lo que salía del alma. Personalmente, me sentía un Fernando Nieto Cadena a mi manera, haciendo poemas que buscaban el lenguaje de la calle, aunque a veces eso terminaba en panfleto por la interferencia del izquierdismo en arte.  Yo quería ser él. Era a lo mejor el mismo romántico colegial, pero esta vez estaba más cerca de mí mismo. Y andaba con sus libros por todos lados. Me sabía de memoria sus poemas. Puedo decir que otros empezaron también el juego de escribir como Nieto pero sin leerlo, solo porque tenía su público. Pero puedo decir también que otros sí se encontraban, se reconocían en sus líneas. Mi hermano, por ejemplo, tan alejado de las letras como yo del cielo, andaba enamorado de una hermosa mulata de Esmeraldas y cada viernes se llevaba mi librito de poemas de Nieto para leerlo en el autobus mientras iba a los brazos de su amada. El primer amor que tuve fuera del colegio leía conmigo los poemas de amor de Nieto (tengo una novela inacabada sobre el tema). Un amigo, que ahora vive en Puerto Rico, en el colegio se salvó de repetir el año gracias a haber declamado en público uno de sus poemas. O sea, Nieto se iba regando de a poco en momentos concretos de la vida de la gente, casi como los santos, para satisfacer deseos concretos.

Mas, a esa etapa de ilusión en pos de la democracia ecuatoriana, la siguió el vacío. El Guayaquil de esos años -que acaso la película Roma (Cuarón) reproduce con fidelidad aunque se deba a otra geografía- empezó a cambiar, es decir a morir en muchos sentidos.

Después de haber compartido conversaciones y recitales con Nieto (hay uno muy gracioso que ocurrió en Yaguachi: cuando él leía sus poemas de putas y cantinas, en una sala llena de gente del campo, al fondo uno de los asistentes, semioculto, decía: “esha e la plena, esha e la plena” mientras hacía amagues y fintas de fútbol), después de haber conocido el Villa Cariño y sus vedettes y sentir que pertenecía a un grupo, que tenía amigos, hermanos mayores en la poesía, de repente ese mundo desapareció: Nieto se fue a México y Sicoseo se acabó.

Recuerdo con extrema claridad el día en que lo hizo. El durante y el después. Me veo aun corriendo con Martillo, Ulloa y Alvarado hacia la terraza del aeropuerto, a ver el avión que se llevaba al que tanto queríamos. Ahora que lo escribo, siento que quien se fue era nuestro hermano mayor. Así, nos quedamos solos. Imagino ahora el mismo avión, la misma mañana de sábado y el mismo aeropuerto que ya no existen.

A esa pérdida que no entendía y para la cual estaba muy ocupado (recordar: un militante nunca tiene tiempo), la sucedió, de pronto, un descanso, una sorpresa: Nieto regresaría por breves días a Guayaquil a un encuentro de escritores. Mi hermano (el que leía sus poemas en el bus) tenía ya funcionando la primera salsoteca de  Guayaquil, El pez que fuma, en homenaje a la película venezolana. Cuando nos vimos nuevamente con Nieto, nos fuimos allá a beber y a escuchar salsa dura. Luego de las primeras cervezas y chismes, me preguntó, como retándome: ¿a qué hora vas a poner a los clásicos? Lo cual me obligó a hacer sonar Para componer un son, Yiri Yiri Bom, Todo tiene su final, entre tantas otras que bebimos con cariño y entusiasmo. Esta anécdota se cierra de dos maneras: cuando mi hermano (el dueño de la salsoteca) entró y le presenté al gordo y se abrazaron como si se hubieran conocido toda la vida; y cuando regresamos al centro de la ciudad -él tenía que asistir a una mesa redonda- solo para que Nieto, mientras se mecía detrás de una mesa, le preguntara a Fernando Artieda: “¿Ronco, en dónde la seguimos?”.

En ese regreso de pocos días, Nieto fue el mismo de siempre. Navegó  vestido de blanco una noche en los bravos barrios del sur. Bailó y enamoró a una negra alta y hermosa en el cabaret El King, y grabó el último cassette para alguno de sus amigos con música de Bola de Nieve.

Pero hay otro tiempo y espacio, a lo mejor imaginario para muchos, en el cual siguió transcurriendo su existencia intelectual. Veamos.


II.              Castellano, qué bueno baila usté 

Celebrado en ausencia, tanto Nieto como su poesía se hicieron famosos en el medio. En Quito, ciudad irremediablemente centralista y polo opuesto a Guayaquil, lo miraban con recelo, a la distancia, derrotados por su creatividad y originalidad. A veces, para no ser apabullados, solo decían que Nieto había nacido en la capital, cosa que él detestaba porque lo entendía como un mero accidente (como decir que Calvino era cubano) ya que, varias veces lo comentó: su fuero de hombre era de guayaquileño, del trópico, del Caribe y, luego, obviamente mexicano, pero de Villahermos o ciudad del Carmen, que es también una isla.

Entre amigos, en Guayaquil su poesía era citada, sus libros nombrados, pasados de mano en mano porque ya no había dónde encontrarlos. Se los fotocopiaba. Los literatos hablaban de Nieto como si lo conocieran. Contaban anédotas ciertas, inventadas o modificadas, cual Julio Jaramillo barrial y poeta. Yo me seguía valiendo de sus poemas para enamorar damas de clase media. Y entre tanta lectura a la que estaba  sometido, Nieto se me iba pareciendo cada vez más a Cabrera Infante. Así, pasé de su poesía a la militancia política ida y vuelta, cosa que él no veía con buenos ojos aunque la respetaba. A veces, en el fragor del activismo, pintábamos carteles mientras escuchábamos la voz de Cortázar en la Rayuela y los poemas de Nieto en un LP de la Universidad de Babahoyo. Ambos eran de ambientación perfecta para el activismo y los afanes amatorios con las compañeras.

En una larga aunque desconocida entrevista que le hice en mi casa, ya estando de U Católica (1981 acaso), desarrolló ampliamente sus conceptos sobre literatura y habla popular. Mientras su poesía ganaba adeptos, su discurso teórico propiamente era una incógnita, salvo generalidades referidas a la política. Hasta hoy, no se conoce un texto ejemplar que él haya escrito al respecto. La razón quizá es que sus líneas teóricas se funden y confunden con las poéticas, sobre todo a partir de los 90s, en que hay frases, definiciones e interpretaciones metalinguísticas incrustadas en sus poemas o asumidas por su hablante lírico, muchas veces para burlarse de ellas o mantenerlas como referencias importantes de su  identidad. Así, nombres como Lacan o Marx aparecen junto a Celia Cruz o la Fania. Menciones a Ezra Pound o Allen Ginsberg no se contradicen con comentarios sobre Olimpo Cárdenas o Benny Moré, pues son lo que los eruditos llaman “unión de alta y baja cultura”, tan solo que en el caso de Nieto se trata de un solo signo, unidad indisoluble, imagen fundida en la moneda.

Una vez que Nieto puso en contacto e intercambio todas sus voces poéticas, llegó al lugar que tanto había buscado. Desde ese momento, su sólida y muy personal base filosófica para interrogarse sobre otras áreas del acontecer humano, estarán maduras y con sello de estabilidad enciclopédica junto a una saludable duda metódica. Nieto será un maestro, a su manera y desde su sitial, para seguir entendiendo el  mundo. ¿El resultado? Sus nuevos poemas comienzan a parecerse a los poemas que ya había escrito y publicado. Se repite a propósito, sin verguenza. Su obra va conviertiéndose en un largo poema. Busca los entornos del mismo tema, hurga en algunos detalles, acaso posibles dudas sobre sí mismo (esa vieja manía), a lo mejor un intento de reafirmación, pues el sentido de la vida debe ser más allá de lo que uno vive o se imagina. Nieto, cual agnóstico terrenal, explicará este momento cumbre de su vida y su persona de la manera siguiente:

“La verdad es que desde Los des(entierros) lo que escribo es un solo texto con algunas estaciones para hacer una pausa en pos de apoyo logístico. Quienes dicen que me repito tienen razón; sí, me repito, ¿y qué?”. 

Para fines de 1984 yo estaba en Paris. Nos escribimos varias veces para ponernos al día, siempre con el mismo tono y la misma frescura del inicio. Sus cartas eran deliciosas, agradables, chispeantes, sentimentales. En ellas respondía mis preguntas y aclaraba incógnitas (evito repetición de mucho de este material pues ya lo he publicado y es de libre acceso en el internet).

Nieto siempre estaba escribiendo un libro, siempre. Ahora sabemos que esos varios libros, incluyendo los que quedaron inéditos, son en realidad la unidad de su vida literaria, acaso la única que vivió a plenitud. Su caso es como el de otros artistas (pintores, directores de cine) que siempre giran en torno al mismo cuadro y a los mismos actores. La primera parte de su poesía (hasta fines de los 80s) es un proceso vertical, por así decirlo, de su búsqueda, y va desde sus primeros poemas hasta Los (des)entierros del caminante. La segunda etapa, es un proceso horizontal de escritura, pues para ese momento él ya tiene el dominio artesanal de la palabra que trabajó y la erudición almacenada de tanta vida y lectura. Nieto es ya, para ese libro y los posteriores, una especie de Zaratustra de sí mismo (Nieto-Nietszche), contemplando desde lo alto la vida que yace.

Desde la despedida en Guayaquil, allá por 1982, nunca más volví a ver a Fernando Nieto. Estuve a punto de visitarlo por el 2003, pues tenía dinero, tiempo y papeles en regla para ir a México (cosa que siempre he querido hacer; además, ya prometí que nacería mexicano en mi próxima reencarnación), pero el destino me llevó por otros rumbos y luego ya las cosas cambiaron.

Me escribí siempre con él. Cuando no lo hice fue por esos olvidos o distanciamientos, también frecuentes entre los amigos. Hasta el día en que supe nos había dejado para siempre.

De manera íntima, si le abro las puertas al recuerdo, me duele su muerte. Pero me alegro más de haberlo conocido, haber leído y vivido su poesía, tenerlo aún como una gran influencia. Me molesta que él siempre haya estado abierto a todos, al menos en Ecuador, pues la burocracia literaria extrae todo lo que puede de los artistas sin nunca dar nada. Y a él nunca lo trataron como se merecía. Por ejemplo, debería ser un escándalo que todavía no exista una re-edición de su poesía completa, ni en Quito ni en Guayaquil. (He visto hace poco una antología de la PUCE, antojadiza en comentarios, sesgada, queriendo meter gato por liebre). Pero nada pasa. Nadie dice nada en tierras del nuaymás. Me molesta que quienes no lo conocieron, ahora se llenen la boca nombrándolo y publiquen sus obras (no las de Nieto) refiriéndose a él. Los mismos que viven del usufructuo literario que él tanto aborreció, se aprovechan de su imagen y su nombre. Me molesta no tener dinero y publicar yo mismo una edición completa de su poesía (yo, que ahora tengo prioridades familiares).

Pero lo que es hoy, digo firme: Fernando Nieto Cadena, presente en mi mente y mi corazón.