... y leyendo Estación Bratsk de Evtushenko
poco a poco el recuerdo de mi hermano Nelson
se fue instalando en las páginas del libro
a lo mejor porque es la muerte que aún no he llorado
a lo mejor porque es una muerte que no debo llorar
-siempre hay alguien que te dice qué debes sentir cuando muere un ser querido
te prestan su hombro, te consuelan, quieren que les cuentes tus dolores.
Pero Nelson, que era más de la guardia de choque que de la vieja guardia,
se me aparecía como Lenin o acaso Pushkin antes del duelo
agitando masas y viajando en trenes por las estepas
-arte logrado en el desenfado de ser otro
como actor o conversador de esquina.
Ahora, un poema
me iba diciendo mientras avanzaba en la lectura
de ese viejo ejemplar que saqué de la biblioteca pública
en el que, cada ciertas páginas
el primer lector anotó con lápiz
cuánto se demoró en leer cada poema.
Meticuloso en la medición de tiempo
también fue escribiendo
quién era quién en las escenas:
"Galia, mujer de Evtuchenko
Vronsky, Kerenin y Levin, personajes de Ana Karenina..."
aunque páginas más adelante dejó de hacerlo
quizá perdido, como yo, en las callejuelas de Zima o Petrogrado.
Los poemas y los apuntes
me resultaban familiares porque
a mí ya me habían hablado de esa manera
hacía mucho, cuando pretendía ser un sucio comunista
un "marxista-leninista" que gustaba de la música de EEUU y su literatura.
Nelson era contrario a la seriedad de esos libelos
con él funcionaban las bromas
y el ávido consumo de novelas y revistas
cosa que había cultivado por su cuenta
casi en secreto.
¿Cómo el loco de mi hermano podía ser él mismo
y tantos otros a la vez? Esa habilidad de ocurrencias
su arte de mirar las cosas fría y simplemente
para mí siempre fueron inalcanzables.
Ahora, un poema
me digo mientras recorro la vida del poeta ruso
que como tantos de su tierra fue acusado injustamente.
Ahora, un poema
en el que mi hermano Nelson sigue conversando
con la otra mitad de su alma (John, el mellizo)
beben cerveza y cantan pasillos, tangos y valses peruanos
en una cantina del sur o afuera de su casa
porque siendo la vida cosa breve
en esa brevedad cabe todo el universo.
Ahora, un poema, me digo
volteando las últimas páginas de Evtushenko