El padre Juan de Velasco, en sus páginas del Reino de Quito, advierte que no hay forma de entender y darle sentido a la historia nacional, que es como una comedia en la cual en una escena unos personajes (y actores) cumplen un rol y en la siguiente el rol opuesto. Esa situación frustrante de no poder entender los hechos se la puede rastrear sin problema en los anales del pasado, pero hoy la aventura de estas líneas es menos ambiciosa y lo anuncio así:
2025 fue un año malo para todos, excepto dictadores y multimillonarios.
En EEUU, el desempleo, la inflación y la represión civil han aumentado y los nuevos cuerpos de seguridad (ICE) se llevan a todos los indocumentados, documentados en tránsito de legalización, trabajadores con permiso e inclusive ciudadanos naturales y naturalizados. (Menos del 20% son "criminales", o sea gente que tiene violaciones de tránsito o son realmente peligrosos elementos). Esto, que lo veo desde lejos, para mí es muy normal pues crecí en la América Latina de los 70s y 80s y en el hemisferio sur sabemos muy bien cómo funcionan los regímenes dictatoriales, sabemos que lo peor siempre está por venir. Pero esto es nuevo en el norte. Aquí, los estadounidenses no terminan de bautizarse con el cambio estructural ocurrido en menos de un año. Les va a tomar un tiempo darse cuenta también que, de todos modos, la vida sigue, uno debe trabajar, los hijos ir a la escuela, celebrar los pequeños triunfos.
¿Pero qué hace la gente? Algunos se organizan espontáneamente y tratan de resistir de manera pacífica, creativa, y están obteniendo buenos resultados, como el nuevo alcalde de NYC, Zohran Mamdani. Sin emgargo, el Partido Demócrata, que se supone debería oponerse al gobierno de Trump, está aún tomado por una vieja cúpula que prefiere callarse y no darle chance a las nuevas voces. Coinciden en silencio con los republicanos.
Por lo demás, el resto pasa de los escándalos y sigue en lo suyo. Es cierto que la inmigración ilegal ha bajado notablemente, pero también el crecimiento económico. Y los escándalos del gobierno de Trump ya dejaron de ser noticia para convertirse en algo extremadamente normal. Aquí lo malo ya no sorprende, se lo espera sin reclamo. Hay mucha insatisfacción en general, pero no se traduce a la vida diaria.
¿Y América Latina? Hay puntos candentes en todos lados, contradictorios y sorpresivos, muchas veces inexplicables. Por ejemplo:
En Argentina, el partido de Milei ganó las últimas elecciones a pesar de que la inflación no ha sido controlada y el mismo presidente no ha escapado de los escándalos, como su negociado con la criptomoneda. Pero el pueblo votó nuevamente por la derecha. Esto, que hace tirarse de los cabellos y provoca insultos en sus enemigos, es resultado de algo que ambos extremos no entienden: la gente vota por el que percibe como alternativa a los problemas del momento pero sin olvidarse del daño del pasado. Los argentinos prefieren aún a un decepcionante Milei (quizá por los 20mil millones de dólares que le regaló Trump) que a la nueva camada de los Kirchner. Ese trauma no lo olvidan.
Ecuador, un país convertido en centro mundial de exportación de drogas, violencia y corrupción, tomado por los Carteles y las vendidas fuerzas armadas (incluyendo la policía) y autoridades judiciales, luego de haberle dado dos veces el voto a Noboa (como Milei, otro aliado de Trump) porque no olvida la catástrofe que dejó el período de Correa-Moreno, hace pocas semanas le dio un remezón a su gobierno, una fuerte advertencia, diciéndole que ya no tenía el apoyo inicial y que la gente está desilusionada también de él, de sus falsas promesas y escándalos y su vivir en otro planeta. Los puntos del referendum de Noboa, en otro contexto fácilmente convincentes y hasta apropiados, esta vez fueron una excelente ocasión para darle un tirón de orejas. Hecho que, por otra parte, ha entusiasmado a los neo-correistas.
En Chile, sin embargo, se vive lo opuesto: el candidato de ultra-dereha, aficionado de Pinochet, le ganó a la candidata comunista. ¿Cómo se explica que un pueblo vaya de un extremo a otro? Esto se lo ve en EEUU, América Latina y Europa. Tenemos un Brasil que está haciendo las cosas bien, pero igualmente a uno de sus aliados, Maduro, a punto de terminar con su país por su desmedida corrupción, ignorancia y regalo de Venezuela a Putin y China. Hoy, Venezuela se prepara para una posible invasión o ataque del ejército de USA, quizá la única manera de terminar con su régimen. (Obviamete, el petróleo siempre es una buena razón para invadir un país, y excusas sobran). No olvidar Bolivia y Honduras en esas mismas lineas de reordenamiento. Todo por el voto directo, sin fraudes.
Dejemos para otro momento lo que ocurre en Mexico y la tierra de Roque Dalton, el Pulgarcito de América Latina.
El continuo alineamiento y realineamiento de votantes en este mundo caótico demuestra que Juan de Velasco tenía razón en su momento y ahora. El, que fue un hombre de su tiempo, estudiado y con sentido común, hoy no existe. Si su pensamiento tuviera vigencia en la planificación de los políticos ecuatorianos, a lo mejor tendríamos mejores resultados, más estabilidad, menos corrupción. Pero los políticos mismos son parte del problema. Tanto es así que solo basta escuchr a los lamentables todólogos de diarios y podcasts que tiran contra el rival, ganen o pierdan. Nunca están contentos, y cuando lo están terminan en cháchara y revanchismo.
Pero alguien puso a esas autoridades en esos puestos decisivos, alguien les dio poder, voz, legitimidad. Alguien les cree y los sigue: los votantes. O sea, usted y yo y todos. Y de la culpa nadie se salva, menos este 2025 listo para el olvido.