jueves, 6 de enero de 2022

¿Qué pasó hace un año en Estados Unidos?


Trump perdió las elecciones, pero organizó a sus huestes para un conato de golpe que le permitiera quedarse en el poder. Para ello, el lema más repetido era que las elecciones presidenciales fueron fraudulentas, solo las presidenciales. Las demás, que ocurrieron el mismo día y que los republicanos también perdieron, no importaban. (El culto personal es tan evidente y vulgar que no hace falta repetirlo). Obviamente, no importó que nunca se haya demostrado fraude, a pesar de los desafíos legales y recuentos (inclusive en zonas en las que ganó Trump) que se atendieron. En Estados Unidos, desde que Trump llegó al poder, la mentira se ha institucionalizado. De hecho, el descaro se ha convertido en virtud y los insultos en forma de valentía.

Así, los fanáticos se tomaron el Congreso, sacaron en quema y bajo amenazas a los congresistas, se tomaron fotos, saquearon oficinas, defecaron, ocasionaron las muerte de varios policías y se llevaron de botín algunos recuerdos. La policía y la guardia del lugar no estaban preparadas y poco le importó a la oficialidad poner cosas en orden desde el principio (sí, algo ya olía mal). Quizá, aunque lo hubieran querido, la multitud los habría de todos modos arrasado. 

De un año a hoy se han divulgado cientos de imágenes del fatídico día, y cientos más puestas por los mismos golpistas en sus páginas personales de facebook, twitter, etc. De un año a hoy, el FBI ha apresado a más de 600 personas, pero solo con la invalorable ayuda de anónimos expertos en computación que, de manera gratuita, se dedican a rastrear a los más de dos mil enmascarados y encubiertos agentes del desorden.

Para estándares latinoamericanos, lo que ocurrió fue solo un conato de golpe, pues no contaban con el necesario aparato militar que garantiza el poder a quien lo arrebata. Para parámetros estadounidenses, esto ha sido una advertencia de lo que se puede venir. La comisión del Congreso que investiga los pormenores del fallido golpe, ha descubierto a los organizadores, y éstos van desde el mismo Trump y congresistas republicanos hasta profesionales y gente común, fanática, ignorante y reacia a aceptar la derrota. Se espera, sin embargo, que ni Trump ni sus congresistas y agentes vayan a la cárcel. 

En términos de la lección histórica, vemos cómo la polarización de los apoyan a Trump y los que votaron por Biden se ha ampliado a otros segmentos de la vida nacional, como la vacuna contra el Covid. A pesar de la apabullante evidencia científica y empírica a favor de las vacunas, los trumpistas rehusan a ponérsela. Si se trata de deportes, las carreras de carros y las peleas de MMA son baluartes del gusto de la ultra-derecha. Si de debate intelectual se trata, enarbolar la ignorancia y la irracionalidad son las herramientas de ataque más útiles y comunes (el no dejar hablar, como decimos en el barrio). 


Torpedear y minar la función del estado nacional hoy, en lucha con opositores locales, como los gobernadores DeSantis de la Florida y Abbort de Texas, subordinar el partido republicano al "movimiento" populista de Trump (sus seguidores, no necesariamente afiliados al partido), sobre todo de sus congresistas, y presionar a las hasta ahora neutrales Fuerzas Armadas de EEEUU, son tres elementos que van a determinar el tipo de democracia que se vivirá en los próximos años en este país. ¿Se impondrá el modelo fascistoide pan-europeista, anti-judío, anti-hispano, anti-negro y anti-femenino de Trump, o se volverá a la "democracia representativa" de los últimos 40 años? (No voy más lejos porque antes la historia es claramente diferente). Esta es la pregunta del año, pues se vienen elecciones seccionales que afectarán notablemente el panorama. Y, hasta hoy, no hay una sola persona que crea que los demócratas ganarán. Ni una sola.

En lo personal, los niveles de irracionalidad, normales en los republicanos y trumpistas de hoy, me recuerdan los momentos de fervor del peor nacionalismo y anti-comunismo en Ecuador, cuando solo bastaba insultar a alguien de "resentido social" o "peruano" (en tiempos de guerra) para ser atacado con burlas por los amigos o con golpes por los enemigos. La agresividad en la vida diaria y los altos niveles de confrontación en todas las esferas de la vida pública y privada, junto a los estragos de la epidemia, han convertido estos últimos años en una inédita pesadilla con la que nadie contaba. 

Ahora que las fuerzas del oscurantismo y el racismo han sido desatadas y están en claro proceso de apoderarse del mundo, para entender mejor las cosas es necesario informarse, votar, ser mejor profesional y ciudadano, decir lo que uno piensa. Mucho me temo que de no hacerlo, por cansancio o falta de interés, el costo será muy alto, y no habrá manera de volver. Esto no es cíclico. Esto es una crisis que viene ocurriendo desde hace 70 años, con nombres y apellidos: Hitler, Mussolini, Stalin, Franco, Castro, Maduro, Putin, Bolsonaro y tantos otros que mejor no recordar.