viernes, 21 de mayo de 2021

¿Cuántos amigos nos quedan?


Crecí en un barrio populoso y ya he contado parte de sus historias (Los patriotas del sur), he imaginado otras (Las aventuras del cholo Cepeda) y algunas he vivido con el furor de los años (El libro del barrio). Crecí también con un padre que nos recordaba que amigos verdaderos hay muy pocos: "quizá tres; si tienes cinco, considérate afortunado porque amigo es el que está en las buenas y en las malas". Ahora sabemos que en la vida hay gente buena y mala, y que los mejores amigos también a veces fallan, traicionan. Son humanos, nos decimos. Y no debemos excluirnos nosotros mismos de ser también abiertamente imperfectos. De alguna manera, ese fue el rol dado por los dioses, el destino, nuestro desconocimiento o simplemente la brutal mala fe.

Con los años todo se pone a prueba: la paciencia, la suerte, la preparación, la desidia, la planificación, los amores y los amigos. Unos van y vienen, otros se van y no regresan, otros llegan pero pertenecen a otro ciclo vital y su impacto no será tan grande como los primeros. La masacre de hoy, que por razones sanitarias decidimos llamar pandemia, es quizá el mayor, último de los filtros impuesto por el destino (o el descuido humano) a lo que llamamos amistad. Y en esta masacre han muerto muchos, incluyendo amigos y ex-amigos.

Así, es legítimo preguntarse ¿cuántos amigos nos quedan? En mi caso, menos de pocos. Los "conocidos" dejaron de serlo cuando dejé el país, hace muchos años ya, pues uno de los costos de toda emigración es la pérdida de esa relación de amistad. Y algunos "amigos íntimos" se distanciaron. Uno quiere que la amistad perdure, como todo amor, a través del tiempo y la distancia, pero no siempre es así. Para verificarlo y reencontrarnos, acaso intentar continuar ese pasado de amistad presencial e inconclusa, nos quedaba el regreso. En la vieja casa, a lo mejor un olor o un ángulo del espacio nos ayudaba por unos segundos a labrar imaginariamente la continuidad con lo perdido. Pero, ¿qué ocurre cuando uno ya no regresa o vuelve después de muchos años?

El tema del retorno al punto de partida no es nuevo. Odiseo se pierde por años y cuando vuelve a casa todo ha cambiado. Apenas su perro y acaso un viejo lo reconocen. Pero su hijo ya ha crecido y los amantes de su esposa se han tomado su vivienda. La reinstauración del paraiso ocurre, pero no es creíble porque el recorrido humano es avasalladoramente preciso en demostrar lo contrario. Más que libros, muchas experiencias personales dan cuenta de lo imposible que es alcanzar la utopía perdida (si es que alguna vez la tuvimos, pues quizá solo fue fraguada en la imaginación y la distancia) y en las experiencias personales uno encuentra tantas diferencias como similitudes. 

¿Cuántos verdaderos y cercanos amigos nos quedan? No aquellos con los que nos saludamos, ni siquiera aquellos con los que podemos tomarnos una cerveza (dos de mis mejores amigos no toman), sino amigos con los que recorrimos un largo tramo de la vida. En mi caso, uno de ellos murió hace meses y de otros dos sé poco. 

Cada vez que se me plantea la idea del regreso a Guayaquil, por más breve que sea, poco a poco me van asaltando estas preguntas, pues no participo del ritmo de la ciudad ya que todo ocurre en el tráfico del internet. Parte de mí se divierte con estas disquisiciones.  Para complicarlo todo, los rincones, las huacas de antaño, los lugares familiares, también están cerrados. Las voces, el bullicio mismo, no es lo mismo de antes. 

No sé cómo verdaderamente transcurre la vida allá (no estuve cuando las papas quemaban en esa tierra de valientes) ni cuántos amigos aún me quedan ni le quedan a todos los que dejamos el país hace mucho. Debo confesar que temo una respuesta negativa y contundente.