lunes, 12 de agosto de 2019

"Funes, el memorioso"-fragmento (incluído en mis "Papeles olvidados")

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Un texto literario puede ser leído con la ayuda de diversas escuelas críticas, incluyendo la semiótica. Pero también puede ser abordado por un punto de vista no necesariamente tecnificado. Esta segunda posibilidad se incluye en el diálogo entre filosofía y literatura. A este hecho, de práctica corriente en el lector común, le añadimos la noción de "lectura" en tanto práctica que organiza las relaciones y niveles ocultos en el texto, sea a nivel de significados o de acciones narrativas. Esta noción de "lectura" podría estar contenida en las palabras de Derrida, en su De la Gramatología, esto es: como un ejercicio que puede quedar inacabado y que escapa a limitaciones de los modelos analíticos en boga. Así, el riesgo de que la lectura del texto se transforme en simple paráfrasis o remetaforización textual (algo bastante común en la academia estadounidense) amenaza dicho esfuerzo. En With the compliments of the author, Fish propone un conjunto de pares que oreganizarían una taxonomía universal (1990). De éstos, en mi lectura de Funes, usaré los siguientes: lenguaje literal vs lenguaje metafórico; discurso objetivo vs discurso subjetivo; gente real vs gente ficticia; percepción vs interpretación; experiencia real vs experiencia estética. Empecemos.

Lenguaje literal vs lenguaje metafórico

         "Lo recuerdo (yo no tengo derecho a pronunciar ese verbo sagrado, sólo un hombre en la tierra tuvo derecho y ese hombre ha muerto) con una oscura pasionaria en la mano, viéndola como nadie la ha visto, aunque la mirara desde el crepúsculo del día hasta el de la noche, toda una vida entera. Lo recuerdo, la cara taciturna y aindiada y singularmente remota, detrás del cigarrillo. Recuerdo (creo) sus manos afiladas de trenzador. Recuerdo cerca de esas manos un mate, con las armas de la Banda Oriental; recuerdo en la ventana de la casa una estera amarilla, con un vago paisaje lacustre. Recuerdo claramente su voz; la voz pausada, resentida y nasal del orillero antiguo, sin los silbidos italianos de ahora. Más de tres veces no lo vi; la última, en 1887... "

En el párrafo de apertura sobresale un tono evocador. Mas, una vez que terminamos el cuento, vemos que el inicio es en realidad introducción y concentración de elementos que serán distribuídos a lo largo de las páguinas siguientes. La primera lectura del párrafo nos da un lenguaje directo, percibido quizá en sus bondades estéticas y retóricas como exagerado o embellecedor del personaje. Mirar con agudeza un simple objeto llama la atención, es casi pintoresco, es lenguaje metafórico de una realidad cierta. Sin embargo, en una segunda lectura de esas mismas líneas sabemos que lo que se cuenta no es exageración ni adorno estético, sino que Funes, de verdad, veía como nadie más podía ver. Así, el supuestamente exagerado del personaje es real y lo que hace tiene sentido literal; y se opone a lo que el mismo Borges, con delicadeza alegórica en el prólogo de Artificios, llama: "una larga metáfora del insomnio".

Este juego de lo literal y lo literario, el narrador de Funes lo ahonda al divertirse con entradas y salidas del texto y recordarnos que el personaje excepcional "era también un compadrito de Fray Bentos". Es decir, lo extraordinario resulta vivir en lo normal.