En el último Enlace, el presidente Correa habló brevemente, con tristeza e indignación, de este joven: en Quito, murió de sobredosis de drogas, las mismas que eran vendidas o dadas por un criminal que también lo violaba. Juan Elías, en su lamentable estado, ya había sido atendido en un centro de salud y debía regresar por nuevas citas. Pero no lo hizo y su madre tampoco lo llevó. Y nadie en ese centro, nadie, tampoco hizo el seguimiento necesario. La policía brilló por su ausencia. Las autoridades legales tampoco aparecieron. Ni durante, ni después de que desapareciera, ni siquiera después de su muerte.
A Juan Elías Vergara Calderón, por pobre, por joven, por drogadicto y violado, lo dejaron morir. Los encargados del caso se lavaron las manos. Las disculpas fueron las de siempre: el joven no vino, la madre no lo trajo, etc. En Ecuador y el mundo no es culpa de los burócratas de la salud, seguridad o asesoría.. Es culpa de la víctima: un joven pobre, perdido el la brutal y corta vida que le tocó vivir. Todo esto lo contó el mashi y la información salió en una reunión semanal de Gabinete. Al final, él tuvo que ordenar directamente que agarraran al criminal (habían dicho que nadie sabía quién era, que no lo encontraban). A los días lo encontraron y ya está preso. Pero Juan Elías está muerto.
No detallo más el asunto para no dar carnada a los que se afanan en criticar al presidente sin medir sus odios, su ceguera por ser de la oposición. Seguro encontrará excusas para hacerlo responsable de esa muerte. Ahí nomás lo dejo. Hoy, de manera sólida, pesada y muda, me duele la muerte de ese joven, casi niño, a quien no conocí. Ruego a Dios que el violador y traficante que terminó con su vida corra peor suerte, que nunca llegue la luz a su alma, que muera pronto y de manera violenta.
Hoy me cayó de un solo golpe la muerte todos los que de esa manera han muerto.