miércoles, 15 de enero de 2014

Para cuando haya muerto

Miramos la ciudad desde lo alto. Allá abajo millones de personas viven y mueren. Tú y tu hermana también lo harán. En el gran papel del tiempo están sus fotos. En mi recuerdo, tu padre ha muerto pero están ambas con él, frente a esa ciudad de millones de golpes. La vida fue un golpe en el infinito, un latido que sólo importa al que lo siente. No sé por qué te veo sentada, callada, con un cigarrillo en la mano, aunque para esos años ya nadie debería fumar. Fabia se ha puesto un blujean y una camisa blanca, y con esa sencillez se ve hermosa. Fabia, Fabiana: vendrán los muchachos a buscarlas y quizá también alguien que nació bajo el sello de la maldad y el caos. Pero no hay tiempo para enderezar las almas perdidas. No es misión de ustedes hacerlo. Uno vive la vida de la mejor manera posible, lucha por salir adelante y crecer, ser fuerte y evitar que ocurran cosas peores. 
Vamos a andar por los interminables caminos de Eugene, Oregon. La mañana está fresca. A la orilla del rio hay niebla y entra por los árboles junto a los rayos del sol. He andado muchas veces este camino. Su padre corría heroico durante horas a orillas del Willamette desde Springfield. Cuando ya las piernas no daban más, tomaba otra vez la bicicleta. Pero no pedaleaba para llegar a un destino sino para continuar el destino porquel el mismo paseo viene ocurriendo desde la niñez, en ese largo viaje de la Ciudadela 9 de Octubre a Durán. Son lugares que ustedes no conocen pero quizá remotamente los imaginen. Por ahí anduvo su padre, en una vieja bicicleta, con su hermano el Cholo Cepeda y los del barrio, aquellos a quienes llamó con cariño los patriotas del sur.
Ya no estoy con ustedes pero desde ahora mismo estoy con ustedes para siempre. Cuando lean este libro les perteneceré y estaré en su alma, porque sólo en el alma viven los que ya se fueron. O viven en el alma como un suspiro, o no viven del todo porque el recuerdo es una operación engañosa, una reconstrucción a conveniencia. Miren cómo la gente sale airosa en el pasado. Tienen miedo de su propia vida. Se engañan con el presente y más con el pasado. Fabia y Fabiana: deben vivir a plenitud la vida, no perder el tiempo, tampoco tomarse las cosas muy a pecho. Deben dejar que la mala suerte se vaya junto con las malas decisiones. 
Es diciembre. El año no es importante y yo vivo ya sin sueños. No tengo tiempo para eso. La realidad me ocupa todo lo que me queda de vida. El presente se lleva lo que me queda porque en el presente están ustedes dos y ya soy un hombre mayor. Les escribo porque -lo digo sin sentirme triste- a lo mejor no estaré cuando me necesiten. Así, deben tomar estas líneas como lo que son: sólo para ustedes y las que ya no tienen padre o nunca lo tuvieron, para decirles una y otra vez que las amo tanto como desde que supe que existían porque desde ahí nos conocemos. Les escribo también porque ahora ya puedo ver el futuro. El futuro ya me ha sido revelado: nací para ustedes. Antes, el tiempo sólo fue deseo, pretensión, pajareo mental. Pero en el futuro ustedes están intactas frente a mí y mi corazon. La metafísica, que es una palabra muy fea, es también la única manera de nunca separarnos (Dios bendiga la metafísica). Y cuando lean algún libro de la biblioteca, yo sentiré lo que piensan y escucharé lo que dicen porque los he reunido sólo para conversar con ustedes. Muchachas: yo no sabía que iban a ser tan lindas, tan listas y tan malgenio también. Pero así son y en buenahora. En esos libros encontrarán notas mías, líneas subrayadas que nos ayudarán a mantener el hilo de la conversación. (Ahora que me estoy yendo, pienso que de haber sabido que llegarían a mi vida todo habría sido dramáticamente diferente: tendría dinero y las cosas serían más fáciles).
Fabia, Fabiana: en la ciudad que se pierde en la planicie vivió su padre. A los 23 dejé el país y viví en Paris poco más de dos años. Amé a varias mujeres y luego dejé de amarlas. Las olvidé y ellas también me olvidaron. Fui traicionado y traicioné -muchachas: en esta vida nunca hay que tirar la primera piedra- y luego regresé y salí brevemente de la ciudad y volví  y otra vez vine al norte hasta que me di cuenta de que ya había pasado el tiempo y que estaba atado a este lugar que me gusta. Y luego ustedes llegaron a mi vida y empezaron a crecer rápidamente. Lo que necesitan saber es poco, pues quien soy fue contado oblicuamente en lo que he escrito. No es mucho y acaso sólo motivo de simple curiosidad biográfica para ustedes...
He hablado de todo esto mientras miramos en el futuro la ciudad desde lo alto.