viernes, 18 de marzo de 2011

De los escritores que dicen más de lo necesario

Cuando leo los diarios, me sorprende la facilidad que tienen muchos escritores para tratar de temas sin la preparación formal requerida, no se diga profesional o académicamente sólida. De los tantos, el tema favorito resulta la política. Así, aparecen dándonos clases de dinámicas partidistas, comparaciones de algún personaje del libro que esa semana les tocó leer con el rival (o los rivales) que los anima en sus solitarios debates o nos llevan a geografías y problemas que aparecen en los suplementos dominicales de las ciudades en donde viven. De esta vanidad pecan tanto los Vargas Llosa como los García Márquez, los Reynaldo Arenas como los Fernando Vallejo, no se diga escritores menores, locales o anónimos.
¿Por qué lo hacen? Porque son especialistas en "la palabra". Y asumen que la palabra es su mismo contenido y que la oración (como el papel) aguanta todo. Entonces, el procesamiento informativo y análisis que todo especialista debe hacer -digamos un economista que escribe de economía- en la mano de los escritores se vuelve en un hábil manejo de palabras y términos que se visten de "interesantes" sólo por estar "bien escritos" (no discuto ahora la trampa de esta última expresión).
Para compensar, otros que también escriben en los diarios sin ser escritores, se aventuran sin problema en las avenidas del arte verbal porque, risiblemente, asumen que cualquiera puede hacerlo. Para ellos tampoco hace falta tener entrenamiento en crítica literaria. Es, después de todo, un "asunto fácil", casi/cosa de vagos.  Así, el abogado escribe la reseña literaria, el amigo del dueño o el jefe de sección opina sobre las próximas elecciones, el cura se vuelve especialista en la lucha de clases y el sabelotodo (siempre hay de esos, por lo general a cargo de la página editorial) sobre lo que le venga en gana.
Esta crisis no es de ahora, por supuesto. Se inaugura con el poder que da la retórica clásica a quien la sabe manejar (hay que leer aquí a los Cicerones, sobre todo) y se redefine con los llamados Enciclopedistas, que abordaron de manera seductora diversas áreas del acontecer humano. Obviamente, en nuestro medio, sin la calidad de los fundadores.
Lamentablemente, hay una trampa: la aceptación y la promoción de la mediocridad de pensamiento vías escritura empírica de unos y otros. Cuando eso se vuelve la norma, como ocurre con los diarios de Ecuador (y otros países), es imposible pensar en una producción intelectual de primer orden, y todos se vuelven meros "intelectuales de a gamba", como decía Clos Yeah, una blogera altamente crítica y pornográfica que dejó de escribir hace mucho tiempo y sobre la cual diré algo posteriormente.