En estas últimas semanas he leído mucho de Pedro Juan Gutiérrez, el escritor cubano.
Mi primer encuentro con su literatura fue en Arizona, hace mucho ya. Me prestaron la "Trilogía sucia de la Habana". La leí prontamente y con fastidio me quedé con la certeza de que era una copia, adaptación tropical, de Henry Miller, el maestro de la literatura porno-existencial. Recuerdo que aparecía mucho la palabra: asere (pana, yunta, man, bróder, panelia, ñero). Y es es todo lo que recuerdo.
Hace un par de años, en una de mis visitas de verano a Guayaquil, sin entusiasmo me llevé prestados dos libros de Gutiérrez. Los leí y tuve una impresión similar: un mundo que estaba a la mano y de la mano de Henry Miller llegaba al mismo cubano y a los lectores que lo veneran. Pero reconocí, al final, algo de coherencia del protagonista: por su escepticismo renunció a todo espejismo y se fue a vivir con una mujer amada, en un bohío. Pero mi entusiasmo no cambió la percepción de Arizona. (Dice mi maiztra Asuncion Lavrin que es dificil ser original en un país donde no existe libertad. Se refiere a Cuba y ella conoce muy bien el asunto. Imposible discutirle).
En mis lecturas recientes me he topado con un escritor que se repite a sí mismo, una y otra vez (lo cual ya hizo Miller). Y, en ese estilo que forja en su adapción tropical, aparece el tiempo histórico revisado, criticado y amargo hasta la locura en los 50 años de revolución. El mensaje es obvio: Cuba es una isla de zombies, de gente muerta de hambre que sólo tiene sexo, tabaco y ron como únicas agarraderas de vida. Ni siquiera huir le interesa. La putería zumba, la homosexualidad está a la vuelta de la esquina y el militarismo se junta con la corruptela. Un país sin esperanza.
Por otro lado, tratando de hacer justicia y contra-balancear mi primera impresión, me parece que la obra de Gutiérrez está bien escrita. Esta construída a base de frases cortas, lenguaje coloquial, acciones que se amontonan a punta de diálogos chispeantes, combinados con alguna referencia literaria, humor político negro y ligero, y tres obsesiones: sexo, ron y tabaco. Todo escrito el primera persona, en una interminable y circular autobiografía y crónica de una sociedad, un país que se cae a pedazos desde el mismo día en que llegó Fidel al poder. Todos los libros van resultando testimonios de un voyerista, un caminante y viajero urbano o rural que se debate entre erecciones y autopromoción del tamaño de su pene a través de la masturbación, la penetración o la contemplación. Tal es el mundo de Henry Miller en el Paris de la entre-guerras y tal es el mundo de la Habana desde los años sesentas.
En mis lecturas a destiempos de Gutiérrez varias ideas me han venido a la cabeza: 1- copiar su estilo, cosa aparentemente fácil; 2- hacer una lista de cómo hacerlo; también asunto aparentemente fácil (de hecho, ya hay por ahí algunos despistados que juegan a ser "sucios", a lo Pedro Juan) porque creen que del dicho al hecho no hay mucho trecho... 3- tratar de responder la pregunta: ¿Por qué no se han rebelado los cubanos ante tanta miseria? que es la única pregunta que se me ocurre con sentido cuando el "realismo sucio" tiene asidero en un país latinoamericano; 4- escribir un ensayo sobre los dilemas de una figura masculina que vive enamorada de su propio pene; o sobre cómo son descritas las mujeres; o sobre el papel que juega la música en la poética de Gutiérrez...
Otra idea que se me cruzó fue, y con el ánimo de desofender al autor cubano; reconocer que la brevedad, el mensaje directo, el humor y el dato mordaz con pinceladas poéticas, existen en la gran literatura de Cuba (y a pesar de Fidel) antes de que la fiebre henrymilleriana fuera puesta nuevamente en boga por Gutiérrez. Así lo demuestran Guillermo Cabrera Infante (en su "Habana para un Infante difunto"), Virgilio Piñera (en "La carne de René") y el deslumbrante Reynaldo Arenas (desde "Antes que anochezca" hasta "El color del verano"). No es justo entonces, creer que todo es influencia de Miller en Gutiérrez.
Pero esos ya son temas de vago.... Seguiré llenando esta páginas mientras siga leyendo.