lunes, 11 de noviembre de 2013

¿Quién le entiende a Correa cuando habla inglés o francés?

Una pregunta así escribieron hace poco en mi muro de facebook con motivo de la charla del presidente Correa en la Sorbona (no recuerdo si era Sorbona la Nueva, aunque de ser así seguro le quitarán méritos los exquisitos). Como la persona que lo hizo odia profundamente al mandatario, asumo que es otro de los argumentos que se repiten en las redes sociales. Mi respuesta fue corta y quisiera ampliarla en estas líneas que vienen.

1- En EEUU, que es donde vivo y enseño español, hace muchos años los gringos dejaron de preocuparse por "el acento" de los extranjeros cuando hablan inglés porque lo importante no es tal (cosa por demáas social, regional e histórica) sino la claridad con la que se comunican las ideas y se logra la intercomunicación. Cuando la mala pronunciación impide comprender el mensaje, se trata de un problema real, humano, pues es la relación humana misma que está en juego. Ejemplos de esta molestia y confusión hay millones, cuento sólo uno personal: en un viaje a Londres una policía inglesa me ordenaba en francés: PA-LA, a lo cual yo me movía hacia el extremo opuesto del lugar que ella señalaba; ella volvía y repetía con ánimo y molestia, ya gritando: PA-LA, PA-LA, y yo hacía lo mismo. Luego me di cuenta de que ella quería decír PAR LA, es decir: por allá; y no: no aquí, que era lo que yo entendía. En algunos casos, más vale tratar de pronunciar bien las cosas para evitar problemas (aunque al poder nunca le interesa hablar claro). Muchas veces, los hispanos quedamos pagando en eso pues hay sonidos que simplemente no tenemos en la lengua de Cervantes, la "i" del inglés it por ejemplo, que suena más bien tirando a "e". Algo parecido ocurre con la doble e en inglés y su pronunciación: una exagerada y clara "i", como en la palabra "fino"... etc etc. Pero el nivel de tolerancia linguística del inglés es más amplio que el del español y el francés. ¿Por qué entonces la resistencia a los "acentos" en países como Ecuador, o de los ecuatorianos cuando otros ecuatorianos hablan en una lengua extranjera?

2- El caracter conservador de los hispanoamericanos en relación a la ortografía y a la pronunciación del español se fraguó desde el siglo XIX, aunque no descarto que haya sido desde muchos antes, desde la época colonial misma, pues eso explica en parte que el español hablado aún por algunos grupos ultra explotados, como los indios y los campesinos, sea un español pre-moderno que muchos confunden con "incorrecto" (cuando en realidad es el buen español de esos siglos): ellos lo aprendieron a sangre por aquello de que "la letra con sangre entra" (era la lengua del imperio, en ese entonces) y hoy por hoy es huella de un proceso de culturización violento, salvaje, pero que se mantiene y ha forjado una identidad, cuestionable quizá pero real. Este mismo conservadurismo nos lleva a ser menos tolerantes con los extranjeros que hablan español. Pero no sólo eso: ocurre lo mismo cuando hablamos "mal" una lengua extranjera: inmediatamente alguien se burlará de nuestra pronunciación. Ese alguien, contradictoriamente, también habla con acento esa lengua extranjera, si es que la habla. Pero eso no importa, siempre vemos la paja en el ojo ajeno, nunca en el nuestro. Consecuentemente, se ve como un logro que un adulto hable "sin acento", y quizá lo sea porque reproducir sonidos foráneos con un órgano y cuerdas vocales que han sido reentrenadas y forzadas a producir sonidos para los que ya no estaban preparadas es digno de elogio, pues lograrlo toma mucho tiempo, práctica y contexto. Así, los hispanoamericanos somos más papistas que el papa en esta aplicación casi atávica de la defensa de un español puro, que realmente no existe. ¿Cómo es eso?

3- En mis años en la Católica tuve una compañera de Guayaquil (nacida y crecida, como se dice) que pronunciaba las zetas y ces, al más puro estilo castellano. ¿Por qué hablas así? le pregunté una vez. Su respuesta: ¡porque así debe hablarse! respondió. Ella no sabía que más de la mitad de España no habla así y que nuestra pronunciación varía simplemente porque fuimos "conquistados" por andaluces y gente del sur en varios períodos de manera simultánea, o por gente de Castilla y el norte, en otras ocasiones. Eso explica que el acento del Caribe, de una ciudad como Barranquilla por ejemplo, esté más cercano a la pronunciación de los guayaquileños y costeños de Ecuador que a la de los bogotanos. Y que la de Quito, por ejemplo, sea más parecida a la México DF que a la de Veracruz. A este empeño interiorizado cabe otra razón: el notable impulso dado por el franquismo y la ideología fascista protohispana (generalmente cirstiana del Opus-Dei, anti-judía y anti-árabe) en los años posteriores a la República, que tanto caló en las burguesías locales latinoamericanas, siempre alienadas, mirando al exterior.

4- Termino: ¿Quién le entiende a Correa cuando habla en inglés o francés? Cualquier persona natural de esas lenguas y cualquiera que los hable bien. Nunca hay problema de acento cuando lo importante es el contenido expresado de manera gramaticalmente correcta. El caso del presidente de Ecuador, en este sentido, es ejemplar: es un tipo que ha bregado mucho por estar en donde está y que no se dio tiempo de aprender a hablar "sin acento" porque tenía otras prioridades. Para él, es obvio, hablar otras lenguas nunca fue un fin sino un medio: el de su superación académica, política, profesional... aunque algunos encontrarán siempre cómo quitarle el mérito a quien lo tiene por razones que no vienen al caso pero que las visten de sensatez. Un conocido ecuatoriano que vive desde hace más de 30 años en la ciudad de NY, y habla inglés desde niño, me confesó que al principio le interesaba mucho hablar "perfecto", pero que luego se hostigó de eso y desde entonces habla con "su" inglés, y quiere dejar en claro que no le interesa ya más ni la perfección y, menos aún, pasar por gringo.

Hay muchas cosas en las que no comulgo con el presidente Correa, pero es un honor tenerlo como primer mandatario en el contexto que señalo arriba, sobre todo con la biografía que tiene (sumo el haberse ido a vivir con los indios y aprender quichua, con acento o sin él, a enseñarles matemáticas y español) sobre todo al ser de Ecuador, un país saqueado por los viejo y nuevos piratas, un país que, no obstante, como dijo Thomas Merton: "es un niño sabio hambriento, un niño antiguo, como el niño de los proverbios bíblicos que estuvo jugando siempre en el mundo frente al rostro del Creador..."