El primero es la novela de Miguel Chávez: La maniobra de Heimlich.
Se trata, en gran parte de una novela de iniciación: un joven publicista vive entre realidad y fantasía, en dos puertos (Buenos Aires y Guayaquil) y debate sus días en diálogos con su casera, un amigo, personajes de la Isla de la Fantasía y acaso algún leve y poco nombrado amor. Está compuesta de pequeños capítulos que, en varias ocasiones, tienen en común la voz narrativa y algunas citas y anécdotas referidas a escritores que se aventuraron en el mundo de la publicidad, a la cual cuestiona y atribuye un despliegue de mentiras o fáciles formas de enganchar al lector. Borges y Guayaquil son tomados como motivos que se repiten y cuestionan. Es una novela de iniciación por la juventud del narrador y personaje por el mundo estudiantil al cual se debe, por el vagar sin rumbo por barrios y calles, por buscar libros para sacar razones y porque es un viaje que quiere terminar convertido en periplo. Su punto más novedoso es la referencia a la publicidad, acaso también su parte más débil, pues es un mundo reducido, que no le ha permitido al personaje aventurarse a la vida de acciones, a la brutal realidad real, a perder mucho de sí para empezar a ser otro (lo cual es parte de la novela de iniciación) cuanto a una vida puertas adentro, u hojas a dentro. Es una lectura refrescante, apta para todo público y, por el cuidado que Miguel le ha puesto a la piel del texto -algo común en su narrativa- hace pensar en que lo que viene será lo mejor. Por este lado entiendo se está escribiendo la narrativa latinoamericana actual y de las nuevas generaciones.
El segundo libro es una colección de cuentos ya vieja, que no recuerdo haber leído: Desde una oscura vigilia de Jorge Velasco Mackenzie.
Luego de haber cometido algunos graves errores, como aquel lamentable cuento de una máscara de payaso, si mal no recuerdo, Velasco reaparece para elaborar con detalle y abrumador talento y delicadeza unos cuentos que nos llevan de la mano por un Guayaquil ya perdido, pero al cual él rescata para devolverle sentido y reivindicar la nostalgia que a veces sentimos frente al avasallo de la urbanización de la ciudad de los últimos años. En estos cuentos Velasco vuelve sobre el camino trazado en su primer libro: De vuelta al paraíso, el mismo que había quedado como un ejemplar solitario del solitario talento de un escritor en esa época muy joven (me refiero al ex-amigo que alguna vez fue al Eloy Alfaro a vender su libro, tarea que con gusto ayudé por ser estudiante de ese curso). En este ejemplar, totalmente ignorado por la crítica, quizá por viejo ya, quizá por la humilde edición, o quizá porque la crítica local aún sigue entrampada en boberías y un lenguaje recóndito que con las justas llega a ocultar la profunda ignorancia y sectarismo que la caracteriza. Si fuera profesor en Guayaquil hace mucho que habría hecho que mis estudiantes leyeran esta pequeña joya, esta maravilla de un gran escritor que, cuando no se pierde en picas personajes, se concentra y demuestra que hay mucha justificación en la fama local que lleva. Ojalá Velasco nos vuelva a dar más de este material y se deje de perder el tiempo en rencillas, activismo y amargura. Hoy por hoy, los más grandes enemigos de su talento.