Escribí lo siguiente en mi comentario previo, días antes de las elecciones presidenciales de EEUU, cuando me resultaba evidente el divorcio entre los seguidores de Kamala y la realidad general:
Literatura y otros asuntos
viernes, 8 de noviembre de 2024
Detalles y lecciones de una derrota
jueves, 31 de octubre de 2024
De por qué Kamala Harris puede perder las elecciones
lunes, 7 de octubre de 2024
Adiós al recuerdo
A estas alturas, ya he perdido a muchos amigos y parientes. De ellos guardo en lo posible gratos recuerdos. Del breve transcurrir que es nuestra vida, de esos actos aparentemente insignificantes del diario transcurrir, acaso archivamos diminutos retazos en la memoria (aunque con orgullo puedo recordar con nitidez tres asaltos de los que he sido víctima). Cuando el tiempo lo permite, aparece el natural afán que es volver a recordar lo mejor de cada uno.
A estas alturas, dije, recuerdo a Eduardo López, cuando a fines de los 80s caminamos un domingo de discoteca, completamente sobrios, desde Urdesa hasta el centro de Guayaqul, hablando de todo y con el mayor interés del mundo hasta despedirnos en la esquina de donde vivía. Dos años después me llamaron a contarme que había muerto, que se había hecho matar antes de que el sida le quitara el último suspiro. Fue una muerte truculenta, asicariada, en Manta.
Con Ricardo Maruri, en cambio, la propiedad de su biografía se extiende a lo que ya era recuerdo acumulado entre ambos. Ricardo era un hermano para mí y un hijo más para mis padres. A mi casa llegaba y se quedaba por el tiempo que quería y de ahí salía cuando lo deseaba, solo para regresar dos días después cual hijo prodigo. Sería muy largo enumerar los tantos pasajes y experiencias que compartimos, nuestras conversaciones, la música, mis frustraciones amorosas, el paulatino distanciamiento que atribuyo sobre todo a mi abandono y regresos intermitentes a Guayaquil.
Carlos Ríos, del barrio, no era de mis amigos más cercanos, pero era el único que hacía sentir cercano a cualquiera. Su aura lo llevaba de bromas y triviliadidades del trabajo hasta el partido de índor y la pelea. Su aura y transparencia lo convirtieron en el mejor de nosotros criterio similar compartí con Fernando Sabando -de otra esquina de la Ciudadela 9 de Octubre- al hablar del llorado Carlos Pazmiño, que era el mejor de ellos.
La formación del recuerdo y su importancia siempre me llamaron la atención. He comenzado lecturas en el asunto pero sería pretencioso resumir lo que los especialistas me enseñan y tratar de hacerlo pasar como mío. Sé que el recuerdo es una forma de recuperar en pasado: Borges lo hace afanosamente con su amiga Delia Elena San Marco, a quien quiere volver a ver luego del adiós. El mismo Borges, que en otra vida debió ser científico, neurólogo o acaso hombre del futuro, en su "Funes, el memorioso" nos lleva al temible ejemplo de alguien que no podía olvidar ningún detalle, ni de sí mismo ni de otros.
Amigos y parientes ya han muerto, otros lo harán a su tiempo y yo también marcharé a ser hidrógeno, oxígeno, carbono, helio y acero. Unos ya se están yendo. Lo hacen poco a poco. Por ejemplo: ya no me reconocen, y si acaso lo hacen es brevemente, en un atisbo; desde una hendija nos ven pasar por su memoria como diciendo "a ese lo conozco, pero no me acuerdo bien" y cierran con fuerza la ventana. Así también se fue mi abuela mientras llamaba a Isidro Saén y a mi tío José Ignacio.
En mis últimas lecturas casi con alegría pude comprobar una sospecha que me negaron hace años: el recuerdo está emparentado orgánicamente también al corazón. Es decir, todos los poemas y canciones del mundo en las que el corazón es protagonista de un recuerdo puede ser científicamente establecido.
Hoy, ese corazón poco a poco recoge sus tereques. Poco a poco digo, como el poema de Medardo Angel Silva que aprendimos en el colegio: "Se va con algo mío la tarde que se aleja..."
The Neuroscience of Conversations
“Funes the Memorious" and Other Cases of Extraordinary Memory
jueves, 1 de agosto de 2024
El manifestante (Kurt Vonnegut, Cat's Cradel # 43)
H. Lowe Crosby opinaba que las dictaduras eran muchas veces algo bueno. No era una persona terrible ni un tonto. Le convenía enfrentarse al mundo con cierto humor payasil, pero muchas de las cosas que tenía que decir sobre la indisciplinada humanidad no sólo eran divertidas sino ciertas.
Creía firmemente que se suponía debían construir bicicletas para él.
“Espero que San Lorenzo sea tan bueno como has oído que es”, dije.
“Sólo tengo que hablar con un hombre para averiguar si lo es o no”, dijo. “Cuando ‘Papa’ Monzano dé su palabra de honor sobre cualquier cosa en esa pequeña isla, eso es todo. Así es y así será”.
—Lo que me gusta —dijo Hazel— es que todos hablan inglés y son cristianos. Eso hace que las cosas sean mucho más fáciles.
—¿Sabes cómo tratan el crimen allí? —me preguntó Crosby.
—No.
—Allí no hay ningún crimen. «Papá» Monzano ha hecho que el crimen sea tan poco atractivo que nadie piensa en ello sin enfermarse. He oído que puedes dejar una billetera en medio de una acera y volver una semana después y estará allí, con todo dentro.
—Um.
—¿Sabes cuál es el castigo por robar algo?
—No.
—El gancho—dijo—. Sin multas, sin libertad condicional, sin treinta días de cárcel. Es el ganco. El aviso por robar, por asesinato, por incendio provocado, por traición, por violación, por ser un mirón. Si infringes una ley, cualquier maldita ley, es el anzuelo. Todo el mundo puede entenderlo, y San Lorenzo es el país con mejor comportamiento del mundo.
“¿Cuál es ese gancho?”
“Pusieron una horca, ¿ven? Dos postes y una viga transversal. Y luego tomaron un gran gancho de hierro y lo colgaron de la viga transversal. Luego agarraron a alguien lo suficientemente tonto como para violar la ley, le metieron la punta del gancho por un lado del vientre y le sacaron por el otro y lo soltaron... y allí estaba colgado, por Dios, un maldito infractor de la ley”.
“¡Dios mío!”
“No digo que sea bueno”, dijo Crosby, “pero tampoco digo que sea malo. A veces me pregunto si algo así no terminaría con la delincuencia juvenil. Tal vez el gancho sea un poco extremo para una democracia. La horca pública sería más apropiada. “Cuelguen a unos cuantos ladrones de coches delante de sus casas con las luces prendidas y carteles alrededor del cuello que digan: ‘Mamá, aquí está tu hijo’. Si hacen eso unas cuantas veces, creo que las cosas quedarán como las desean.
“Vimos esa cosa en el sótano de las figuras de cera de Londres”, dijo Hazel.
“¿Qué cosa?”, le pregunté.
“El gancho. En la Cámara de los Horrores, en el sótano, había una persona de cera colgando del gancho. Parecía tan real que me daban ganas de vomitar”.
“Harry Truman no se parecía en nada a Harry Truman”, dijo Crosby.
“¿Perdón?”.
“En las figuras de cera”, dijo Crosby. “La estatua de Truman no se parecía en nada a él”.
“La mayoría sí”, dijo Hazel.
“¿Había alguien en particular colgando del gancho?”, le pregunté.
“No lo creo. Era solo alguien”.
“¿Solo un manifestante?”, pregunté.
“Sí. Había una cortina de terciopelo negro delante y había que correrla para ver. Y había una nota clavada en la cortina que decía que los niños no debían mirar”.
“Pero los niños sí lo hicieron”, dijo Crosby. “Había niños allí abajo, y todos miraron”.
“Un cartel como ese es simplemente un cebo para los niños”, dijo Hazel.
“¿Cómo reaccionaron los niños cuando vieron a la persona en el gancho?”, pregunté.
“Oh”, dijo Hazel, “reaccionaron más o menos como lo hacen los adultos. Simplemente lo miraron y no dijeron nada, solo siguieron adelante para ver qué pasaba a continuación”.
“¿Qué pasó a continuación?”
“Era una silla de hierro en la que habían asado vivo a un hombre”, dijo Crosby. “Lo asaron por asesinar a su hijo”.
“Solo que, después de que lo asaron”, recordó Hazel con indiferencia, “descubrieron que, después de todo, no había asesinado a su hijo”.
domingo, 30 de junio de 2024
Historia personal de canciones relacionadas con la lluvia
Primero fue el tango. Y con el tango se dio una lúcida concresión de reflexión varonil, aura mediocritas, cierta tristeza y también aceptación del irremediable presente:
"Afuera es noche y llueve tanto
ven a mi lado, me dijiste
Hoy tu palabra es como un manto,
un manto grato de amistad"
Yo era un pibe en esos años en que mi viejo ponía a todo volumen la radio en la mañana y el fin de semana el tocadiscos para escuchar los tangos con los que había crecido y nos hizo crecer (que Dios te tenga en su gloria, Benedicto, padre querido). Y así,se fue creando el sedimento musical y memorial que hoy reclama su puesto en el album de la vida que hemos vivido. En ese llamado de atención existencial, el tema de la lluvia es preponderante porque cubre mucho de lo que sentimos y pensamos antes y después y ahora mismo. ¿Cómo así? Quizá por la textura del agua, su transparencia y fluidez, su fuerza e imposibilidad de ser agarrada, acaso por la manera brusca en que se manifiesta -como el "aguacero de Mayo que va a caer" del que nos habla El Gran Combo de Puerto Rico, canción en la que la lluvia es parte del paisaje amoroso- o acaso directamente ligera como las gotas del Grupo Niche o mezclada con tierra y viento, como en el invencible "Huracán" de la Sonora Ponceña.
Yo era un pibe, dije arriba, un niño, un peladito. Pero la música estuvo siempre en mi vida. Y si estuvo en la mía estuvo en la de todos, como ocurre siempre en los hogares populares de ese trópico que resiste la muerte. Luego del tango vino el twist y en mi casa había en un LP del cubano Danny Puga.
"Lluvia que golpeas mi ventana
con tu suave tintineo
¡cuántos recuerdos!
Lluvia, tú me traes a la mente,
el pasado tan lejano
que hoy vuelve a mí"
Así empieza la canción de los 60s y puedo asegurar sin arrogancia que aprendí de memoria todas las letras de ese disco. Esa canción devino en el primer ejemplo de la importancia de la lluvia como representación del sentimiento y mecanismo de expresión del amor, el adiós, la tristeza y la nostalgia, algo que los románticos del siglo XVIII y XIX exploraron con brillatez:
"El gran amor que tú nunca entendiste
y a tu alma insensible nunca pudo llegar.
Fatalidad"
En la memoria de mi barrio, sin embargo, hay muchas otras referencias musicales. Quizá la primera de ellas, en son de balada ritmica y protesta social, pertenece a los Iracundos, un poco al impulso de lo que había sido la música pop y social en los EEUU en esa gran década, y adivinando el sentimiento de zozobra propio de toda juventud frente al futuro:
"Bajo un monte lleno de miedo y ambiciones
siempre debe haber ese algo que no muere.
Muchos de luchar están cansados
y no creen más en nada de lo bueno de este mundo.
El mundo está cambiando y cambiará más.
El cielo se está nublando hasta ponerse a llorar.
Y la lluvia caerá, luego vendrá el sereno".
Pero la lluvia, que evoca tantas cosas, gracias a los mismos Iracundos nos llegó también como mensaje apocalíptico que cede al amor:
"Ya la lluvia terminó,
el cielo ahora está azul para los dos".
Años más tarde, hacia fines de los 70s, gracias a la musicalización que Alberto Cortés hizo de un poema de Borges, escuché con atención y encanto, acaso también como callada derrota, estos versos:
"Bruscamente la tarde se ha aclarado
porque ya cae la lluvia minuciosa.
Cae o cayó, la lluvia es una cosa
que sin duda sucede en el pasado".
Para los 80s, en esa ruleta rusa musical que ha sido mi vida, la siguiente referencia se concreta en la voz de Eddie Santiago, en una salsa emblemática que describe una escena de amor y despedida:
"Lluvia, tus besos fríos como la lluviaque gota a gota fueron enfriando
mi alma, mi cuerpo y mi ser.
Lluvia, tus manos frías como la lluvia
que día a día fueron enfriando
mi ardiente deseo y mi piel"
Ya para los 90s y en el mismo género musical, el tema de la lluvia, en la voz de Johnny Rivera me regresa a los dos últimos años que viví en Guayaquil:
"¿Cuando parará la lluvia en mi corazón?
¿Cuando dejará de hablarme con su voz?
Busco y no encuentro
sueño estar despierto y no entiendo
¿cuándo para la lluvia en mi corazón?
Al sentarme a recordar estas canciones, aparecen otras, en inglés, francés, italiano o portugués. Canciones que me han acompañado a lo largo de mi vida y me devuelven a mi propia historia pero de una manera menos reverencial y atenta. Casi buscando el olvido o dejándome llevar por sus aguas.
Fiel también al otro que soy (que soy yo mismo) busco un puente entre el barrio y mis libros, entre mi corazón y mi mente, y siempre aparece la poesía del extrañado Fernando Nieto Cadena en sus poemas en los que nombra la lluvia en Guayaquil, esa que es llovizna, chaparrón, aguacero, aguacerón, inundación, diluvio. Y en ese puente, llegansdo al otyro lado, recuerdo que Chaucer y Cervantes saben de la lluvia en sus obras, que en la Iliada llueve sangre y que en la Biblia y la vida de sus santos es motivo frecuente. El otro que también soy recuerda los Fragmentos de un discurso amoroso de Roland Barthes, que con tanta simpatía y libertad escribió el tema de que llover es llorar.
En la gran historia de las canciones personales sobre la lluvia, esa enciclopedia humana que jamás será escrita, entran éstas y muchas otras:
https://www.theclinic.cl/2012/12/19/30-canciones-de-lluvia-para-escuchar-en-casa
Después de la mía te toca la tuya:
sábado, 1 de junio de 2024
Relatos de Patrel
Hoy veo a Patrel recuperado en distintos tiempos, siendo mi viejo por
ejemplo, allá por los 50s. Está cantando canciones en el desaparecido Bogotá o un
cuchitril de la calle Riobamba, bebiendo cerveza con David y Maruri un 24 de Julio en el barrio
Las Peñas, frente a la ría. Lo veo tomar un bus a la Península, más arriba de Olón, acostado frente al mar, detrás de unos troncos que resisten las olas de la marea
alta (tuvo que ser un día temible en el que amor había muerto). Veo a Patrel también en Soria, pescando con su padre, desaparecido del colegio, contándonos al regreso de la oscuridad de
la noche que nunca nos deja. (Soria, otro al que no volví a ver nunca más). No había hablado con Patrel desde que se metió al Juglar, un grupo de teatro de fines de los 70s. De hecho, nos vimos muy poco luego de que lo expulsaran del Alfaro. ¿Cuántos años pasaron? ¿Cinco? ¿Siete?
¿Diez? Imagino a Patrel casado, quizá más claro en sus planes o cambiando su
rumbo, de regreso a Manabí, esa suma de Alausí, jungla de poetas, tiera seca, Palmira, asesinos, pájaros y
pumas.
Cuando
Cachato entró a La Cofradía con la caja de discos, la gente se puso
contenta. La Huasa, que se había refugiado en un rincón, le gritó "ya
sabes cuáles son las mías" y Lechuga, que andaba acicalado para el largo
fin de semana, replicó "nada, primero elegancia y después llanto". Y así, luego
de conectar el equipo puso a todo volumen Mexico de
noche de Bebu Silvetti, seguido de The Love Theme de Barry White y Nica's Dream de la Sonora Ponceña.
Papa
Chola había llevado varias cajas de Lowenbrau porque la cervecería seguía
en huelga. El Chugo, que había comprado un congelador de segunda mano,
presto las puso a helar. Detrás del pequeño mostrador, la negra Linda comenzaba
a destapar las botellas mientras una humareda de carne asada se metía agobiante
desde la calle.
La Rubia Carlos Ríos acababa
de regresar de su trabajo y saludó a todos con su amplia sonrisa. Yo estaba
sentado junto a la barra, hablando con la Chocota que se seguía burlando de mis
amores imposibles y desgranando historias ajenas. Pero, en realidad, yo estaba recordando
con agobio las cosas que habían pasado desde que entré a la
universidad: la derrota electoral del FADI, el asesinato de Roldós que
quedó en nada, la guerra con el Perú que también quedó en nada, el trabajo con
el Sindicato de Ferroviarios que murió con el fin de la huelga. Dos, tres años
perdidos o de pesadilla. Ya ni sabía. ¿En dónde estarán los poemas cortos que escribí? ("Majadeo de mis
manos en tu cuerpo"). ¿Habrá guardado Ligia la carta de amor que le escribí con
tanto énfasis? Pasaron esos desamores y solo quedaron los LPs de Coltrane, Stan
Getz y Charles Mingus que ponía al llegar a casa, derrotado por el tiempo, el
lodo del sur, la lluvia del trópico, el cansancio y el no saber a dónde ir. De madrugada
por esas calles/ la triste soledad que me acompaña / mientras las sombras se
van muriendo/ el ruido del recuerdo de tu amor escuchaba al fondo la voz de Tito Cruz con el Apollo
Sound de Roena. "Ya pues, ya pues" reclamó otra vez la Huasa desde el fondo, "las
mías te dije", con una voz que sonaba medio soronga.
La Cofradía estaba llena. El micrófono para los cantantes estaba
listo. Con paso fino entraron el moreteado Kakoko y doña Ana (que era mucha pinta para el
man, pero bueno, Dios le da barba al que no tiene quijada), seguidos de Don
Chowa, Magoo y el loco Roberto. El Chulo Nevarez, que aún era un muchacho
agradable y estaba de mesero, sentó a los recién llegados frente a la tarima y
les trajo cervezas frías envueltas en largas servilletas.
Cachato puso Telephone Line de Electric Light Orchestra y luego Last Train to London con lo cual las parejas se tiraron al ruedo y el gajo de siempre, o sea Lechuga, la Huasa, el Chugo y la Rubia se juntaron en una esquina para bochinchear mientras veían las luces de colores dar vueltas en las paredes y a los bailarines sangolotear el esqueleto. But I really want the night to last forever/ I really wanna be with you mezclándose poco a poco con Men at Work diciendo I can't get to sleep/ I think about the implication / Of diving in too deep/ And possibly the complications... seguido de Joe Jackson que al piano cantaba we are young but getting old/ before our time/ we'll leave the tv and the radio behind… steppin' out tonight.
Dejé
La Cofradía un rato y salí a la esquina. En el parque estaban Cocojox,
Rodi Carabalí, el cacho Bardales y en negro Ojito. Galleta, vestido todo de
blanco como santero, preguntaba si tocaba chupar Cristal o Patito.
Y todos que no, que era solo viernes de conversación porque había partido de
fútbol al día siguiente. "Pero yo jugador no soy", dijo Galleta. "Cristal
va y con limón".
La
noche de noviembre estaba fresca, el cielo abierto y cargado de estrellas y una
luna inmensa que se quería ocultar detrás de los árboles. Noviembre, mes
extraño, con una fiesta añorada, a treinta días, en un tiempo que pasaba cámara lenta.
Diciembre está por llegar, me dije, ese mes de temor cuando afloran penas y alegrías
y la gente llora sin saber por qué. Volví a La Cofradía mientras taqueban la botella de licor, le sacaban el diablo y le metían limón.
El
loco Roberto ya había cantado su repertorio de Los Iracundos. Al tomar
Magoocito el micrófono se quedó un instante viendo a la nada y luego dirigió
sus ojos hacia Cachato que de inmediato dejó sonar el karaoke, Magoocito calmadamente cantó pasa y siéntate, tranquilízate/ si ya que estás aquí, qué
más te da / imagínate, que yo no soy yo/ que soy el otro hombre, que esperabas
ver.
Al llegar a la barra con sorpresa vi a David, Maruri, Gutiérrez y Macuchi parados, mirando a todos lados mientras con un vozarrón se oía a Magoocito que terminaba
ronco la canción y me marchooo para siempreeee. Me miraron y David me dijo en seco: "Mataron a Patrel". Me quedé en suspenso y pretendí no haber
escuchado nada. Ellos pidieron unas cervezas mientras alguien más tomaba el
micrófono.
Decía que la última vez que vi a Patrel fue en la esquina de Aguirre y Boyacá, recogiendo periódicos viejos y botellas vacías junto a Roosevelt Valencia, Lucho Mueckay y Mauro Guerrero. Se les había ocurrido hacer un grupo de teatro y necesitaban dinero para el local. Me acerqué a él con sorpresa pero seguro de no equivocarme. Ya no conservaba ese aire de viejo ni el parsimonioso hablar y educadas maneras colegiales. Me vio y se lanzó a darme un abrazo diciendo hermano, a los años. Nos reímos, hablamos un poco y quedamos en vernos. Y lo hicimos mientras se pudo, suficiente para alumbrarlo en la lucha proletaria. Luego vino lo del partido, las facciones, los replanteamientos, mi seguridad de que todo había sido una manera infame de perder el tiempo, mientras que para él, contrariamente, solo se abría un nuevo camino, una nueva etapa, como me dijo en su momento.
No comenté nada más en toda la noche. Ni pregunté ni pensé mucho en el asunto, solo lo recordaba en el colegio, en las escapadas para irnos a casa mientras mi vieja nos esperaba con jugos y panes. Habrían acaso cruzado en mi mente los insultos del último debate, cuando le dije que era un foquista, que yo había estado equivocado por meterlo en esa mierda, y me dijo que no, que eso lo había salvado, eso y el teatro, y que esa era la etapa final y que luego todo sería diferente o como antes, y que él apostaba todo su dinero al cambio. En las calles del barrio la gente se veía animada. "Mataron a Patrel y no fue Febres-Cordero", dijo otra vez David que, justamente, había puesto sobre la barra un libro de poemas de Roque Dalton.
sábado, 9 de marzo de 2024
Una guerra que Ecuador sigue perdiendo
Pasado el muy bien publicitado despliegue militar y las injustificadas, precipitadas y siempre ingenuas alabanzas a los que nunca han logrado nada, es hora de ver la realidad: entre Enero y Febrero en Guayaquil hubo más de 3.600 robos de autos. ¿Cómo se explica este número fantástico? Porque no se registró otro tipo de crímenes por el toque de queda y el repliegue de las fuerzas del bajo mundo. En ese mismo período, se esfumaron los líderes de las bandas, incluído el famoso "Fito", y aún no se sabe nada de ellos. Otro ratero y asesino de alto vuelo, Daniel Salcedo, hoy en una cárcel de Quito, en algún momento saldrá libre porque un juez, con la amenaza de firmar su boleta o velar a su familia, hará que el reino del crimen vuelva a sus altos niveles en Ecuador, además de recibir una alta suma de dinero, luego del susto.
¿Cómo esta pirueta rocambolesca ha sido posible? Porque en Ecuador esos dizque "combates contra la delincuencia" nunca son sostenibles, nunca terminan en nada ni bajan el crimen. Bajan una modalidad de ataque, pero nunca bajan el crimen en general. ¿Y Noboa? Noboa hizo dos cosas: logró aumentar el IVA al consumo, dizque para pagar por la seguridad (cosa que vemos ahora como falsa), ampliar su marco de relaciones internacionales (se va volviendo experto en diplomacia) y eliminar un decreto contra el nepotismo que él mismo creó y firmó en los primeros días de su presidencia. ¿Por qué lo hizo? Porque obviamente piensa meter a sus parientes y amigos por la puerta trasera y, si hay reclamo, esconderse bajo el manto de la legalidad, esa palabra que sirve para cometer las peores cosas en Ecuador.
¿Cambiará Ecuador algún día? ¿Volverá a ser el país de relativa tranquilidad que fue en los 70s, 90s? No. Por lo menos no mientras existan los carteles, que controlan más del 10% de la economía mexicana, mantienen la de Bolivia y Perú, y son ya fuerza legítima y económica en Colombia, país en donde sigue creyendo que sus ingresos vienen de la importación de café, flores y cantantes. No cambiará mientras hayan Correas que abren las puertas al narcotráfico internacional con la excusa de lucha anti-imperialista, mientras existan Noboas que dicen una cosa y hacen otra, o Topics que se auto promocionan como anti-crimen mientras, por detrás, hacen negocios con los criminales, como claramente se perfila desde la investigaciones de la Fiscalía de Ecuador, gracias a la única mujer valiente que da la cara en la lucha y, por ello, la tienen bajo amenaza de muerte: Diana Salazar Méndez.
¿Se acabará el reino de los carteles y la delincuencia en Ecuador algún día? Para eso habrá mucho riesgo que correrse y no es evidente que haya más héroes que la Fiscal. Cómo hacerlo no es difícil, no se requiere de planes secretos ni propaganda sino de gente decidida y organizada, de un Bukele real (Noboa no le ha llegado ni a los tobillos) que no calcule ser presidente en un año ni andar viajando por todos lados, sacándose fotos y creyendo que tener a Ecuador con un "riesgo país" de 1.230 (solo menos peor que Argentina) es haber alcanzado el cielo.
Hacerlo significa limpiar las cortes y juzgados de los jueces, abogados y tinterillos que trabajan para los narcos y otros criminales, problema que, como es evidente en el mundo por el caso "Purga", existe desde los niveles más altos de la función judicial. Incluye también eliminar a los miembros de la fuerza pública que siguen trabajando (y son miles) para los mismo malhechores, desde la policía y SNAI hasta los militares y fuerzas armadas en general. Una política más global para destruir a las organizaciones criminales significa, además, sacar de sus curules a los congresistas de pandillas que se colaron gracias al correísmo y al social-cristianismo (ser de izquierda o de derecha nunca fue un obstáculo para el reclutamiento de políticos, al final gente sin bandera) y construir mega cárceles en las que se prime la seguridad de la ciudadanía, no el confort de los presos o la aprobación de las familias de los criminales, como es la última moda.
Mientras eso no ocurra, a prepararse nomás para los cambios de rutina de los delincuentes. Hoy es extorsión y secuestro, mañana volverán los robos y las muertes. Así ocurre con un presidente de cartón en un gobierno de cartón.